Martine Billard (Boulogne-Billancourt, 1952) comenzó su andadura política en mayo del 68, sumándose al movimiento estudiantil en el Comité d’action licéen. Graduada en Económicas, ha formado parte de movimientos feministas, ha luchado contra la energía nuclear y se ha implicado en la defensa del pueblo palestino. En los 90 se unió al partido de los […]
Martine Billard (Boulogne-Billancourt, 1952) comenzó su andadura política en mayo del 68, sumándose al movimiento estudiantil en el Comité d’action licéen. Graduada en Económicas, ha formado parte de movimientos feministas, ha luchado contra la energía nuclear y se ha implicado en la defensa del pueblo palestino. En los 90 se unió al partido de los Verdes francés, que abandonó en el 2009 para integrarse en el Parti de Gauche (Partido de Izquierda), de la que actualmente es copresidenta junto a Jean-Luc Mélenchon.
Esta semana ha visitado Barcelona para difundir la experiencia del Frente de Izquierdas, la unión de hasta nueve grupos políticos que transitan desde el socialismo hasta el comunismo. La coalición obtuvo el mayo éxito electoral de partidos a la izquierda del Partido Socialista francés desde hacía más de 20 años, en las elecciones presidenciales del 2012, con el 11% de los votos. En la capital catalana, se ha reunido con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), con sindicatos y con Esquerra Unida i Alternativa. La unión de la izquierda para configurar una alternativa fuerte a las políticas de austeridad dominantes es posible, asegura.
Billard defiende un reparto más equitativo de la riqueza, la participación directa de los trabajadores en la gestión de las empresas, y un «proteccionismo solidario» en el que cada país desarrolle su producción y establezca intercambios económicos con otros países basados en la cooperación y la solidaridad, no en la competencia. De trato afable, con una sonrisa permanente cuando atiende a las preguntas, alza la vista a la hora de responder tratando de encontrar las palabras adecuadas en castellano. Domina el idioma, si bien con alguna dificultad, que salva apoyándose en el compañero de partido que la acompaña durante la entrevista.
El Frente de Izquierda agrupa a fuerzas políticas muy diversas, ¿cuáles fueron las principales dificultades para alcanzar un acuerdo?
Tenemos una historia muy diferente entre las fuerzas del Frente. Al principio éramos tres grupos: El Partido Comunista; el Partido de Izquierdas, una mezcla de gente que venía del Partido Socialista, del movimiento republicanista y de los Verdes, que es mi caso; e Izquierda Unitaria, que viene del trotskismo. Lo que fue importante es que habíamos tenido momentos de lucha común. Por ejemplo en 2005, contra el Tratado Constitucional europeo. Hicimos la campaña juntos, pero después no supimos quedarnos unidos. Sin embargo, en las elecciones presidenciales de 2007, que fueron un fracaso para todos los grupos a la izquierda del Partido Socialista, sacamos la conclusión de que no podíamos seguir así, porque si seguíamos con tanta división íbamos al fracaso total.
¿Ello propició la unión?
Decidimos ser responsables y juntarnos, para de nuevo poder tener un movimiento fuerte a la altura de la necesidad del momento político. Empezamos con la campaña electoral de las elecciones europeas de 2009. En esa época las alianzas eran electorales: En 2010 en las elecciones cantonales, en 2011 en las elecciones regionales, hasta el 2012 en las elecciones presidenciales. En esas elecciones presidenciales, por segunda vez desde la liberación de Francia, el Partido Comunista aceptó no tener un candidato que viniese de sus filas, sino que fuese Jean-Luc Mélanchon, del Partido de Izquierda. Hay que subrayarlo porque de parte de los compañeros comunistas fue una decisión valiosa, y que permitió una campaña muy larga con movimiento popular real.
