François Delapierre (París, 1970) esta considerado como una de las grandes esperanzas de la izquierda francesa. En 2012 llevó la campaña del Front de Gauche durante las elecciones legislativas en Francia consiguiendo que el movimiento liderado por Jean-Luc Mélenchon obtuviera más de cuatro millones de votos haciendo de contención a la extrema derecha del Frente […]
François Delapierre (París, 1970) esta considerado como una de las grandes esperanzas de la izquierda francesa. En 2012 llevó la campaña del Front de Gauche durante las elecciones legislativas en Francia consiguiendo que el movimiento liderado por Jean-Luc Mélenchon obtuviera más de cuatro millones de votos haciendo de contención a la extrema derecha del Frente Nacional.
Es secretario nacional del Parti de Gauche y responsable de la lucha ideológica y de programa, cargo que hace honor a toda su carrera política. Con apenas 16 años encabezó una huelga estudiantil contra la reforma universitaria que proponía el Gobierno de Jacques Chirac. En 1988 ya formaba parte de la corriente Izquierda Socialista liderada por Mélechon y llegó a ser secretario general de SOS Racismo. En el año 2000 el propio Mélenchon se lo llevó al ministerio de Educación y en 2004 ambos promovieron el no en el referéndum por la Constitución Europea.
Ayer estuvo en Madrid visitando a Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados y para participar en una charla en la Universidad con el diputado Alberto Garzón. Con el tiempo justo, hizo un hueco en su agenda para atender a Público. Delapierre está convencido de que es posible una revolución ciudadana, pone distancias con los socialistas y lo que representa hoy la socialdemocracia en la Unión Europea, llama a la izquierda europea a asumir su responsabilidad «frente al momento histórico» que vive el viejo continente y se erige en defensor a ultranza de la enseñanza pública.
-La conferencia en la que participa junto a Garzón [por ayer] lleva por título ‘La revolución ciudadana, hacia un proceso constituyente’. ¿Cómo se hace esa revolución hoy en una Unión Europea en la que la Comisión evalúa durante los primeros seis meses del año las previsiones económicas de los Estados y después emite unas recomendaciones que, finalmente, acaban dictando la política económica de cada país dejando totalmente de lado a los ciudadanos y sus derechos?
-Justamente la razón por la que hay que hacer una revolución es porque tenemos delante un golpe de estado financiero. Esto significa que no son los ciudadanos los que ejercen el poder, sino los bancos y los mercados financieros, que cobran un tributo como podrían hacer los ejércitos de ocupación, suspenden el funcionamiento normal de las instituciones y quitan al Parlamento el derecho de decidir sus propios presupuestos. Esto sumerge a la población europea, sobre todo en aquellos países que son víctimas de las políticas de la Troika, en un estado de tensión que es social y político.
La resistencia a la política neoliberal se une a la necesidad de una revolución política para que los pueblos recuperen el poder. Ese es el fin que debe tener la revolución ciudadana en Europa, debe ser un modo de desobedecer, de romper con esta Unión Europea.
Estamos convencidos de que con el nivel de sacrificio que se está imponiendo a los ciudadanos, pronto habrá un país en el que el pueblo empezará a desobedecer, y a partir de ese momento, la desobediencia se extenderá como una mancha de aceite.
-El Gobierno de Mariano Rajoy acaba de proponer una reforma de las pensiones que no contempla subirlas al ritmo de la inflación. Ayer, el Gobierno de Hollande, que es socialista, llevó a la Asamblea Nacional un proyecto de ley que exige más años de cotización a la seguridad social para poder jubilarse. A los socialistas españoles, que aumentaron la edad de jubilación cuando gobernaba Zapatero, no les gusta que desde determinados sectores de la izquierda se les equipare a la derecha. Cuando Jean-Luc Mélenchon estuvo en Madrid antes del verano hizo un llamamiento a la socialdemocracia para que diera un paso adelante y dijera si está con los representantes de las políticas neoliberales o con la gente. ¿Hay alguna esperanza de cambio?
