Ricardo Napurí fue diputado constituyente (1979) y senador nacional (1980-5). Autor de «Pensar América Latina. Crónicas de un militante revolucionario».
Mario Hernandez (MH): Hace pocos días atrás estuviste visitando tu país, Perú, coincidiendo con la asunción de su nuevo presidente, Ollanta Humala. Vamos a aprovechar para charlar a fondo sobre esta nueva situación. Me sorprendió que Humala juró por la Constitución de 1979, de la que participaste en la redacción.
Ricardo Napurí (RN): En realidad, puso la mano sobre la Constitución de Fujimori del ’93 y juró por el espíritu de la Constitución de 1979. De todas maneras, fue una novedad.
MH: Efectivamente, porque se armó un pequeño escándalo.
RN: Toda la oposición, incluidos los fujimoristas que estaban presentes, ante los delegados internacionales, entre ellos la presidenta argentina, hicieron un escándalo como si no hubiera jurado.
MH: ¿Qué significado tiene ese gesto?
RN: La Constitución que impuso Fujimori después de su golpe de estado de 1992 es totalmente favorable a un neoliberalismo salvaje. Además, tiene un montón de preceptos semi-totalitarios. Nuestra Constitución de 1979 tiene un espíritu más democrático y desde el punto de vista de la propiedad es participativa porque sienta la existencia de varias clases de propiedad. En la fujimorista solo se menciona la propiedad privada y el régimen favorece totalmente a los grandes negocios.
El hecho político es que toda la derecha que estaba contra Ollanta Humala, los candidatos, la prensa y el empresariado, consideraron una oportunidad extraordinaria para decir: ya viene un chavista que quiere retrotraer el país a épocas pretéritas. Ese es el hecho político.
MH: ¿Cuál fue la situación económica, política y social que encontraste en tu país?
RN: En el Perú están concentrados los problemas que no resolvieron 20 años de neoliberalismo salvaje a través de los gobiernos de Fujimori, Toledo y Alan García, con todas las consecuencias que los argentinos conocen mejor que nadie, la depredación económica, la marginación social, la postergación de casi todas las demandas sociales, regionales, políticas, culturales, en síntesis, la nación oprimida.
El otro hecho significativo es que Alan García estaba dejando el gobierno de capa caída, no podía ser reelecto y los candidatos eran todos de derecha. La más facinerosa, porque iba a reimplantar a su padre como lo había prometido, era Keiko Fujimori, pero también estaba Pedro Pablo Kuczynski, un ciudadano norteamericano que fue Ministro de Economía.
MH: Situación que se repite porque se decía que Fujimori era japonés.
RN: Sí, pero Montesinos le falsificó la partida de nacimiento y lo hizo nacer formalmente en Perú, pero no es el caso de Kuczynski que es ciudadano norteamericano, vinculado a la gran banca de ese país. Teóricamente tiene doble nacionalidad. Nació en Perú pero vivió toda su vida en EE. UU. Parecido al caso del ex presidente Sánchez de Lozada en Bolivia, que casi no sabía hablar castellano.
Todos los candidatos eran anti Ollanta en base a la acusación que era chavista. Hoy ya no es necesario decir terrorista, basta con chavista o populista que equivale a lo mismo, comunista o subversivo en la jerga de la ultraderecha gorila.
Esta ofensiva de toda la derecha económica y política, los medios, la Iglesia, incluso las Fuerzas Armadas, crea una situación nueva, con este candidato, Ollanta Humala, que era un teniente coronel aparentemente humilde que se coló por una brecha a partir de su persistencia a candidatearse a la presidencia de la República.
Lo nuevo es que, para la oposición de derecha, ha ganado el «chavista» y el hecho es que Ollanta Humala encuentra un país depredado, aunque Perú aparezca como un «modelo» al igual que Chile o la Argentina de Menem, inventados por el FMI, debido a un crecimiento del 6 al 9% anual.
MH: Digamos que esas son las cifras de la macroeconomía.
RN: A las multinacionales les interesa Perú porque se ha convertido en el tercer país más minero del mundo. Es el 2º productor de oro, 3º en plata, 4º en cobre. Es un país minero, basado en la explotación de la materia prima, es decir, en el mineral sujeto a las oscilaciones del mercado que ya está indicando que puede haber una caída de los precios del 2012 hacia adelante.
En Perú, donde estadísticamente felicitaban a Alan García por los buenos resultados de la economía, nunca hubo «derrame» como sostienen los neoliberales que siempre tienen el pretexto de fomentar la inversión sin restricciones porque va a haber derrame, lo cual quiere decir que aumentará el trabajo y los beneficios para los trabajadores y los sectores marginales. Eso nunca ocurrió en Perú que como Chile es uno de los países de mayores diferencias sociales. El 60% de nuestro país es pobre y de esos 20% directamente miserables.
