El declive del «berlusconismo»… A pesar de que Pier Luigi Bersani, líder del Partido Democrático, intente convencernos de que Berlusconi ha dimitido por la presión de una evanescente oposición de centro-izquierda, los italianos que miramos a Italia con ojos preocupados pero distantes (por lo menos geográficamente) sabemos perfectamente que Il Cavaliere ha hecho todo solo. […]
El declive del «berlusconismo»…
A pesar de que Pier Luigi Bersani, líder del Partido Democrático, intente convencernos de que Berlusconi ha dimitido por la presión de una evanescente oposición de centro-izquierda, los italianos que miramos a Italia con ojos preocupados pero distantes (por lo menos geográficamente) sabemos perfectamente que Il Cavaliere ha hecho todo solo. Desde su llegada a la escena política del país, hace más de 15 años, para defender personalmente aquellos intereses económicos y aquellos amigos que mantenían sólidos los lazos entre el empresariado del norte, los palacios del poder laico y religioso de Roma y las familias del sur, hasta el último acto de esta escalofriante tragedia a la italiana.
En los años de la «era Berlusconi» hemos vivido de todo y él lo ha protagonizado todo: el boom de la construcción en Milán, el crecimiento exponencial de los mensajes publicitarios subliminares, la entrada del marketing empresarial en la política, la salida de la política de la gestión de la cosa pública… y la cosa pública que se vuelve «cosa nostra». Los juicios de «Mani Pulite» a comienzo de los ’90 tenían que haber limpiado las manos de los políticos corruptos de la Democracia Cristiana (que poco tenía de democrático y de cristiano) y otros partidos, y Berlusconi se lanzaba como el rostro nuevo de la política italiana. No cambió nada, todo lo contrario, los conflictos de intereses aumentaron y el país empezó a ser manejado como una de las tantas empresas Mediaset o como un equipo de fútbol. Entre lifting facial, tacos vertiginosos para las cumbres presidenciales y las fotos de grupo, las orgías de palacio y un matrimonio fallido, por no hablar de una interminable cadena de tropezones diplomáticos (solo para mencionar el último y más evidente, las relaciones con Gadafi), Berlusconi se cava su propia tumba.
Así fue que la «política» italiana se transforma en un duelo entre «togas rojas» y el pobre Presidente del Consejo de Ministros, perseguido desde todos los lados del hemiciclo parlamentario. Su popularidad decae, sus aliados los abandonan y los movimientos sociales italianos retoman fuerza, mientras el centro-izquierda aún no logra canalizar la creciente insatisfacción y el enorme disgusto de los ciudadanos, hacia un proyecto país de verdad progresista, de verdad alternativo, de verdad humano y sostenible.
… y la solución técnica.
Es en este escenario que se concretiza la solución técnica, o por muchos tecnocrática. Mario Monti, «Super Mario», economista Presidente de la Universidad Bocconi de Milán (sin duda la más elitista del país), lidera la transición y el parlamento italiano le garantiza su confianza. Monti integró la Comisión Europea ocupándose de mercado interno, servicios financieros e integración financiera, fiscalidad, competencia y unión aduanera; además de ser un académico altamente reconocido, es asesor de diferentes corporaciones internacionales como Goldman Sachs o Coca-Cola. Es claramente un perfil académico y técnico, como del resto los ministros que conforman su gabinete. La mayoría de éstos están estrechamente vinculados a entidades bancarias (Intesa San Paolo y Unicredit), a think tanks como el Aspen Institute, a la Confederación General de la Industria Italiana (Confindustria), a la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) o a empresas italianas como Telecom. Paradigmático es el caso del Ministro para el Desarrollo y las Infraestructuras, Corrado Passera, consejero de Intesa San Paolo, miembro del Consejo de Administración de la Universidad Bocconi, consejero y miembro de la Asociación Bancos Italianos (ABI) y del International Business Council del Foro Económico Mundial de Ginebra.
¿Qué es lo que comporta un gobierno de este tipo? Primero una tregua en la confrontación entre las dos principales fuerzas partidarias del país que, vista la situación nacional, europea y global, se vieron obligados a buscar un remedio alternativo.
