El triunfo electoral del profesor rural Pedro Castillo de Perú Libre sobre Keiko Fujimori de Fuerza Popular por más de cuarenta mil votos, en la segunda vuelta electoral del pasado 6 de junio, que representa el ascenso sorpresivo del Perú popular, profundo y plebeyo, está siendo sometido a un proceso conspirativo que intenta desconocer los resultados de la urnas utilizando los mismos recursos y tácticas que se utilizaron en Estados Unidos por parte de Donald Trump en enero de 2021 y en Bolivia por Carlos Mesa Gisbert en octubre-noviembre de 2019.
Primero ha sido el discurso de fraude electoral que, sin pruebas ni evidencias, manifestaron los perdedores y divulgaron los grandes medios de comunicación privados, las redes de internet y las campañas publicitarias, luego la movilización de sectores medios y acomodados urbanos, después las acciones violentas de grupos de provocadores organizados y financiados por las oligarquías conservadoras locales y finalmente las acciones paramilitares, en el caso norteamericano, y policiales y militares, en el caso boliviano, con amenazas o ejecución de Golpes de Estado.
En el caso de Estados Unidos, Trump y los sectores supremacistas y conservadores fueron desarrollando desde inicios de 2020 una campaña con argumentos como la injerencia de China y Rusia en las elecciones, el fraude electoral, “el comunismo de los demócratas Joe Biden y Bernie Sanders” hasta culminar con la presión sobre los órganos electorales para manipular resultados y el asalto violento de los edificios del Capitolio en Washington, donde se encontraban los representantes y senadores aprobando los resultados de las elecciones; provocando la muerte de seis personas.
En Bolivia para el Golpe de Estado se utilizó un libreto de desestabilización y propaganda gestado desde principios de 2019 con una fuerte campaña y propaganda desde canales de televisión, periódicos, agencias de noticias y radios, junto a redes virtuales con el argumento del fraude electoral y el anticomunismo y, cuando ganó los comicios Evo Morales del Movimiento Al Socialismo (MAS), culminó con el incendio de las Cortes Electorales Departamentales, el motín policial y la insubordinación militar que impuso un gobierno de facto respaldado por Estados Unidos y Brasil, el mismo que ejecutó las masacres de Senkata, Sacaba y el Pedregal con más de treinta y cinco muertos de El Alto, La Paz y Cochabamba.
En el Perú, la campaña fujimorista, apoyada por las transnacionales y los grupos empresariales más poderosos, se concentró inicialmente en descalificar el “comunismo y el terrorismo” de Pedro Castillo con grandes campañas publicitarias en los medios de comunicación y en las calles y avenidas de Lima y otras ciudades, luego con denuncias totalmente infundadas de fraude electoral cuando se consolidó el triunfo de Perú Libre y ahora con manifestaciones callejeras conservadoras y anticomunistas y pronunciamientos de militares retirados que convocan a llevar adelante un Golpe de Estado.
Lo indudable es que en la región sudamericana los pueblos se encuentran en apronte frente a los gobiernos neoliberales y conservadores, tales las movilizaciones en Chile, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú o Bolivia desde 2019 hasta ahora y nuevamente se alzan las banderas bolivarianas del proyecto de integración emancipadora en América Latina y el Caribe para enfrentar las crisis económica, sanitaria y climática y las agresiones del poder imperial norteamericano.
*Sociólogo boliviano y docente de la UMSA.