Lo que nunca han dicho los estadísticos que hacen la apología del liberalismo salvaje es que Perú tiene una concentración abominable de la riqueza en la clase media superior, en el sector burgués que es muy pequeño y en la gran concentración monopólica. El resto de la sociedad no se beneficia en nada. Nada de salud ni educación, salarios sin movilidad, jubilaciones sin aumentos desde hace 20 años, etc. Como te decía es un país depredado.
Lo nuevo es que ahora la gente tiene ilusiones en Ollanta porque él ha dicho que va a hacer lo que llaman populismo.
MH: Me llamó la atención que a 40 días de haber iniciado el gobierno cuente con el apoyo del 70% de los ciudadanos.
RN: Es el crédito que siempre dan y mucho más en su caso porque hay expectativas. No te olvides que Alan García en su primer gobierno tuvo 87%. Siempre hay 100 primeros días de expectativa.
Los sectores populares tienen expectativas en Ollanta Humala porque ha hecho promesas, aunque no sean extraordinarias, como el aumento del salario básico, la protección de los ancianos, mejorar la salud y la educación, atender más a las provincias y sobre todo a los pueblos originarios. Diríamos promesitas.
MH: Tuvo un primer traspié porque hablaba de un impuesto a las mineras y terminó acordando un subsidio de mil millones de soles.
RN: Ollanta prometió que la financiación del asistencialismo la iba a hacer sobre la base de un impuesto a las utilidades de las empresas mineras que en 2010 fueron de U$S 10.000 millones. Es lo que registran legalmente. El impuesto acordado equivale a solo U$S 300 millones. La discusión técnica que hicieron fue si ponían el impuesto sobre las ventas o las utilidades. Sobre las ventas es más fácil de controlar, por eso las mineras lo rechazaron. En cambio, sobre las utilidades hay maniobras de evasión. Eso ha terminado en que Humala ha «rascado» un poquito de plata de los U$S 10.000 millones que están ganando anualmente.
Ahora viene un cargamontón de demandas sociales, económicas y de diversa naturaleza de los de abajo. Son beneficios postergados y la gente tiene ilusiones. Los candidatos no se miden en lo que prometen, a pesar que Humala cambió su propuesta original por otra más moderada, que le permitiera ganar las elecciones acercando a un sector de las clases medias. Aunque «adelgazó» su programa, siguió comprendiendo a sectores postergados que ahora le piden cumplimiento de sus promesas.
Humala nunca tuvo aspiraciones de izquierda
MH: Tengo entendido que en el área económica mantuvo funcionarios de la anterior administración de Alan García e incorporó funcionarios del ex presidente Toledo, que también fue candidato en las elecciones recientes.
RN: Ha seguido el esquema aconsejado por los asesores de Lula que estuvieron en Perú: entregarle la economía a la derecha y hacer un plan asistencialista para contener las demandas populares. Humala nunca tuvo aspiraciones de izquierda. Los analistas abusivamente llaman izquierda a cualquier cosa, pero Humala nunca ha pretendido ser chavista ni velazquista ni peronista de los primeros tiempos. Siempre se presentó como un moderado, sensible a las demandas populares y nada más.
Los asesores electorales que vinieron de Brasil, además de ayudarlo a ganar las elecciones por una diferencia de 2/3%, sumado al apoyo de Vargas Llosa y Toledo, le dijeron: haga el esquema de Lula, entregue la economía a la derecha y haga un plan asistencialista.
La diferencia con Lula está que en Brasil hay una burguesía orgánica, que produce el 70% para el mercado interno. Eso no existe en Perú donde prácticamente no hay mercado interno ni una burguesía nativa orgánica. Por otro lado, Lula viene de un largo combate, tiene un partido estructurado desde inicios de los ’80. Ollanta Humala no tiene partido. Ha hecho un amasijo. Es él y algunos amigos. Entonces, ha caído en manos de esta recomendación, sin tener en cuenta que Perú no es Brasil. No tiene los recursos ni los medios periodísticos que han defendido a Lula, que aparece como progresista habiendo entregado la economía a la derecha.
La derecha en Perú es el liberalismo salvaje, no la burguesía paulista, un liberalismo que podríamos decir «potable». En Perú son empresarios salvajes y con Ollanta Humala siguen manejando la economía.
El otro interrogante es que a su gobierno no ha entrado gente de izquierda.