-Creo que, como corriente histórica, la socialdemocracia es como una estrella muerta que ya no emite ninguna energía y es incapaz de pensar en la transformación que necesita la sociedad. Sobre todo, porque es una corriente que no tiene en cuenta la cuestión ecológica, que es prisionera de la idea de que el progreso social llegará con el crecimiento económico. Es una corriente que, por tanto, no puede hacer frente a las desigualdades, no es capaz de desarrollar una perspectiva ecosocialista, y forma parte de la izquierda del siglo XX, la izquierda que ha fracasado, aunque su fracaso haya sido menos espectacular que el comunismo de estado.
Hemos llegado a una situación en la que su relación con la derecha europea se va a plasmar de manera espectacular en la gran coalición en Alemania, pero esa gran coalición no será sólo una realidad alemana, sino que reforzará la coalición que existe en el Parlamento Europeo entre la derecha y los socialdemócratas.
La única solución que tienen los miembros de los partidos socialistas que no estén de acuerdo con el rumbo que están tomando las cosas es romper el círculo y participar en la creación de otra fuerza de izquierdas. Esto es lo que pasó en Francia con el Front de Gauche. Esa ha sido mi propia trayectoria y la de Jean-Luc Mélenchon. Lo que yo veo es que por ahora ese tipo de gestos son muy escasos pero nunca es tarde si la dicha es buena.
-En este contexto, ¿qué papel juegan las próximas elecciones al Parlamento Europeo? ¿Cómo se puede convencer a los ciudadanos de que un mayor equilibrio entre fuerzas en Bruselas puede invertir la pérdida de derechos sociales?
-Es cierto que los diputados europeos tienen poco poder pero, por ejemplo, tienen poder para votar los tratados. Hoy hay un tratado que se está discutiendo entre la Comisión Europea y EEUU [Tratado de Libre Comercio con EEUU]. La discusión se está haciendo a puerta cerrada, como pasa con España cada vez que se decide dar un nuevo golpe a la población. He ahí los ejemplos de las visitas de Merkel y Draghi.
El objetivo de la Comisión Europea es eliminar las barreras arancelarias y normativas. Por ejemplo, eso permitiría una Europa que alimenta a los cerdos con soja para que le hagan la competencia a los de bellota. Pongo este ejemplo porque también pondrá en peligro las denominaciones de origen. Y los parlamentarios europeos pueden votar en contra. Aunque sólo los candidatos del Partido de la Izquierda Europea [PIE] están comprometidos a votar en contra y sólo los eurodiputados del PIE se han opuesto a su negociación.
Al mismo tiempo, los eurodiputados tienen el poder de elegir a los miembros de la Comisión Europea y nuestros compañeros en el Parlamento no van a votar nunca por un candidato de la derecha como Barroso, que es un representante lamentable de estas políticas.
Los socialdemócratas han votado siempre al candidato de la derecha cuando se trataba de elegir al presidente de la Comisión Europea. Así que tenemos la oportunidad de ponerles en dificultades y de convertirnos en una gran barrera que permita que los ciudadanos cojan un poco de aire frente a la avalancha de ataques que se nos viene encima.
-Izquierda Unida está trabajando en España por conformar un frente social y político que pueda convertirse en referencia en las próximas elecciones, pero al mismo tiempo ha hecho un llamamiento a la izquierda del sur de Europa a unirse contra el diktat de Bruselas y Alemania. ¿Cuál es la alternativa que debe plantear la izquierda europea y cómo se traduce eso en votos?
-Si los españoles votan al PP y al PSOE, o al PPSOE como decís aquí, estarán votando a favor de las políticas de austeridad. Esto quiere decir que están acariciando la mano que les está golpeando.
Si votan por las listas de la izquierda, del frente en el que están trabajando nuestros compañeros españoles de los movimientos sociales y de Izquierda Unida, formarán parte del gran movimiento de resistencia del pueblo español contra la austeridad. Darán una señal de desobediencia.
No habrá alternativa en Europa si no hay un pueblo que empiece a desobedecer y a resistir. Cuando empiece uno, empezará el resto.
-¿Qué objetivos se debe poner la izquierda europea en el Congreso que se celebrará en Madrid en diciembre?