Segundo, no menos importante, la posibilidad que los partidos ven de recapitalizar sus fuerzas electoral durante un gobierno que estará obligado a tomar medidas impopulares de las cuales, supuestamente, no serán los partidos los directos ejecutores. Las dos coaliciones esperan así pagar el menor precio político por la crisis actual. Un análisis de puro oportunismo.
Tercero, un corte definitivo con la gestión «creativa» de quien por fin nos ha dejado en paz. No solamente el primer ministro, sino también todos aquellos (¡y aquellas!) principiantes y politiqueros, soubrettes prestadas (mejor dicho compradas) a la política de los y de las cuales se contornaba el «utilizador final». Esperemos que los aprendizajes del pasado reciente hayan sido asimilados de manera real y que nos ayuden a salirnos del pantano en el cual nos estábamos ahogando.
Cuarto, ideas aparentemente claras en economía: no que todo el mundo comparta su visión, pero por lo menos Monti tiene una visión. Cosa de la cual carecía Berlusconi. Desde su columna en el periódico más acreditado del país, Il Corriere della Sera, Mario Monti decía durante los meses de verano: «El Presidente del Consejo [de Ministros, N.d.R.] jamás consideró la economía – aparte la muy deseada reducción de los impuestos – como una verdadera prioridad de su gobierno; tampoco asumió un rol visible de coordinación activa y de empuje de la política económica, como hacen los otros jefes de Estado. Aquellos lo ejercen para promover el crecimiento, apoyados por un ministro de economía real o de desarrollo de alto nivel1 […] Es necesaria una profunda reorientación de la política italiana […] disciplina fiscal […] aumentar la productividad, la competitividad y el crecimiento; y reducir las desigualdades sociales2«. Crecimiento y equidad social, dos palabras que ponen de acuerdo a todos los partidos. Pero, ¿estamos de verdad seguros que la variación positiva del PIB así como se calcula en todo el mundo pueda generar equidad social?
En el día de los trabajadores, Monti escribía: «El crecimiento sano y duradero se obtiene explicando a los ciudadanos y a los mercados la política económica que el gobierno quiere implementar, manteniéndola en el tiempo y haciéndola así creíble«3. No hay duda que dedicarse a la política económica del país y no a su defensa personal de los «ataques» de la magistratura o de periodistas investigativos sea elemento central de una gestión de gobierno; pero, ¿de verdad el bienestar de los ciudadanos italianos, hoy en día, se puede garantizar por la política económica nacional? ¿Pueden, en esta coyuntura global, los italianos y más en general los europeos esperar de poder mantener los niveles de vida que han alcanzado en las últimas década sin que esto siga generando desigualdad a nivel tanto nacional como mundial y, dado que está muy de moda, calentamiento global?
Quinto, muchos analistas ya lo subrayan, comportará la implementación de aquellas políticas neoliberales y de derecha que Berlusconi siempre anunció pero que nunca llevó a cabo de verdad. Distraído quizás por las curvas de sus invitadas o de sus ministras. Por tanto, cierto grado de continuidad se mantiene también bajo este gobierno de técnicos; las manifestaciones estudiantiles y de trabajadores convocadas justo después de que los nuevos ministros asumieran el cargo, y la misma represión policial de siempre, lo demuestran4.
Tres raíces y tres desafíos urgentes.
En un interesantísimo análisis histórico, Eugenio Scalfari, fundador del periódico italiano La Repubblica, encuentra por lo menos tres raíces históricas del actual gobierno Monti. La primera la identifica con la llamada «derecha histórica» (1861-1876) que gobernó los primeros 15 años de vida de la neonata Italia. Los objetivos principales de los primeros gobiernos fueron el sistema fiscal, la paridad en las cuentas públicas y la unidad monetaria entre los diferentes Estados recién unificados; algo muy parecido a las políticas de austeridad y la necesidad de reducir la deuda pública de la actual «renacida» Italia.
