Más allá de los resultados puntuales, el 5 de octubre en Lima será sin duda, un domingo para el recuerdo. Pero, además, un agitado preludio de lo que se viene. Las elecciones municipales y regionales celebradas en todo el país han generado un cúmulo de interpretaciones. Aunque no se tienen aún los cómputos finales, es […]
Más allá de los resultados puntuales, el 5 de octubre en Lima será sin duda, un domingo para el recuerdo. Pero, además, un agitado preludio de lo que se viene.
Las elecciones municipales y regionales celebradas en todo el país han generado un cúmulo de interpretaciones. Aunque no se tienen aún los cómputos finales, es posible percibir elementos esenciales que se perfilan a partir de la consulta electoral en la que participaron más de 15 millones de peruanos.
Los resultados «a boca de urna» trasmitidos el domingo por la tarde hasta los producidos por el «conteo rápido» de la ONPÊ, confirman largamente lo que avizoraban las encuestas. Extendidas al escenario nacional, arrojan luces que perfilan un marco particularmente preocupante para las elecciones del 2016.
Esto, se veía venir. Y por eso dijimos que ellos no serían sino el «ensayo general» de las elecciones nacionales del 2016. Eso, bien puede ocurrir.
Veamos, entonces, los principales elementos de la confrontación a partir de los resultados obtenidos en las ánforas por movimientos y partidos actuantes en e Perú de hoy.
La victoria electoral de Luis Castañeda en el municipio de Lima tiene varias lecturas. Pero, en todo caso, confirma dos elementos esenciales. Por un lado, el triunfo de los medios de comunicación que lograron cautivar y afectar la conciencia de los peruanos; y, por otro, el peso de la Clase Dominante, que logró desplegar una aplastante ofensiva contra Susana Villarán hasta literalmente hundirla en el referente de los electores.
Es, por cierto, ésta una victoria peligrosa porque se ha afirmado en la concepción más envilecida de la política criolla. En una frase convertida en liturgia: «roba, pero hace obra».
Una expresión similar fue esbozada a comienzo de los años sesenta del siglo pasado, para favorecer la candidatura presidencial del en ese momento ex Dictador, Manuel Apolinario Odría: Entonces, en verso y «por lo bajo», se decía verbalmente, pero no se le daba el crédito de una expresión formal: «Odría robaría, pero haría…».
Aún en ese momento, la frase no ganó mayores simpatías, y el General que la inspiró, fue vencido en una contienda que dejó un ganador neto: Fernando Belaúnde.
Hoy, a diferencia de ayer, la frase se institucionalizó. Y fue mostrada con orgullo por el depositario de la misma, que obtuvo casi el 49% de los votos en la ciudad capital.
Con este esquema mental y por sus antecedentes, los vínculos que maneja y sus relaciones políticas; Castañeda constituye un elemento clave -y nefasto- para la política peruana por lo menos en el futuro inmediato.
Contrariamente a lo esperado, el segundo puesto en la contiende, no fue para Susana Villarán, sino para Enrique Cornejo, ministro del gobierno aprista en las dos administraciones de García, vinculado al Dólar Muc y a la empresa de transportes Orión, a la que benefició durante su gestión al frente del Portafolio de Transportes y Comunicaciones.
La sorpresiva votación de Cornejo, sin embargo, no fue una victoria de su Partido, ni un éxito de Alan García. El Partido hizo muy poco por él, y García lo rehuyó desde un inicio, no por «desapristizar» su imagen, como dice hoy, sino simplemente para evitar que crezca en la mirada de los peruanos.
Y es que en el cielo aprista, Alan García brilla sólo, y opaca a todos. Y no permite, además, que asome nadie que pueda iluminar aunque fuera un centésimo de lo que lo hace él. Para ese efecto, aplica una frase que se le conocía a Juan Domingo Perón: «Cuando una espiga sobresale en un campo de trigo, córtale la cabeza». Así lo hizo siempre, y lo hará ahora (si puede, claro).
El Apra sufrió su peor derrota. En Lima, perdió sus dos últimos baluartes: Breña y Lurín. Y en el norte fue barrido en toda la línea en Trujillo: Perdió el Gobierno Regional, y la Alcaldía; se quedó sin nada, No obstante jugará una carta furtiva: respaldará de modo cerrado a Castañeda para que -a cambio- éste apoye a García el 2016.
