El peso de Venezuela en el diseño de América Latina confieren a las elecciones presidenciales de este domingo una especial relevancia. Aportamos un análisis geoestratégico. «El mejor homenaje que le podemos hacer a nuestro comandante Chávez es profundizar las relaciones estratégicas con nuestra amada China», dijo Maduro horas después del funeral del ex presidente bolivariano. […]
El peso de Venezuela en el diseño de América Latina confieren a las elecciones presidenciales de este domingo una especial relevancia. Aportamos un análisis geoestratégico.
«El mejor homenaje que le podemos hacer a nuestro comandante Chávez es profundizar las relaciones estratégicas con nuestra amada China», dijo Maduro horas después del funeral del ex presidente bolivariano. Independientemente de quien gane las elecciones, China es el mayor acreedor de Venezuela hasta 2020.
Entre 2008 y 2012 China invirtió 36.000 millones de dólares a cambio de petróleo, lo que supone una cifra mayor a la invertida en Venezuela por la suma de todos los demás países latinos. Se trata de una alianza estratégica de mutua conveniencia, lubricada por el petróleo, que permite a Venezuela no depender en exclusiva del mercado estadounidense y a China diversificar una de las importaciones estratégicas para su economía.
Aún siendo importante, no es ésa la principal ancla del futuro Gobierno venezolano hacia la integración regional. Es cierto que un triunfo del opositor Henrique Capriles generaría problemas en los ritmos de la integración regional, pero en modo alguno sería el desastre anunciado. Y no tanto por la alianza con China, sino sobre todo por la estratégica alianza con Brasil, un vecino que se juega la vida -y su papel de potencia global- con la estabilidad de sus aliados.
Frontera caliente
No pocos consideran que sin Venezuela la política de integración regional de Brasil, que busca consolidar a la región como un polo de poder global, hubiera caminado mucho más lentamente. Es bueno recordar que desde 2005 Caracas y Brasilia firmaron una alianza estratégica que se fue consolidando con acuerdos de integración de las regiones sur de Venezuela y norte de Brasil, a través de una densificación de las vías de comunicación terrestre, fluvial y aérea, de la integración energética y del establecimiento de cadenas productivas complementarias. De los 800 millones de dólares que intercambiaban en 2003 se pasó a 5 mil millones en 2011.
Entre 2007 y 2010 se celebraron encuentros presidenciales trimestrales para profundizar acuerdos y diseñar estrategias, se instaló en Caracas el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA) para contribuir a la formulación de proyectos de integración y formar cuadros en planificación, la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) y la Caixa Económica Federal. Una de las decisiones más importantes fue la sustitución del eje Escudo Guayanés por el eje Amazonia-Orinoco dentro de la IIRSA, para implementar proyectos de «desarrollo integral» binacionales.
Cuando asistió al funeral de Chávez, la presidenta Dilma Rousseff adelantó que Brasil está dispuesto a apoyar a su aliado luego de las elecciones en tres aspectos que considera las mayores amenazas que enfrentará Nicolás Maduro: el desabastecimiento por la dependencia de las importaciones de alimentos, la violencia fomentada por la corrupción policial y las distorsiones que provoca una economía dependiente de las exportaciones de petróleo (Valor, 13 de marzo de 2013). Brasil ya traspasó a Venezuela su experiencia para afrontar el déficit de vivienda con el programa Mi Casa, Mi Vida, y ahora puede replicar en Caracas el modelo de las Unidades de Policía Pacificadora en las favelas.
Incluso en el seno de la administración de Barack Obama estiman que «el papel de Brasil es esencial en la delicada transición política» que vive Venezuela, ya que por sus cuantiosas inversiones y los elevados volúmenes comerciales bilaterales «es un interlocutor privilegiado con las autoridades actuales y las futuras» (O Estado de Sao Paulo, 17 de marzo de 2013). Lo que no dice la diplomacia estadounidense, pero se desprende del papel jugado por Brasil en el ingreso de Venezuela al Mercosur, es que su influencia es una de las cartas que juegan quienes pretenden estirar el legado de Chávez.
Pero hay un dato mayor que no debe ser olvidado y es la necesidad de ambos países de fortalecer el control de la región sur de Venezuela y norte de Brasil, donde se encuentran enormes yacimientos de minerales estratégicos. En el estado brasileño de Roraima, fronterizo con Venezuela, están las mayores reservas de oro, niobio y estaño del mundo, además de importantes yacimientos de torio, cobalto molibdeno, diamantes y titanio, según el «Inventario Mineral del Escudo Geológico de Roraima», realizado por el Ministerio de Minas y Energía en 2003.
Pero lo más importante es que esa región alberga los mayores yacimientos de uranio del mundo, compartidos por Brasil, Venezuela y la Guayana Esequiba, zona en disputa desde 1966 entre Venezuela y la República Cooperativa de Guayana, ex Guayana Británica. Una alianza estratégica de semejante porte no puede ser desvanecida por un resultado electoral porque, nos guste o no, los intereses geopolíticos siempre tuvieron mayor peso -histórico, económico y político- que las papeletas en las urnas.
Raúl Zibechi. Analista y responsable de internacional en el semanario uruguayo ‘Brecha’
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/venezuela-la-integracion-regional.html