La izquierda en Perú hace tiempo que desapareció orgánicamente, pero los ex izquierdistas que lo ayudaron a llegar al poder, han sido pasados a un 2º o 3º nivel, dándoles puestos para que se ganen la vida, pero sin opacar a la derecha en la representación política. Entonces, el interrogante es ¿a dónde irá Ollanta Humala en estas condiciones?
Ollanta Humala no debe ser un Lucio Gutiérrez
MH: Precisamente Diario 16, a través de su director, editorializó «sin la izquierda en el gobierno».
RN: Diario 16, que es el diario más popular, me hizo una larga entrevista, donde me atreví a hacer una predicción, diciendo abiertamente que el gobierno de Ollanta Humala no va a ser un gobierno tipo Chávez, ni el Perón inicial ni un Velazco Alvarado, que tuvo un matiz de nacionalismo revolucionario en la medida que expropió casi el 80% de las empresas y desarrolló una serie de reformas del tipo del peronismo en sus primeros tiempos, o sea, no va a ser un nacionalista de izquierda, aunque su partido se llame Nacionalista.
Tampoco va a ser un Chávez -aunque ahora la derecha ya no lo esté acusando de eso-, lo que en Perú es mala palabra porque la patronal y sus agentes mediáticos y políticos así lo impusieron. Yo afirmé que va a ser un Lula rebajado.
MH: Edulcorado.
RN: Efectivamente, un centrismo, pero me atreví a agregar algo que fue un escándalo: Humala no debe ser un Lucio Gutiérrez. Ese fue el título a 2 páginas, en refrencia al teniente coronel ecuatoriano que con el apoyo de los movimientos sociales y la mayoría del pueblo llegó al poder y a los 3 meses era agente de Bush. Si eso ocurriera sería un desastre popular y Ollanta devendría en un miserable como lo fue Lucio Gutiérrez. Ahora, ¿por qué centrismo?
Yo lo entrevisté largamente en 2008. Me dio la impresión de ser un militar orgánico, un nacionalista «rebajado» como te decía, sin muchas luces, que se ha filtrado en la vida política de Perú por contradicciones que no vamos a desarrollar en esta oportunidad. Ha quedado hecho un sándwich entre la enorme presión del liberalismo salvaje y las masas.
Hace un rato me preguntabas por qué tiene un rating tan alto. Porque las masas tienen ilusiones que no son ideológicas ni culturales sino estrictamente reivindicativas. Le van a exigir que cumpla con su primer programa donde prometía una política muy asistencialista y los movimientos sociales, los pueblos originarios, los trabajadores, los campesinos se la van a demandar. Mientras tanto, la derecha se ha abroquelado para no conceder nada, ni siquiera una cifra importante como el caso del impuesto minero. Entonces, le va a ser muy difícil hacer asistencialismo sin dinero como sí lo tenía Lula.
El Ministro de Relaciones Exteriores lo ha expresado con claridad cunado declaró: Nosotros no nos alinearemos ideológicamente en el espectro latinoamericano, es decir, no totalmente con los EE. UU. y la derecha neoliberal, pero tampoco con la Unasur. Ese empate entre 2 presiones no existe en la vida política. Ollanta Humala acaba de reunirse con Obama y le prometió que no va a modificar ninguno de los pactos, de las condiciones extraordinarias que tuvieron los inversores en el pasado, va a mantener el Alca y le prometió relaciones privilegiadas. Eso se ha demostrado porque a pesar que en su programa se comprometía a no erradicar los cultivos de coca en forma compulsiva como lo intentó hacer la DEA, rápidamente intervinieron la Embajada estadounidense y la derecha y ahora revisó su posición y está reprimiendo a los cocaleros.
Es un centrismo terrible porque el 95% de las exportaciones peruanas dependen de la minería y si los precios oscilan hacia la baja no va a tener los ingresos necesarios y la derecha va a ser más hostil, más neoliberal y más salvaje, mientras las demandas populares van a ser mayores.
Si tuviera reservas personales para no quedar atrapado en las manos del liberalismo salvaje, podría maniobrar entre la presión ideológica del bloque del Pacífico que armó EE. UU. con México, Chile, Perú y Colombia, actualmente debilitado, y Brasil con Venezuela y la Unasur. Si juega políticamente va a tener el apoyo de Brasil y va a poder compensar la presión de la burguesía salvaje peruana y los EE. UU. Pero ese es su dilema. ¿Lo hará? Esa es la pregunta. La ecuación está dada. Ollanta Humala ha quedado entre la presión de la derecha que no quiere conceder nada y las masas populares que le van a pasar la factura exigiéndole el cumplimiento a sus promesas. Ese es el dilema.
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