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25 años de la invasión a Panamá, memoria colectiva y las nuevas generaciones

Fuentes: Rebelión

Nos gustaría dejar algunas ideas sobre la relación de las nuevas generaciones, con un hecho tan traumático y doloroso como la Invasión norteamericana a Panamá hace 25 años, hecho sin el cual no se explica el país que tenemos hoy. La primera idea que queremos colocar para el debate, parte de lo que denominamos, el […]

Nos gustaría dejar algunas ideas sobre la relación de las nuevas generaciones, con un hecho tan traumático y doloroso como la Invasión norteamericana a Panamá hace 25 años, hecho sin el cual no se explica el país que tenemos hoy.

La primera idea que queremos colocar para el debate, parte de lo que denominamos, el desfase generacional; yo soy parte de los 1,532,615 panameños que nos encontramos en el rango denominado «población joven»; es decir que éramos muy pequeños o no habíamos nacido, cuando se dio la Invasión, por tanto no la vivimos.

Esta situación se convierte entonces en el primer escollo para vincular conscientemente a la juventud de hoy, con los hechos del 20 de diciembre; ese 46% de la población joven, no solo no vivió la Invasión, tampoco conoció realmente el enclave colonial denominado «Zona del Canal», ni el régimen militar junto a sus estructuras represivas; esto sumado al hecho de que asistíamos a un cambio de época en el contexto internacional, cuando el orden bipolar establecido con el fin de la Segunda Guerra Mundial saltaba por los aires, por el derrumbe de la Unión Soviética y del llamado «socialismo real», dando paso al mundo unipolar con su centro hegemónico en Washington.

Una parte importante de la sociedad panameña enfrenta esta complejidad que dificulta la comprensión de conceptos y narrativas pre-Invasión, que hoy son casi inexistentes en el imaginario juvenil panameño; que no se circunscribe solo a un problema metodológico de la enseñanza de la historia en el sistema educativo nacional (que también), donde fácilmente podemos encontrar estudiantes de los niveles medios o superior, que desconozcas momentos históricos determinantes en nuestro país como la firma de los Tratado Torrijos-Carter y Régimen de Neutralidad, las gestas del 9 de enero de 1964; o el papel jugado por un héroe como Victoriano Lorenzo, o de complejos personajes como Arnulfo Arias, Omar Torrijos.

Un ejemplo del paroxismo de esta situación lo encontramos en la noción de un concepto como «imperialismo», sin el cual no se puede entender la historia de América Latina, y ni hablar de la historia de nuestro país; con excepción de reducidas expresiones políticas universitarias criticas, este concepto se encuentra ausente de los documentos, publicación y discurso de los jóvenes de todos los grandes partidos políticos, de organizaciones cívicas, solo tratado en espacio académicos, mas como un elemento historiográfico que un elemento de opere realmente en el mapa político nacional e internacional.

Es decir, conceptos y narrativas que para las generaciones anteriores eran entendidos comunes o cuando menos no les eran extraños, ahora son casi inexistentes; a esta situación, tenemos que, además, enfrentarnos a las señalamientos sobre los jóvenes de hoy, como únicos responsables de nuestra propia desmemoria e inconsciencia; para nosotros esos planteamientos son simplismo que no explican nada.

Desde nuestra opinión, no se puede entender el comportamiento de la actual juventud sin contextualizar el modelo de sociedad post-Invasión en la que crecimos. A nuestra generación le tocó crecer bajo un modelo político, económico y sobre todo ideológico, que vino a imponer una serie de categorías y narrativas «nuevas», que arrasaron con toda idea nacionalista, antiimperialista, progresista y popular; hablamos claramente del neoliberalismo, que los norteamericanos reafirmaron a bombazos en 1989. Y decimos reafirmaron porque ya desde los años 80’s, los militares habían iniciado este proceso principalmente con Ardito Barletta y Eric Del Valle, con golpes fondomonetaristas de desregularización laboral, intentos de privatizaciones de servicios elementales, etc., con el inevitable costo humano en hambre, pobreza y desigualdad que deja este tipo de políticas económicas en los países donde se aplica.

En el plano político, la Invasión de los Estados Unidos finiquitó el régimen surgido del golpe militar del 68, sustituyéndolo por el régimen bipartidista vigente hoy, construido sobre una narrativa de «vuelta a la democracia».

El último gobierno del empresario Ricardo Martinelli hizo aun más visibles las fisuras de la «democracia panameña», dando paso a un crisis de credibilidad, como de las propias instituciones del Estado; si bien el régimen anterior no era democrático, el vigente dista mucho de ser una democracia real.

Entre las instituciones más desprestigiadas de la «democracia» post-invasión, se encuentran los principales espacios de participación política del régimen bipartidista, los partidos políticos; los cuales, sin temor a equivocarnos, se han convertido en clubes electorales y trampolines de la oligarquía panameña para asaltar los bienes públicos.