La segunda se encontraría en lo que Aldo Moro llamó «gobierno de las convergencias paralelas» después de las trágicas represiones de los manifestantes en Génova y Reggio Emilia que pedían el fin del gobierno Tambroni: «Mario Monti», escribe Scalfari, «definió el suyo como el gobierno del compromiso nacional […] Las paralelas no se encuentran por definición, pero pueden converger ópticamente«. A esta convergencia óptica estaríamos asistiendo hoy en día.
La tercera raíz, quizás la más estimulante por lo menos desde el punto de vista de la profunda reflexión que necesita el sistema político partidario italiano, es la que llega hasta el 1980 cuando el político Bruno Visentini (Partido Republicano Italiano) propuso el llamado «gobierno institucional»; no como solución de emergencia en situaciones de no gobernabilidad, sino como praxis política, en línea con los dictámenes de la Constitución. «Un gobierno nombrado por el Presidente de la República y no negociado con las secretarías de los partidos, como la llamada Constitución material de la Primera República practicaba, pero nombrado por el Jefe de Estado y obviamente recibiendo la confianza del Parlamento«5.
En este esquema, los partidos tenían que limitarse a «recoger el consenso popular sobre la base de sus respectivas concepciones del bien común«, pero sería un gobierno técnico el responsable de convertir estas concepciones en leyes y reglamentos, naturalmente bajo el control del Parlamento. Como fue de esperar, todos los partidos de aquel entonces rechazaron contundentemente esta propuesta, menos el Partido Comunista de Longo y Berlinguer. Este último, en julio de 1981, declaraba en una entrevista al mismo Eugenio Scalfari: «Los partidos de hoy son sobre todo máquinas de poder y clientelares: escaso o mistificado conocimiento de la vida y de los problemas de la sociedad y de la gente; ideas, ideales, programas, sentimientos y pasión civiles nulos. Gestionan los más contradictorios y diferentes intereses, sin ninguna relación con las necesidades humanas y sin perseguir el bien común […] Cuestión moral, en la Italia de hoy, significa sobre todo la ocupación del Estado por parte de los partidos y de sus facciones, significa una concepción de la política y de los métodos de gobierno de estos partidos que simplemente tenemos que superar y abandonar. La cuestión moral es el centro del problema italiano… si seguimos así, en Italia la democracia corre el riesgo de achicarse y no de ampliarse y desarrollarse… corre el riesgo de ahogarse en un pantano«6. La propuesta de Visentini era un ataque abierto a la partidocracia italiana, por eso recibió el apoyo de Berlinguer7. Sin embargo, ¿podemos considerar el actual gobierno una respuesta al mismo problema? ¿A la misma cuestión moral?
Desde el periódico El País, el filósofo y escritor italiano Paolo Flores D’Arcais, considera que «Solo cuando este sistema tentacular de ilegalidades (del que las decenas de leyes ad personam forman el escudo «legal») haya sido radicalmente desmantelado, podremos decir que el posberlusconismo ha empezado de verdad, es decir, irreversiblemente«. En este sentido identifica tres problemas urgentes que el actual gobierno técnico debe solucionar para no darle continuidad al berlusconismo
Primero, la cuestión de la legalidad. «No es desde luego una casualidad que el único Ministerio en el que Berlusconi ha sido capaz de imponerse a Monti y a Napolitano haya sido el de Justicia […] La nueva ministra (por primera vez una mujer), Paola Severino, es la abogada que ha defendido a la crema y nata de las finanzas y del mundo empresarial (y hasta aquí nada que reprochar, se dirá), pero también a Giovanni Acampora, una de las prótesis berlusconianas en la corrupción judicial con la que Berlusconi consiguió arrancar a De Benedetti la propiedad de la mayor empresa editorial italiana, el grupo Mondadori. El artífice de aquel hurto fue el abogado Previti, brazo derecho de Berlusconi (quien lo nombró ministro de Defensa), y el diario hiperberlusconiano Il Foglio escribe en primera página que fue precisamente en casa de Previti donde Berlusconi conoció a Paola Severino«8.
