Raúl Román

Artículos

Todo régimen político, como expresión del eventual status quo de la correlación de fuerza entre las clases, busca y buscará institucionalizar cualquier crisis que tenga, tanto por medio de la consabida opción de “dejar que las instituciones funcionen” como por la de recanalizar eventuales quiebres institucionales, como fue el plebiscito.

Hace unos cuantos documentos atrás señalábamos, al tratar de sintetizar la situación política, que la crisis del régimen se podía explica de la siguiente manera; “la burguesía no puede y la clase trabajadora no sabe”. Este fue un acierto expositivo y analítico, sin embargo, amerita una explicación más profunda, producto de que los factores en juego en la crisis política del régimen y la situación, son altamente inestables.

Cual ebrio que terminará por caerse, Piñera extiende su agonía, tratando de asirse de espejismos políticos, que por su propia desesperación levanta como fugaces experiencias que sólo aceleran su derrotero, quedando ante si, el vacío.

Para las fuerzas revolucionarias de la clase trabajadora, sea de vanguardia o de base, este es un problema que debe estar provocando más de algún dolor de cabeza. Ante la perspectiva concreta de que la situación política se siga profundizando y termine con la salida de Piñera, en un contexto de profunda deslegitimación del régimen político burgués, se abren innumerables posibilidades y perspectivas revolucionarias.

Ha quedado muy claro que los últimos seis meses, en cuanto a la pandemia del Covid-19, ha sido una crónica de una muerte anunciada, es decir de un desastre sanitario que se incubo, maduro y ha comenzado a dar muestras de sus brutales efectos.

La situación política nacional está marcada por una crisis política abierta desde el 18 de Octubre del año pasado. La podríamos caracterizar como una crisis revolucionaria, pero en el contexto de una revolución democrática, donde la elasticidad está dada por la democracia burguesa.