Miles de familias desahuciadas. Suicidios ante el temor de quedarse sin un techo. Ira popular desatada por el flagelo de los desalojos y vertida en las calles de toda España, que le costó la integridad a muchos de los que se enfrentaron a los policías durante las protestas. Todo ello tiñó de negro prácticamente cada […]
Miles de familias desahuciadas. Suicidios ante el temor de quedarse sin un techo. Ira popular desatada por el flagelo de los desalojos y vertida en las calles de toda España, que le costó la integridad a muchos de los que se enfrentaron a los policías durante las protestas.
Todo ello tiñó de negro prácticamente cada día del calendario 2012 en el país ibérico. No hubo solución para los desahucios, pese a las promesas rotas de Mariano Rajoy y los esfuerzos del poder europeo. Sin embargo, al exigir mayor rigidez de los países del sur de Europa la principal institutriz de las medidas de austeridad, Angela Merkel, parece que ha olvidado echar un vistazo al estado de su propia economía.
Los financistas alemanes hacen un resumen de 2012 poco alentador. El impacto de la crisis en la economía germana, considerada como un patrón de referencia para toda la Unión Europea, ha dejado por debajo del umbral de la pobreza a un alarmante número de personas. Para entrar en este club, basta con ser víctima de los despidos masivos.
«Durante los años que usted estaba trabajando, empezó a demandar cosas: un buen apartamento, un coche, un seguro, créditos… Y de repente le despiden, pero usted quiere vivir como antes. No le basta la prestación por desempleo y usted acaba endeudado», dice el financista Hans Ulrich Fitz, de la agencia Creditreform.
Las calles alemanas están llenas de ejemplos. Angela Wolf es una de ellas, al entrar en su vivienda social en vísperas del nuevo año en vez de regalos les lleva a sus dos hijos una mala noticia: probablemente la ola de desahucios alcanzará su casa. Angela está desempleada y no tiene dinero para pagar el alquiler. A golpe de mazo, un juez la etiquetó de «insolvente».
«No vamos al cine, a ninguna parte. Siempre estamos en casa. Es difícil entenderlo para los niños. Ellos ven cómo viven sus compañeros, como van al mar en verano. Ni hablar de lo que puedo permitirme para mí misma», lamenta Angela.
Angela, estadounidense de nacimiento, abandonó su país natal y cruzó el Atlántico por amor. Hace 12 años que cambió el sueño americano por el sueño alemán, sin imaginarse que su vida se acercaría a un punto tan crítico: un divorcio, 40.000 euros de deudas, el celular bloqueado y muchas probabilidades de ser desahuciada. «¿Trabajar? Me encantaría tener un trabajo. Aunque sea en una profesión diferente. Pero no puedo encontrar empleo sin titulación alemana y para recibirla, tienes que pagar. ¿Cómo lo voy a hacer?», concluye Angela Wolf.
Además de Angela, cerca de medio millón de alemanes reciben el año nuevo con los monederos vacíos y las esperanzas rotas. La mayor agencia financiera de Alemania publica anualmente el atlas de los endeudados del país. En el mapa marcan con color rojo las regiones en las que una de cada cinco familias se encuentra en el pozo de las deudas.
«Los alemanes tienen la tradición de ahorrar lo máximo posible para los días malos. Pero la diferencia entre la capa de la sociedad más rica y la más pobre se hace más y más visible», opina el financista Ulrich Fitz.
Si hay una profesión en esta época de crisis que goza de demanda en el mercado laboral, es la de los consultores de deudas. Agencias así se encuentran por toda Alemania ofreciendo consejos, pero no el dinero para pagar las deudas. Los más de 6 millones de alemanes calificados como «insolventes» por las agencias hacen pensar que el patrón de referencia para Europa ya está desgastado y en 2013 el continente tendría que dedicarse a buscar uno nuevo.