Traducido para Rebelión por Germán Leyens
París.- El affaire Snowden revela aún más sobre Europa que sobre EE.UU.
Ciertamente, los hechos sobre el espionaje de la NSA son significativos. Pero mucha gente sospechaba que algo semejante estaba sucediendo. La negativa de Francia, Italia y Portugal a permitir que el avión privado del Presidente de Bolivia cruzara su espacio aéreo por la mera sospecha de que Edward Snowden pudiera estar a bordo es más bien más sorprendente.
En conjunto, estas revelaciones confirman la consumación de la transformación de las «democracias occidentales» en algo diferente, una entidad que todavía no tiene un nombre reconocido.
La afrenta al presidente boliviano confirma que esa entidad transatlántica no tiene absolutamente ningún respeto por el derecho internacional, a pesar de que sus dirigentes lo utilizan cuando les conviene. ¿Pero respetarlo, permitir que impida sus acciones de alguna manera? Ciertamente no.
Y esa falta de respeto a la ley está vinculada a otro cambio institucional más básico: la destrucción de la democracia efectiva en el ámbito nacional. Esto se ha hecho mediante el poder del dinero en EE.UU., donde los candidatos son comparables a los caballos de carreras de los multimillonarios. En Europa lo ha hecho la Unión Europea, cuya burocracia se ha apoderado gradualmente de las funciones económicas críticas de Estados independientes, dejando que los gobiernos nacionales se las ingenien con inmensas controversias sobre asuntos privados, como el matrimonio, mientras la política pública se dicta en la Comisión de la UE en Bruselas.
Pero detrás de esa Comisión, y detrás del juego electoral en EE.UU., se encuentra el mismo poder anónimo que dicta sus deseos a esta entidad transatlántica: el capital financiero.
Se programa que ese poder se amplíe formalmente en el futuro cercano a través del establecimiento de una zona de libre comercio entre la Unión Europea y EE.UU. Este acontecimiento es la culminación de la denominada «construcción europea» que durante varias décadas ha transferido poderes de Estados soberanos europeos a la UE, que por su parte transferirá su poder a instituciones transatlánticas, todo bajo el control decisivo de «los mercados», eufemismo que designa al capital financiero.
Se informa a la ciudadanía de la última etapa de este continuo proceso de «des-democratización» cuando está avanzado. El resultado es un brecha cada vez mayor entre «la clase política», que incluye a los políticos y a los medios de masas por una parte, y a la población en general por la otra. La principal tarea restante de la clase política es mantener a la población en general en la ilusión de que sigue viviendo en una democracia y que los dirigentes que elige actúan en función de sus intereses.
Cuando ocurre algo como el grotesco incidente del avión presidencial boliviano que saca a la luz el servilismo de los funcionarios del país, se puede contar con que los medios dominantes lo oculten a la vista. La televisión francesa ocultó en gran parte el suceso, una negligencia facilitada por los últimos acontecimientos en Egipto. Una gran historia internacional diaria es todo lo que los medios consideran adecuado para un público cuya dieta noticiosa básica está centrada en el tiempo, los deportes y los crímenes sexuales.
Para medir la rendición de la independencia francesa en las últimas décadas, se puede recordar que en los años 70 el gobierno de centroderecha del presidente Valery Giscard d’Estaing brindó rápidamente asilo a los Panteras Negras que huían de EE.UU. Actualmente el ministro del Interior de un gobierno, supuestamente de «centroizquierda», excluye que se otorgue asilo a cualquier ciudadano de EE.UU., sobre la base de que EE.UU. es un «amigo», una «democracia» con un sistema judicial independiente.
En Alemania no pudieron pasar por alto las revelaciones del espionaje de la NSA, después de que la propaganda anticomunista utilizó las constantes denuncias del espionaje de la Stasi para enterrar cualquier recuerdo de las ventajas perdidas del régimen de Alemania Oriental, como el pleno empleo, la atención a los niños y la igualdad social para las mujeres. Incluso destacados políticos de Alemania parecieron auténticamente indignados.
En Francia, los dirigentes políticos hicieron débiles sonidos de desaprobación y cambiaron rápidamente de tema. En la medida en que el incidente se mencionó de alguna manera, la línea fue que no tenía sentido mencionar prácticas que nosotros, las sofisticadas «grandes potencias» conocemos en todo caso y practicamos nosotros mismos. La atildada auto-incriminación de «también lo hacemos» es una forma de afirmar que Francia sigue siendo una gran mala potencia y no un simple satélite de EE.UU.
En una entrevista de ayer en la televisión, el ministro de Exteriores francés Laurent Fabius vio un video del presidente Obama refiriéndose repetidamente al presidente francés François Holland como «presidente Houlon». Fabius cambió rápidamente de tema para elogiar el importante papel de Francia en la promoción de la guerra en Siria. No valió la pena mencionar que se considera tan insignificantes al presidente francés que Obama no necesita tomarse la molestia de aprender su nombre.
El desdén de Obama hacía Hollande y el desdén de Hollande hacia el presidente de Bolivia forman parte de este nuevo orden mundial que no está regido por intereses humanos en absoluto, sino por «los mercados». No es que los mercados den órdenes directas en asuntos semejantes. Pero se ha pasado a reducir el gobierno a la «gobernanza» cuya principal función es mantener tranquila a la gente mientras las instituciones, leyes y fuerzas armadas se ocupan de la tarea de hacer que el mundo sea seguro para que el capital de inversión obtenga los máximos beneficios, se prive de poder a las personas y la política se convierta en un vacío ejercicio de conformismo.
La explicación de esta rendición reside en la ideología que ha dominado en Europa, y probablemene en Francia más, durante el último siglo. Una interpretación particular de la historia de mediados del Siglo XX ha debilitado la confianza en la soberanía popular, acusada (erróneamente) de conducir al «totalitarismo». Esta ideología ha preparado elites para que abdiquen a favor de instituciones técnicas y «mercados» que parecen inocentes de todo pecado político. El poder del capital financiero y de su campeón estadounidense es menos la causa que el resultado de esta abdicación política.
Solo esto puede explicar la extraordinaria premura de los gobiernos europeos para plegarse al menor capricho del amo estadounidense, en vísperas de las negociaciones de una zona de libre comercio transatlántica que los dirigentes europeos presentarán a sus poblaciones como compensación por la continua destrucción del modelo de bienestar social europeo. Los principios, la decencia diplomática o Edward Snowden deben ser sacrificados en aras de este último y desesperado intento de colocar a Europa fuera del alcance de la influencia de su pueblo.
Un par de comentaristas ha llegado a sugerir que Edward Snowden debe ser alguna especie de trampa, supuestamente para mostrar a la gente que el gobierno de EE.UU. es omnipotente. La afrenta al presidente boliviano ilustra esto de un modo aún más impactante. Pero a largo plazo, la conciencia del alcance de este poder es el primer paso hacia la liberación.
Diana Johnstone es autora de Fools Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions. Contacto: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/07/05/the-servility-of-the-satellites/
rCR