Sumasteis además la movilización popular…
Hicimos concentraciones en plazas públicas, lo que no es tradición en Francia. Ustedes en España lo hacen, pero en Francia nunca. Hubo concentraciones, por ejemplo en París, con 80.000 personas. Se hicieron en Toulouse, en Marsella… También se construyeron frentes temáticos: frente de la salud, frente de la agricultura, de las mujeres… muchos frentes juntaron no solamente a organizaciones políticas del Frente sino también militantes sindicalistas, de asociaciones, ciudadanos. Ello realmente dio un nivel de masa a esa campaña muy importante, y logramos sacar un 11% de los votos en las elecciones.
La unión de la izquierda ha sido tradicionalmente complicada en España… ¿qué consejos le daría a los partidos de izquierda para que sumen fuerzas?
Primer consejo: no hay imposibles. Es una cuestión de voluntad política. Ahora en el Frente de Izquierda somos 9 grupos políticos, que vienen del socialismo, del comunismo, de la ecología, del republicanismo, del trotskismo y del maoísmo. Pero todos decidimos que había que hacerlo no para nosotros, ni para nuestro grupo político, sino para el pueblo francés. Porque si no somos capaces de ir adelante y salvar nuestras discrepancias significa que no hay alternativa política en nuestro país.
¿Y cómo salváis esas discrepancias?
Tenemos un principio de funcionamiento en el cual no hay voto. Es decir, funcionamos por consenso. O todos estamos de acuerdo, o unos no están de acuerdo pero piensan que a pesar de ello no vale la pena impedir la acción, y si hay uno que de verdad está claramente en desacuerdo no lo hacemos en nombre del Frente. Pero nunca decidimos por un voto entre nosotros, porque eso significaría división. ¡Y funciona! La coordinación del Frente se reúne todos los lunes, realmente somos capaces de estar en todas las movilizaciones y tiene una capacidad de movilización que ninguna otra opción política tiene. Incluso los sindicatos no tienen esa capacidad de movilización que tiene el Frente.
En España la movilización ciudadana comienza a desbordar a la de los sindicatos… ¿Qué papel puede jugar la sociedad civil en la construcción de un frente de izquierda?
El problema es que en Francia no tenemos el mismo nivel de movilización, hay movilizaciones respecto a la vivienda, a la salud, pero no al nivel de marea que tienen ustedes, en eso estamos muy celosos del nivel que tienen en España. Por eso, el objetivo del Frente no es sólo que sea un frente político, sino que sea capaz de pasar a un frente del pueblo para poder construir una movilización para cambiar la correlación de fuerzas en el país.
¿Los partidos tradicionalmente considerados de izquierdas como PSOE, PSF o PASOK… han dejado de serlo?
La realidad es que se volcaron al social liberalismo total. Cuando el presidente francés, François Hollande, va a la reunión del Partido Socialista de Alemania y dice que está totalmente de acuerdo con la política que hizo en su momento el canciller Schröder, que era una política antisocial, al final muestra que ya no está en una línea de izquierdas. Toda la política que hoy día desarrolla en Francia el Gobierno no tiene nada que ver con una política de izquierdas, es la misma política económica y social que hizo el Gobierno de derechas. Incluso respecto a la inmigración no hay diferencia. Hay diferencia respecto al derecho a casarse para todos o a nivel de discurso, no hay un discurso de odio que tenía Sarkozy. La diferencia es a ese nivel, no a nivel de proyecto político.
Ustedes pidieron el voto para Hollande en la segunda vuelta…
Nosotros llamamos a votar por él sabiendo que no se podía esperar mucho. Pero teníamos que sacar a Sarkozy justamente por todo el discurso de odio que hacía. Sabíamos que, porque él lo había anunciado, iba a hacer políticas de austeridad y que íbamos a estar en desacuerdo. Por eso decidimos no entrar en el Gobierno, algo que al principio no era tan evidente para todas las fuerzas del Frente.
¿Y presionar al Gobierno desde fuera?
Los primeros meses había compañeros que decían que debíamos presionar al Gobierno para que hiciese una política de izquierdas. Hoy en día ya nadie dice eso, porque está claro que no es cuestión de presionar, hay que cambiar totalmente las políticas. A nivel del pueblo hay mucha gente decepcionada. Y eso es terrible, porque la gente decepcionada piensa ya que izquierda y derecha es todo lo mismo. Nuestro papel es el de mostrar que los que están en el Gobierno no son izquierda, que nosotros somos la izquierda. Pero para eso hace falta mucho trabajo…
¿Por qué deben combatirse las políticas de austeridad?