Segundo, el tema de la laicidad, «Es decir, el desprecio por el carácter laico del Estado, que se manifiesta en el peso del Vaticano en la vida pública italiana. Los ministros bendecidos por la Conferencia Episcopal son muchísimos, empezando por el superministro responsable de todas las actividades productivas (telecomunicaciones incluidas), Corrado Passera […]»9.
Y tercero, una limpieza general para sacar a «la multitud de cortesanos (a menudo auténticos criminales) con los que Berlusconi ha ocupado todos los ganglios vitales del país«10, empezando naturalmente por aquellos sectores donde el conflicto de intereses entre el Berlusconi hombre de Estado y el Berlusconi empresario privado se evidenciaron más que en otros: por ejemplo, televisiones y medios de comunicación.
¿Dudas?
¿Realmente puede un gobierno técnico cambiar 17 años de «berlusconismo» en un año y medio y en la actual coyuntura global? Recordemos que desde el 1994, inicio del primer gobierno Berlusconi, hasta hoy día también vivimos siete años de gobiernos de centro-izquierda (Prodi, 1996-1998 y 2006-2008, D’Alema 1998-2000, Amato 2000-2001) y otro gobierno técnico (Dini, 17 de enero de 1995 – 17 de mayo de 1996); sin embargo, la «cultura política» predominante fue representada por el actuar de Berlusconi, y todo lo que las oposiciones desarrollaban lo hacían para contrarrestar su posible vuelta al gobierno, y no para construir un proyecto de país.
¿Aceptarán los italianos medidas impopulares (por ejemplo, elevar la edad de la pensión o aumentar la «flexibilidad» laboral) propuestas por un gobierno no electo aunque tenga el respaldo del Parlamento? Desde su blog (el más leído en Italia y uno de los 10 blogs más leídos en el mundo), Beppe Grillo, cómico italiano y cara visible del «Movimiento 5 Estrellas», que ya cuenta con un instrumento y su representación política, habla de otro golpe de Estado. Grillo hace referencia al libro «Técnica del golpe de Estado», escrito en 1931 por el periodista y escritor Curzio Malaparte, prohibido en varias naciones entre las cuales Italia y Alemania. Según Grillo, el libro se escribió para que gobiernos y ciudadanos puedan defenderse y tomar las justas medidas al aproximarse un posible golpe de Estado. El gobierno de Monti sería entonces un «golpe de Estado perfecto», porque se desconoce; es un golpe de Estado durante el cual los ciudadanos exultan por algo que en realidad los priva de participación pública11. En un momento en el cual los ciudadanos de todo el mundo pierden confianza en los partidos, rechazan las decisiones tomadas desde arriba, se indignan y reivindican en las calles su protagonismo en la política con la P mayúscula; no la p minúscula de los partidos.
Mientras los aluviones dejan muertos tanto en el Norte (en Liguria 6 muertos) como en el Sur de Italia (en Sicilia 3 muertos), las excavadoras, los tractores y los camiones de hormigón no dejan de trabajar. Se construye y se asfalta hasta casi dentro de los ríos, y después nos preguntamos por qué el agua no filtra en los suelos, por qué los montes se desmoronan y se forman ríos de agua, barro, escombros y basura que recorren las ciudades, mientras ciudadanos atónitos ven como las olas se llevan sus autos y como los telediarios recorren al eufemismo del «calentamiento global» para enmascarar un sistema de producción y consumo insostenible que nos está llevando al fracaso… también global.
Mientras 42 mil edificios escolares aún esperan las necesarias obras de mantenimiento o reestructuración (358 millones de euros aprobados pero no desembolsados), el nuevo Ministerio de Defensa aprueba una «shopping list» de 500 millones de euros para un sector, el de los gastos militares, que en 2010 ha crecido un 8,4%; un 1,3% del PIB que significa el octavo lugar en el ranking mundial de gastos militares12 (2% del total de gastos militares de todos los países). Y estos gastos solo se refieren al ejército de tierra. Paralelamente, el presupuesto nacional para la cooperación internacional vuelve a bajar de manera preocupante: se pasará de un récord negativo en 2011 (179 millones de euros), a otro récord negativo para el 2012 (86 millones de euros)13.
