La política de la crisis está envuelta en dos círculos viciosos. El primero es el circulo vicioso de lo déficit. Las políticas de austeridad que supuestamente se destinaban a combatir el déficit forzaran a gastar más en prestaciones sociales y cobraran menos en impuestos aunque aumentando la carga tributaria a los ciudadanos. La austeridad que debería […]
La política de la crisis está envuelta en dos círculos viciosos. El primero es el circulo vicioso de lo déficit. Las políticas de austeridad que supuestamente se destinaban a combatir el déficit forzaran a gastar más en prestaciones sociales y cobraran menos en impuestos aunque aumentando la carga tributaria a los ciudadanos. La austeridad que debería ser la solución resultó ser parte del problema. Ahora quieren añadir más austeridad a la austeridad en un escenario griego.
A pesar de ser cuestionada por los economistas que no son neoliberales extremistas, los partidarios de la troika convirtieran el dogma de la política de austeridad en ley. Bajo el pretexto del «rigor», el tratado Europeo limitará el déficit fiscal estructural en 0,5%. Esto crea un corsé-de-fuerza que impide las inversiones anti-cíclicas que promuevan el crecimiento económico y la democracia queda rehén de la supervisión de los tecnócratas.
El segundo círculo vicioso es el de consumo y producción. Los mismos que han vendido las maravillas de la economía a crédito después de la crisis venden la idea de que vivimos por encima de nuestros medios. En un instante de sinceridad, Passos Coelho, el Primer Ministro portugués señaló como objetivo nacional el empobrecimiento. Su política de empobrecimiento ha afectado todo el sistema económico. La reducción del consumo ha aumentado la deuda y la bancarrota de aquellos que vivían del consumo, hundiendo más y más en la pobreza.
Dados los dos círculos donde tienen la intención de cerrarnos, nos presentan salidas mágicas. La primera salida es la vieja teoría del buen alumno de la Unión Europea. La economía se está hundiendo y el préstamo negociado a toda prisa antes de las elecciones parece imposible de ser pago en las condiciones y plazos negociados. Pero el buen estudiante no hace nada, se sienta a esperar que por su buena conducta le cambien las reglas: quizás las cosas salen mejor de lo previsto a nivel internacional (y si no siempre se puede culpar a Grecia…), o puede venir más dinero, o el pago de intereses puede ser prolongado. El buen alumno piensa que si se somete a los intereses de Merkel le ahorrará unas cuantas migajas.
Otra salida mágica que presentan es la exportación. Pero en tiempos de crisis el consumo en el extranjero también se contrae, sufriendo las mismas políticas que afectan Portugal, por lo que se vuelve difícil de exportar. Por otra parte, la exportación no es la salida a cualquier tipo de producción (hay producción que sólo es viable en los mercados locales) y la utopía de reducir al mínimo los salarios y los derechos para promover la exportación construye un país de pesadilla. Los que tienen la exportación como salida mágica ni siquiera suscitan el debate sobre qué producir y en qué condiciones.
Junto a esta salida mágica hay otra elaborada en el idioma nuevo de los poderosos: la innovación y el espíritu empresarial. Pero el discurso presuntamente positivo de Passos Coelho que quiere mostrar el desempleo como una oportunidad resulta ser simplemente un insulto vista de las dificultades de los que menos tienen. Y, aunque repetida exhaustivamente, la retórica del poder no produce innovación. La innovación, la que cuenta, no es un esquema de un administrador de una gran empresa o un movimiento especulativo en el mercado de valores. Es la que cuesta dinero e supone trabajo: en las universidades y centros de investigación. Y las inversiones para esto fueran reducidas.
Por último, se ha presenta una nueva salida mágica: un plan para la economía y el empleo. Pero un plan en serio supone inversión en serio. Y ahí está, los partidarios de la troika hicieran ilegal gastar más dinero público en estas circunstancias. De este modo, los planes y pactos de crecimiento resultarán ser la propaganda, reducidos a algunos mini-programas sociales paliativos concebidos para la televisión. Y los planes para «la economía» en general corren peligro de ser otra forma de transferencia de dinero público a los sospechosos de siempre, los que se han beneficiado de las Asociaciones Público-Privadas dañosas para lo bien común.
Vivimos en un país que propone el desempleo estructural o la emigración de gran parte de su juventud (otra genial declaración de Passos Coelho incitaba a la emigración de los jóvenes titulados). Un país así sería un país sin futuro. No hay salidas mágicas si seguimos viviendo atrapados dentro de estos círculos viciosos. Y romperlos no será fácil, pero cuesta mucho más continuar en el camino de la espiral de la crisis.
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