Para nosotros es importante señalar que los grupos de poder, detrás de cada partido en Panamá, han demostrado en los últimos 25 años que no deben (ni quieren) salirse del orden establecido por la Invasión; y el mantenimiento de ese orden pasa por no cuestionar ni un ápice de lo ocurrido el 20 de diciembre. Este comportamiento de los grupos político-empresariales del país (los que financian las campañas tanto dentro como fuera de los partidos) se explica en el instante en que comprendemos que los intereses de esta clase están alineados con los intereses de los Estados Unidos, en contraposición evidente con los interese de la mayoría del pueblo panameño; por tanto es fácil para ellos fijar un pacto de silencio y olvido, que no es otra cosa que traición a todos los asesinados durante la Invasión.

He aquí nuestro segundo punto, que enlazamos con el anterior, para concientizar a nuestra generación hay que construir nuevas estructuras de participación, amplias, democráticas y verdaderamente criticas; donde con plena seguridad tendrán cabida también los ciudadanos honestos y patriotas de los partidos políticos, no comprometidos con los intereses de esa clase oligárquica.

De esta parte, sintetizamos que buscar la verdad y la justicia sobre la Invasión implica cuestionar el régimen nacido de ella, es la nueva narrativa que creemos necesaria las nuevas generaciones conozcan. Argumento que sostenemos, sobre la base de que gran parte de los problemas que nos afectan hoy a los jóvenes son el resultado de la imposición a sangre y fuego del régimen post-Invasión.

Incluyendo además el levantar la idea de que, los ocurrido el 20 de diciembre no fue solo una infamia contra los fallecidos y sus familiares; fue con toda seguridad una ofensa suprema contra la Patria, que buscaba por parte de los Estados Unidos, no solo objetivos geopolíticos, sino también buscaba destruir parte de la esencia misma del ser panameño, nuestra identidad antiimperialista y anticolonialista; la historia de nuestro pueblo ha demostrado que no se puede ser panameño sin ser antiimperialista.

Consideramos necesaria incluir con mayor fuerza y sin miedos en esa nueva narrativa, a los que resistieron a los invasores -civiles y militares-; un ejemplo de ello han sido la consistencia firme de los compañeros del Comité de Familiares de los Caídos del 20 de Diciembre de 1989 que durante 25 años han exigido justicia y que se declare día de duelo nacional; pero también hay que buscar la rehabilitación de imagen pública para los combatientes, de aquellos que murieron defendiendo este país, ellos merecen ser condecorados, avenidas y escuelas deben llevar sus nombres, dándoles el lugar que se merecen y que han sido alejado durante tantos años de la memoria de los jóvenes, por los delincuentes que han gobernado este país por los últimos 25 años… nuestros héroes que hoy son anónimos, son los que realmente merecen honores de Estado.

Es una lucha dura y desigual, sin duda, pero allí es donde las nuevas generaciones debemos dar nuestro aporte, para reconstruir nuestra memoria; allí podrían ser de utilidad las experiencias argentinas de las Madres de Plaza de Mayo, que levantaron enormes cantidades de datos que permitieron acercar más la justicia a las víctimas y fortalecer la memoria colectiva; no se puede esperar que desde el Estado se den esas iniciativas, mientras estén en el poder las clase político-empresarial corrupta que vive del pacto de silencio y olvido; la respuesta debe venir del movimiento social y popular.

Se hace necesario internacionalizar la lucha y actualizarla al momento histórico que vivimos; hoy muchos países del continente están amenazados por el afán norteamericano de apropiación de recursos y control estratégico; financiando golpes de Estado, promoviendo saboteos económicos y masivas campañas medicas de desprestigio; lo que hoy se hace contra varios gobiernos independientes y progresistas de América Latina, en esencia es el mismo tipo de agresión imperialista que sufrimos nosotros. Debemos tener claridad que la pelea no ha terminado, los norteamericanos siguen en nuestros país bajo otras formas y figuras de dominación; recuperamos el Canal, pero no lo soberanía plena; el 20 de diciembre vino a retrasar los avances en la lucha por la recuperación de nuestra soberanía e independencia que habíamos conseguido hasta esa fecha.

Desde nuestra opinión, la mejor forma de honrar a esos hombres y mujeres que ofrecieron lo más preciado, su propia vida, resistiendo al invasor; para que sus muertes no hayan sido en vano; hay que ser patriotas como ellos, y seguir luchando por su memoria pero materializándola en acción política, en busca de la conquista de nuestra soberanía e independencia plena, aquel horizonte que señalaron los mártires en Enero hace 50 años.

Juan Alberto Cajar, dirigente estudiantil universitario; militante de la organización juvenil panameña, Conciencia Colectiva.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.