-Para empezar, que nosotros somos candidatos al poder. En el PIE hay organizaciones de todos los tamaños, que tienen historias diferentes, que deben tomar conciencia de la responsabilidad histórica que desgraciadamente tenemos. La historia de Europa nos muestra cómo en el pasado las crisis se han resuelto con la guerra y con el fascismo. Al final esto se va a jugar entre la extrema derecha y nosotros y debemos tener la estrategia apropiada y la ambición de conquistar el poder y empezar por convencernos a nosotros mismos de que podemos hacerlo. En Francia, el Front de Gauche ya lo ha hecho. En Grecia también: Syriza pasó del 4% de los votos al 27% en pocos meses. Fue una mutación muy rápida que ya conocemos.
Además debemos tener un compromiso común que sea comprensible por los ciudadanos. En el PIE no hay gente que manda y gente que obedece. En el Partido Popular europeo manda la señora Merkel. En el Partido Socialista manda el señor Schulz. El señor Rajoy y los sucesores de Zapatero sólo obedecen.
Lo más importante de estas elecciones europeas es el movimiento por el que los ciudadanos comienzan a liberarse de la idea de que lo único que podemos hacer es sufrir las políticas que imponen los tratados europeos. Es el movimiento de la revolución ciudadana, que empieza por votar en contra de las consignas tradicionales, contra el bipartidismo, contra los partidos oficiales, contra aquellos que han encerrado la democracia en unas fronteras que son cada vez más estrechas.
-El ministro de Interior francés, Manuel Valls, dijo la semana pasada que Francia debería expulsar a los gitanos romaníes. ¿Hay alguna diferencia entre esas declaraciones y aquella famosa frase de Sarkozy cuando era ministro de Interior, que habló de limpiar la chusma de la calle? ¿Es Valls un pequeño Sarkozy en potencia?
-Sarkozy llevaba a cabo una política de derecha sin complejos y Valls lleva a cabo una política de derecha acomplejada. Pero ellos comparten la misma visión contra la delincuencia que en EEUU, que se basa en el choque de civilizaciones. Consideran que una parte de la población es por naturaleza criminal. Ya sea por razones culturales o religiosas. Sin embargo, un ministro del Interior debe encargarse de los crímenes, de los delitos, y no de la población.
El problema es que esta política de seguridad deriva de la austeridad. En Francia hay 15.000 gitanos romaníes. Eso supone unos 2.000 romaníes por municipio. Yo creo que nuestro país es lo suficientemente rico como para poder solucionar los problemas de educación, de alojamiento y de sanidad de 15.000 personas. Pero cuando la austeridad dominante lo único que hace es recortar todo el gasto público, está buscando también cómo ahorrar en estas 15.000 personas. En este momento eso da luz a un discurso que justifica su expulsión por motivos económicos.
Y esto comienza con los romaníes pero sigue después con los ancianos y sus pensiones; con los parados, que no ponen suficiente empeño para encontrar trabajo; con los estudiantes que no tengan buenas notas… Esto, poco a poco, crea una lógica de exclusión general que empieza por la población más frágil y que se puede ver en todos los países que desarrollan políticas de austeridad.
-Nuestro Gobierno, al tiempo que lamenta las muertes en Lampedusa hace todo lo posible para que no entren subsaharianos por Ceuta y Melilla. También toma decisiones como dar un permiso de residencia a los extranjeros que hagan inversiones de 500.000 euros en España, pero niega el acceso a la sanidad pública a los extranjeros sin papeles. Muchos de ellos son los que vinieron a España a trabajar durante la burbuja inmobiliaria y después se quedaron sin trabajo. ¿Vivimos una época de racismo de Estado?
-En Europa se ha sembrado el germen para que haya una guerra de todos contra todos. Los gobiernos están utilizando un chivo expiatorio para proteger a los verdareros responsables de la crisis. El problema no es el inmigrante, son los banqueros. Las personas que han hecho tanto daño a vuestro país son los capitales especulativos, los que han desestabilizado su economía y a su sociedad.