Alan piensa que, así podrá vencer a Keiko en una segunda vuelta y ganar, por tercera vez, la Presidencia de la República. Tres veces alcalde uno, y tres veces Presidente el otro, buscan constituir una buena oferta para un electorado confundido, y sin capacidad de resistencia.
Susana Villarán, colapsó. No le funcionó nada. No ganó en ninguno de los distritos de Lima, lo que demostró que había escogido mal a sus candidatos en la capital. Tampoco tuvo aliados fuertes. Unos, estaban marcados por antecedentes negativos -como Toledo y la Freitas– Y otros, eran apenas una pila de membretes que carecen de la más mínima representación. Estos últimos, no alcanzaron siquiera un puesto de regidores, en ningún distrito de la capital. Esa, la «Izquierda Oficial», marchó de la nada a la nada, pasando por la nada.
Lo de Gregorio Santos -encomiable victoria- fue un triunfo relativo. Con él, se ganó el Gobierno Regional, pero el Municipio de Cajamarca fue alcanzado por la banda fujimorista. Esa dualidad de mandatos permitiría preguntarse ¿fue entonces, realmente, una victoria de la izquierda?
Santos capitalizó bien su situación episódica. Asomó como víctima. Y polarizó acertadamente su lucha mimetizándola con los intereses de su pueblo, que no quiere a Yanacocha ni está dispuesto a entregar ni los yacimientos auríferos de conga, el agua de sus lagunas, ni el cerro Quillish.
Su triunfo, es una buena carta. Y se proyecta con perspectivas interesantes, a condición que, por un lado, se libre de sus enredos judiciales; y, por otro, no se deje ganar por la soberbia ni se sienta el «candidato natural» para el 2016. El hegemonismo y el sectarismo, lo podrían perder.
La debilidad de la izquierda no se registró solo en Lima. En baluartes tradicionales de las fuerzas progresistas -Arequipa, Cusco y Puno, unidas a las localidades del Trapecio Andino- cundió la dispersión; y fue notable la ausencia de identificación del electorado con las propuestas que levantaran en sus nombre aún los movimientos regionales. Por eso en toda esa región nadie obtuvo ninguna mayoría. En el propio Junín, la votación de Perú Libre, fue inferior a lo esperado.
Si, de modo general, los partidos sufrieron una estrepitosa derrota, la de la Izquierda resulta más preocupante porque constituye el colapso final de una crisis que se ha prolongado indebidamente casi 30 años, en los que caciques impresentables se han atornillado en membretes partidistas que carecen de representación.
En este marco, lo que se viene es particularmente preocupante. Una alianza entre el narcotráfico y la corrupción ha ganado puntos en la mayoría de los gobiernos regionales y en los principales municipios del país. Y buscará consolidar su Poder el 2016, a cualquier precio. Eso, se sabía. Lo nuevo, es que ahora está en mejores condiciones que antes.
Debiera decirse, sin embargo, que esto, no es definitivo. No lo es, porque aun está el pueblo, que tendrá un espacio de reflexión y podrá darse cuenta, antes del 2016, lo pernicioso de la gestión que ha elegido en plazas importantes, como la capital. Y porque está en marcha, también, el proceso liberador latinoamericano que alguna influencia ha de tener sobre la conciencia de los peruanos. Las victoria de Dilma en Brasil; Evo, en Bolivia; el Frente Amplio, en Uruguay y el triunfo de las fuerzas progresistas en Argentina; confirmará un derrotero liberador en nuestro continente. Eso, despertará algunas conciencias hoy aletargadas.
La victoria circunstancial de las mafias es eso: circunstancial. Un paso en falso y un revés transitorio. No hay que sacralizar a nadie. Las masas, también se equivocan.
En Italia, hubo quienes cayeron en el escepticismo cuando Silvio Berlusconi se impuso, en una horrenda amalgama de fascismo, y de Mafia. Pero Berlusconi fue abatido. En ese espejo, debieran verse los facinerosos de aquí.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
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