V.V. son las iniciales de un joven rumano que no desea identificarse y que ronda los 30 años. Proviene de una ciudad del centro de Rumanía, muy cercana a la industrial Ploiesti, conocida por su actividad petrolera. A pesar de vivir cerca de esta fuente de riqueza, que abunda en casi todo el país, V.V. […]
V.V. son las iniciales de un joven rumano que no desea identificarse y que ronda los 30 años. Proviene de una ciudad del centro de Rumanía, muy cercana a la industrial Ploiesti, conocida por su actividad petrolera. A pesar de vivir cerca de esta fuente de riqueza, que abunda en casi todo el país, V.V. decidió migrar a Italia hace dos años, cuando ya se constataba como un hecho la quiebra de las economías del sur de Europa. Allí ha estado trabajando en el sector agrícola, casi siempre de forma temporal y precaria.
Las tendencias migratorias de los rumanos se mantienen: Italia y España siguen siendo sus principales destinos «Me gustaría construir mi propia casa en Rumanía con el dinero que gano en Italia», afirma. A pesar de dedicarse al diseño de páginas web para varias empresas en Rumanía, hablar varios idiomas y tener experiencia como fotógrafo, prefiere trabajar en la recogida de fruta del país italiano por un salario mayor.
Si quisiera, hoy podría ir Francia o a Bélgica sin ningún tipo de requisitos. Y es que, siete años después de entrar en la Unión Europea, los rumanos, junto con los búlgaros, pueden trabajar libremente en todos sus países miembros sin ningún tipo de restricciones. El pasado 1 de enero, el comisario europeo de Empleo retiró las trabas administrativas que ocho países comunitarios ponían a los nacionales de estos países balcánicos para trabajar de igual a igual. Alemania, Francia, Reino Unido, Malta, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Austria les pedían un permiso de trabajo o que fuesen autónomos. España también empezó a aplicar restricciones, aunque sólo a los rumanos, decisión que el entonces ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, justificó por la incipiente crisis económica. ‘Temores’ del Reino Unido El cambio ha sentado como un jarro de agua fría en Reino Unido, donde crece el discurso de que una oleada de inmigrantes afectará a su sistema de prestaciones. Por ello, su primer ministro, David Cameron, ya ha anunciado cinco medidas para compensar el fin de las restricciones, tales como limitar el acceso a la vivienda o a la prestación por desempleo. Como contrapunto, cabe destacar la postura de Croacia, el último socio en sumarse a la UE, que actualmente vive un gran desarrollo de su sector turístico y que no ha puesto trabas a la llegada de trabajadores del Este.
A pesar del miedo británico, lo que se viene observando desde hace casi un lustro es que con restricciones o sin ellas y, a pesar de la fuerte crisis, las tendencias migratorias de los rumanos se mantienen: Italia y España siguen siendo sus principales destinos. También los rumanos siguen siendo el colectivo de inmigrantes más numeroso en España, con más de 900.000 personas registradas en junio de 2013. A pesar de la fuerte crisis, el número de inmigrantes se mantiene, algo que llama la atención cuando se comparan ambas tasas de desempleo. Según Eurostat, en los últimos cuatro años, la rumana no ha superado el 7,5%, y a día de hoy es casi cuatro veces más baja que la española.
El coste de la vida en Rumanía es similar a España a pesar de tener los sueldos más bajos de la Unión Europea Pese a estas cifras, en España miles de extranjeros siguen encontrando trabajo, especialmente en el campo, según el Instituto Nacional de Estadística. Una de las razones por las que la tendencia migratoria se mantiene es el salario, ya que, aunque oficialmente en España se oferta muy poco trabajo -recordemos que la economía sumergida se cifra en un 24% del PIB-, el sueldo es muy superior, a pesar de los recortes, a la media de 300 euros de Rumanía. [La ] Es exactamente lo mismo que le ocurre a V.V. con su trabajo de jornalero en Italia, donde apenas llega a los mil euros al mes. «Con lo que gano allí por lo menos puedo ahorrar para lo que quiera. Aunque mi trabajo es duro y las condiciones son precarias, estoy decidido a seguir haciéndolo para ahorrar todo lo que pueda. Si trabajase en Rumanía no podría hacer ese dinero ni de lejos».
El país balcánico aún no tiene el euro como moneda, algo que el presidente Train Basescu lleva años prometiendo. Basescu, quien en los últimos años ha sufrido un descalabro en su popularidad -fue depuesto y volvió al poder en 2012 a pesar de que por referéndum se votó su destitución-, ya afirmaba hace unos años que deseaba entrar en el euro lo antes posible.
Sin embargo, en sus últimas declaraciones afirmó que tal vez la entrada deba posponerse cuatro años más, ya que entrar en la eurozona en 2015, como era su deseo, no sería realista. La economía rumana aún no está preparada para introducir la moneda común, y seguramente no lo hará hasta dentro de cuatro años, según apunta el presidente.
Precisamente, uno de los sectores más atractivos de la economía rumana para las empresas extranjeras es la industria energética, en cuanto a gas y petróleo se refiere. Hace un mes escaso, la empresa estadounidense Chevron detuvo sus perforaciones en la provincia de Valsui al rechazar la población masivamente la técnica de fracking.
Numerosos medios de comunicación internacionales se hicieron eco de la noticia. Actualmente, las protestas continúan en la localidad de Pungesti, en el noreste del país, donde la multinacional estadounidense pretende hacer las perforaciones. Ya se ha celebrado la primera manifestación de este año contra Chevron, a quien se acusa de estar aliada con el Gobierno, después de que el Ejército interviniese en las protestas.
En el plano político cabe destacar que en el mes de noviembre podrían celebrarse las elecciones presidenciales después de una relativa estabilidad política tras la vuelta al poder de Basescu. Así lo anunciaba hace una semana el líder del Partido Nacional Liberal. De momento, para los más de dos millones de rumanos que viven fuera, de los casi 22 millones habitantes de Rumanía, no parece que se den las condiciones para regresar a su país. Eso es lo que mantiene V.V.: «Si hubiese una estabilidad política que, sobre todo, mejorase la economía, sí me plantearía establecerme en mi país».