La política de austeridad es una obligación impuesta por la Troika a nivel de toda Europa. Ya se ha visto qué ha pasado en Grecia o en España: más austeridad hace aumentar la deuda pública, genera más pobreza… En Francia no estamos al mismo nivel pero vamos directos a la misma celda. Por ejemplo, es la primera vez desde 1949 que bajó el consumo. ¡Nunca había pasado! Estamos siguiendo el mismo camino. Hay que romper con ese tipo de política.
¿Qué alternativa proponen?
Tanto en Grecia como en Francia hubo la misma política de bajar los impuestos a los ricos, a las grandes empresas… Entre el nivel de impuestos a las grandes empresas y grandes fortunas y el nivel real que acaban pagando la diferencia es enorme. Hace falta una lucha por otra repartición de riqueza. Porque en esta crisis, entre comillas, lo que pasa es que los ricos se vuelven cada día más ricos y los pobres más pobres. Hay que romper con eso y hacer una política que sea una política para todo el pueblo. Por ejemplo, en la campaña propusimos que por encima de 360.000 euros de ingresos anuales se le quitase todo. Que el impuesto esté hecho de tal manera que todo lo que se cobre por encima de los 360.000 euros tenga un 100% de impuesto. No puede ser que esta gente gane tanto, después van a especular con ese dinero o tener gastos que son malos para el planeta.
¿Es posible todavía cambiar la relación de fuerzas entre política y economía?
¡Claro! Si hay voluntad política… lo que sucede es que el liberalismo fuerza que sea la economía la que decida, pero en realidad lo que quieren con eso, cuando tratan de convencer al pueblo que no hay otra solución, que es así, que no se puede hacer de otra manera, es esconderse detrás de una supuesta obligación económica para imponer una política claramente liberal y en favor de los ricos.
Habéis hablado de un nuevo proceso constituyente hacia una sexta república. ¿Es posible hacerlo en los países o debe ser a nivel global?
Se puede hacer en cada país. Hay situaciones constitucionales diferentes. Ustedes no tienen República, nosotros tenemos una República poco democrática, cada año menos. No va a ser la misma reforma, por supuesto, pero hay elementos comunes: la laicidad, los derechos de los trabajadores, no solamente derechos sociales sino derechos sobre la empresa, que los trabajadores puedan tener derecho a decidir para qué producir, qué tipo de productos, cómo se producen… Es importante terminar con la producción de productos que no sirven para nada y que perjudican al planeta.
¿Esto encaja en la globalización que impera hoy?
Como Partido de Izquierda tenemos un proyecto ecosocialista, y queremos una Constitución que permita romper con la globalización que hoy día se nos impone en todos los países, y que se desarrolle un proteccionismo solidario. Ello significa que cada país pueda desarrollar su producción y tener relaciones de cooperación con los otros países, y tener intercambios económicos en base a la cooperación y la solidaridad, en lugar de en base a la competencia total como existe hoy en día.
¿Qué papel debería jugar en ese proceso la actualización y profundización de la democracia?
Pues, por ejemplo, nosotros proponemos que en la asamblea constituyente solamente puedan ir aquellos que no sean parlamentarios. El problema es que hoy en día la mayoría del Parlamento son hombres, de más de 50 años, blancos, de categoría socioeconómica superior, y eso no representa al pueblo. Proponemos cambiar totalmente, que los que salgan elegidos no tengan derecho a presentarse de nuevo, y acabar con una cosa muy típica en Francia, ser al mismo tiempo diputado, alcalde… Un mandato único, y acabar con la posibilidad de ser parlamentario y tener ocupaciones y lazos con las empresas privadas y los lobbies. Mucho más control. Hay todo un saneamiento que hacer, porque muchos parlamentarios están demasiado ligados al gran capital. Esa es la realidad.