Los gobiernos, al tiempo que protegen a la banca están apuntando el dedo contra los inmigrantes en toda Europa. Y esto provoca el auge de la extrema derecha. La extrema derecha es el mejor guardián del sistema. Es lo que permite decirle a la gente que si hay un cambio, será aún peor de lo que tenemos ahora. Les están diciendo: estáis obligados a aceptar la soberanía limitada, esta oligarquía financiera que se ha instalado en Europa y si no, habrá una dictadura de otro tipo aún más brutal.
Es un juego muy peligroso porque la extrema derecha está llegando poco a poco al poder. En Noruega ya han llegado al Gobierno, en Grecia el Gobierno no ha reaccionado hasta que ha habido numerosos crímenes.
-Ponía el ejemplo de Amanecer Dorado. En España, los ataques fascistas se están multiplicando y en Francia tenemos al Frente Nacional. ¿Cree que Bruselas y los Estados europeos se están tomando en serio la amenaza de la extrema derecha?
-Los dirigentes europeos se alegran del avance de la extrema derecha. Los ataques fascistas se dirigen sobre todo contra sindicalistas y militantes de la izquierda, que son precisamente los adversarios de las políticas neoliberales. Están tratando a los que cometen esos ataques como los primos a los que se les sienta en una mesa aparte porque son violentos y brutos pero a los que se les confía el trabajo y a los que se alimenta a cambio cada domingo.
-Se calcula que este año en España habrá unos 30.000 estudiantes que no podrán ir a la Universidad porque no tienen dinero para pagar las tasas y no pueden optar a una beca. El Gobierno ha reducido las ayudas y el ministro de Educación afirma que sólo los mejores estudiantes deben ser los que las reciban. ¿Esta medida es austeridad pura y dura o forma parte de esa burbuja de la que usted habla en La bombe de la dette étudiante?
-Es una medida de austeridad pero contribuye a preparar a la juventud para ser parte de un engranaje que está al servicio de las finanzas. Lo que están pidiendo a los jóvenes es que se endeuden para conseguir su título y después tendrán que devolverle al banquero esa deuda. De este modo, su objetivo en la vida será pagar los menos impuestos posibles y aceptar las condiciones de trabajo que sean para poder pagar su deuda al banco.
Es lo contrario del sistema de educación gratuito que yo defiendo y en el que el estudiante contrae una deuda con la sociedad y la devuelve de un modo muy distinto. Lo devuelve ayudando a su país. Si quiere ganar mucho dinero, entonces acepta pagar muchos impuestos. Es una deuda patriótica y altruista. El endeudamiento precoz contribuye a fabricar otro tipo de personas que se transforman en capitalistas por sí mismas. Su relación con los demás se ve pervertida y se exoneran de toda responsabilidad con la sociedad que les ha permitido ser lo que es.
-Sin educación de calidad ni derechos laborales, ¿en qué condiciones queda Europa para firmar un Tratado de Libre Comercio con EEUU?
Hay que decir una cosa: el tratado no se va a firmar. Debemos explicar a todo el mundo las consecuencias de este tratado. Este tratado se ha ocultado. Hace más de quince años que han comenzado las negociaciones pese a que no hubiera tomado el carácter oficial que tiene hoy. Los gobiernos saben que si entran en el detalle e informan a la población, los ciudadanos se horrorizarán.
Ese acuerdo trasatlántico afecta a todos los sectores. A la agricultura, a la cultura, al medioambiente. Va a dar una ventaja económica a la producción estadounidense. La Comisión misma prevé que haya una destrucción de empleo masivo en la Industria. Es un tratado que, por ejemplo, consagra los tribunales de arbitraje para arreglar los litigios entre las empresas y los estados. Lo que quiere decir que las empresas escaparán a las leyes de los estados y los estados se tendrán que someter a los derechos comerciales privados que establezcan los tribunales de arbitraje.
Es un paso atrás en la tradición democrática que representa Europa en todo el mundo, así que estoy convencido de que si hacemos el esfuerzo adecuado para explicarlo, la gente no lo aceptará. Las elecciones europeas nos dan la oportunidad perfecta para decir a todo el mundo lo que están preparando en nuestro nombre.