En un discurso reciente pronunciando por John Kerry, ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes en los Estados Unidos; dio una vuelta inversa a la tuerca histórica, recurriendo a la doctrina decimonónica de la época Monroe, para referirse al sur de sus fronteras. La perogrullada diplomática fue maquillada en Perú unos […]
En un discurso reciente pronunciando por John Kerry, ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes en los Estados Unidos; dio una vuelta inversa a la tuerca histórica, recurriendo a la doctrina decimonónica de la época Monroe, para referirse al sur de sus fronteras. La perogrullada diplomática fue maquillada en Perú unos días después, por la secretaria adjunta para asuntos del hemisferio occidental: Roberta Jacobson. Con la expresión de «zona estratégica», la secretaria situó a América Latina como área de interés para su país, prodigando una deferencia a los líderes regionales de Panamá, México y el anfitrión Humala; que le sirvieron un escenario de inversiones «optimista» al maltrecho Foro Económico Mundial.
Primero la Unión Europea en cumbre con la CELAC, ahora los EEUU con sus enclaves económicos se reactivan. Luego de casi dos décadas, de pérdida progresiva de influencia estadounidense en la Región, el mapa político regional está matizado con gobiernos de izquierda dura o reformista, que coexisten con la derecha pragmática que ha optado por la arquitectura de la integración regional. La quiebra del Consenso de Washington, abrió a las economías emergentes un incremento de su flujo con América Latina, en la integración política del Sur – Sur que involucra al BRICS. Todo indica que las palabras de Kerry son parte de una retórica para calmar el malestar creciente de los halcones, que han visto preocupados como Irán, Rusia y China han estrechado vínculos geoestratégicos con la Región, mientras las guerras enmarañadas de Afganistán e Irak se devoran su presupuesto militar.
¿Es reversible el cambio de época? Dos experiencias demuestran la fragilidad para garantizar un orden estable: El Golpe contra Manuel Zelaya en Honduras (2009) y el Golpe contra Fernando Lugo en Paraguay (2012). Estructuras como el ALBA, la UNASUR y la CELAC, han ganado terreno en la resolución de conflictos, pero los golpes institucionales también han cobrado fuerza. Los EEUU han concentrado esfuerzos financieros para alimentar las ONG y medios de comunicación, combinados con sectores políticos que en el parlamento crearon juicios sumarios, respaldados por el Generalato para deponer los gobiernos legítimos de estos países.
La estrategia del golpe institucional, pasa por dos momentos: una etapa de relativo aislamiento que permite a los gobiernos interinos avanzar al interior, con la purga hacia las reformas alcanzadas y, en una segunda etapa culmina con un proceso electoral a la medida de las fuerzas política dominantes. En este último punto, no existen mecanismos regionales claros, que permitan establecer condiciones de origen a la legitimidad de los gobiernos que surgen por la ruptura institucional. En el caso paraguayo, Cartes asomó la decisión de reintegrarse al Mercosur, mientras sectores del partido colorado, abogan por la salida de Venezuela del bloque económico. El reconocimiento casi inmediato al nuevo gobierno paraguayo, fue leído por los sectores conservadores como una oportunidad para condicionar su reincorporación a la Región.
A los gobiernos de izquierda en América Latina, no les basta obtener el triunfo en las presidenciales, se suma ahora la necesidad de alcanzar la mayoría parlamentaria; que les permita la gobernabilidad. La estrategia de golpe institucional ha dado resultados efectivos, sin la necesidad de férreas dictaduras militares. Se han revertido dos gobiernos de la izquierda reformista hacia el neoliberalismo. El agronegocio combinado con la eliminación de los impuestos a las exportaciones, para favorecer el latifundio agrícola bajo control de Monsanto en Honduras y Paraguay; forma parte del fortalecimiento de la hegemonía de las compañías estadounidense, que se alistan a las iniciativas de «Ciudades Privadas» desde Tegucigalpa o la entrega desde Asunción de los depósitos de gas del chaco boreal.
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