Cuando Monti habla de «crecimiento con equidad», ¿tendrá en cuenta estos datos? Parece difícil solo pensarlo. Cuando Monti negociará la futura privatización (y entonces venta/regalo a los grandes capitales franco-alemanes, los mismo que penetraron Grecia) de las grandes empresas estratégicas como Eni, Enel, Finmeccanica, Poste Italiane, Ferrovie dello Stato (de las cuales el Estado aún mantiene gran parte del paquete accionario y de las cuales se genera cada año endeudamiento público), ¿aún estará pensando en equidad? Parece difícil imaginarlo. Las negociaciones en Europa ya han comenzado e Italia parece lista a rendirse y entregarse. ¿Para salir de la crisis? ¿Para el bien común? ¿Para qué?
Hace por lo menos cinco o seis años yo afirmaba que no era América Latina que se estaba «europeizando», sino Europa que se estaba «latinoamericanizando». Aumento de las desigualdades, endeudamiento público, FMI y privatizaciones están ahí a la vista de todos. ¿Por qué no aprender de los países latinoamericanos entonces? Sobre todo Italia, que para mí siempre ha sido un pedazo de América Latina pegado a Europa.
El cómico italiano Roberto Benigni decía, naturalmente bromeando: «dejen en paz a Berlusconi, déjenlo gobernar, así por lo menos nos reímos todos los días por algo«. Esas risas, durante años, han sido risas amargas y de resignación. El día de la caída de Berlusconi, esas risas se transformaron en risas vengativas, mezcladas a gritos cargados de odio y rencor, por todo el tiempo perdido.
Pero ahora, lo que necesitamos los italianos son risas de alegría, de felicidad; que reflejen nuestro entusiasmo y deseo de vivir bien. No mejor, simplemente bien. Porque el término «mejor» introduce una comparación entre personas, entre momentos históricos o entre lugares, que los límites del planeta no nos permite seguir haciendo, como hemos hecho hasta el día de hoy.
1 Mario Monti (14/08/2011), «Un nuovo governo dell’economia», Il Corriere della Sera. Traducción propia del italiano al español.
2 Mario Monti (14/07/2011), «Quel che serve davvero al Paese: riorientare la politica economica», Il Corriere della Sera. Traducción propia del italiano al español.
3 Mario Monti (01/05/2011), «Una strategia della crescita», Il Corriere della Sera. Traducción propia del italiano al español.
4 «[…] el Partido Democrático se ve obligado (alternativa misma sopa o ventana) a apoyar un gobierno en continuidad ideológica si no con el berlusconismo por lo menos con el centro-derecha de nuestros partners europeos. Y también si el gobierno Monti es políticamente en sintonía con la mayoría de los dirigentes y los cuadros del PD no es y jamás será en sintonía con los electores de este». Gennaro Carotenuto (17/11/2011), «Il migliore dei governi possibili? Continuità e discontinuità del governo Monti», en Giornalismo partecipativo, www.gennarocarotenuto.it/17004-il-migliore-dei-governi-possibili-continuit-e-discontinuit-del-governo-monti. Traducción propia del italiano al español.
5 Eugenio Scalfari (20/11/2011), «Il governo tecnico e la destra storica», La Repubblica. Traducción propia del italiano al español.
6 Traducción propia al español. Todo el texto de la entrevista en italiano se puede leer en la siguiente página web: http://www.metaforum.it/berlinguer/questionemorale.htm.
7 Véase también: Marco Coscione (2011), «Italia: la partidocracia al timón de un país a la deriva», Revista GLOBAL N. 38, Enero-Febrero, pp. 54-61, Funglode, Santo Domingo.
8 Paolo Flores D’Arcais (21/11/2011), «El fin del berlusconismo», El País.
9 Ibídem.
10 Ibídem.
12 Thomas Mackinson (23/11/2011), «Blindati e carri armati, la «shopping list» della Difesa costa 500 milioni», Il Fatto Quotidiano. Traducción propia del italiano al español.
13 Antonella Beccaria (22/11/2011), «Padre Zanotelli, in missione contro la guerra», Il Fatto Quotidiano. Traducción propia del italiano al español.
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