Andaban ciertos círculos políticos y periodísticos occidentales especulando sobre el silencio de China en la crisis entre EEUU y Rusia, con la OTAN y la UE –que son lo mismo hasta que se demuestre lo contrario- de polichinelas y comparsas.
En su ansiedad, hasta sacaron un bulo de que el gobierno chino había pedido a Rusia que no invadiera Ucrania. El 27 de enero pasado el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, se encargó de dejar las cosas claras. En una conversación con Anthony Blinken, Yi le señaló con claridad meridiana que “las preocupaciones de seguridad de Rusia deben tenerse en cuenta y recibir una solución”. “La seguridad de un país no debe estar a expensas de la seguridad de otros, y la seguridad regional no se debe garantizar mediante el fortalecimiento o incluso la expansión de los bloques militares”. “Las preocupaciones legítimas de seguridad de Rusia deben ser tomadas en serio y abordadas” dijo Yi. Queda claro. China respalda a Rusia y se opone a la política de EEUU.
Hay que estar muy ideologizado o ser un desinformado para pensar, siquiera sospechar, que la República Popular China iba a darle la espalda a Rusia y, menos aún, dejarla sola en el desafío planteado por EEUU. Y nos referimos única y exclusivamente a EEUU, porque todo este enredo es obra suya y EEUU lo controla. En este asunto, como en muchos otros, la UE no pinta casi nada. Hablar con la UE es perder el tiempo, pues, en asuntos graves como la paz y la guerra, hablan los que mandan, no los que figuran.
En un artículo anterior referimos que la sociedad internacional la componen 193 Estados y 7.800 millones de habitantes. Como bien señaló Vladimir Putin, la UE, en su proceso de desintegración interna, se ha convertido en una asociación de micros y pequeños Estados, con muchos nombres y poca chicha. Si entramos en la página oficial de la UE leemos lo siguiente: “La UE tiene una superficie de 4 millones de km² y una población de 447,7 millones de habitantes”. 4 millones de kilómetros cuadrados y 27 países miembros, lo que daría una media de 148.000 kilómetros por país. Ahora bien, si se sacan a los ocho países más grandes (Francia, España, Suecia, Alemania, Finlandia, Polonia, Italia y Rumania), que suman 2,5 millones de kilómetros cuadrados, los 19 restantes de la UE sumarían 1,5 millones de kilómetros. La Rusia europea tiene 4 millones de kilómetros cuadrados, es decir, la misma extensión que toda la UE, lo que da medida de la pequeñez comunitaria y de su mínima extensión en el planeta Tierra. México, en territorio, equivale al 50% de la UE; Irán, a un 45% y así sucesivamente. En Latinoamérica, el país más pequeño es El Salvador, con 25.000 kilómetros, pero este pequeñín es un gigante al lado de Malta, Chipre o Luxemburgo.
Claro, dirán, pero no hay ninguna región más rica en el mundo que la UE. Muy cierto, tan cierto como que su porcentaje en el PIB mundial es decreciente. No es menester entrar en juegos de cifras, pues lo que es evidente no necesita explicación. De igual forma que ocurre con la extensión territorial, si a la UE le extraemos el PIB de Alemania, Francia, Italia y España, la UE desaparece del mapa económico mundial. No hace falta hablar del crecimiento espectacular de China para comparar. Vayamos a los de India, Indonesia, Irán o Corea del Sur. Que los medios de comunicación del llamado Occidente obvien sistemáticamente a esos países no les quita su creciente relevancia en la sociedad internacional y en la economía y el comercio planetarios. Los PIB de Polonia (553.000 millones de euros) y de Suecia (475.400 millones) son inferiores al de Irán (723.000 millones) y casi la mitad del de Indonesia (928.000 millones).
La estulticia y pequeñez con la que se informa del mundo lleva a creer que la UE posee un poder que no posee y que su situación en el mundo es la que no es. A su vez, esa percepción errónea del mundo y de la situación real de la UE lleva los dirigentes comunitarios de casi todos los colores a adoptar posiciones políticas, económicas, comerciales y militares más instaladas en el siglo XIX –cuando los imperios europeos dominaban todo- que en este siglo XXI, donde, por quedar, no queda nada de aquella Europa imperial, excepción hecha de los sueños de grandeza.
Puede tomarse como ejemplo el uso que hacen en EEUU y la UE del concepto de sociedad internacional. Es usual oír, leer y ver a líderes occidentales referirse a la sociedad internacional como si la sociedad internacional fueran ellos. “La comunidad internacional condena”, La comunidad internacional rechaza”. Pero, ¿desde cuándo EEUU o la UE “son” la comunidad internacional? Tal usurpación es reflejo del caduco imperialismo que les hace creer que la parte –cada vez más pequeña- es el todo, y el resto a callar. La realidad es que la única organización que representa legítimamente al mundo es la ONU y su portavoz es su secretario general.
Viene todo esto a cuento de la crisis entre EEUU y Rusia. Hasta el momento, no hemos visto ni oído que ningún país del mundo apoye la política de EEUU, con la claridad con que China ha apoyado a Rusia. Al respecto, el silencio es atronador, sobre todo si se considera que tanto EEUU como la UE apoyan descaradamente a decenas de satrapías como la saudita o la marroquí. Por no haber, no hay siquiera consenso dentro de la UE. Suecia y Finlandia no dicen nada. Alemania está muda, pero el jefe del almirantazgo criticó a la OTAN y fue obligado a dimitir. El presidente croata ha dicho que, si hay conflicto en Ucrania, retira hasta al último de sus soldados, que Croacia no tiene nada que hacer ahí (podrían seguir el ejemplo en España, pero es más fácil que aparezcan marcianos a que eso ocurra). En Bulgaria están sudando frío del temor a que EEUU los arrastre a un conflicto que no quieren. Entonces, ¿quién apoya a la UE/OTAN? Nadie. Y nadie les apoya porque, aunque en la UE lo hayan olvidado, en el resto del mundo no olvidan las guerras de agresión contra Yugoslavia, Iraq y Afganistán. No olvidan la destrucción gratuita de Libia, el apoyo a Israel, el maltrato a los inmigrantes…
Tampoco olvidan los resultados. La UE/OTAN ha ido de fracaso en fracaso en su política guerrerista. Toda la inmensa parafernalia militar de Occidente, toda la potencia militar de la OTAN –la mayor del mundo- de nada sirvió en la guerra contra ejércitos de desharrapados que combatían con bombas artesanales en los países invadidos, hasta terminar con la bochornosa retirada de Afganistán. Si la UE/OTAN ha fracasado ante esos adversarios ¿qué puede esperarse cuando esos adversarios sean Rusia y China? ¿Cree alguien, realmente, que algún país del mundo moverá un dedo para socorrer a los comunitarios atlantistas? ¿Que vendrá Superman?
Los ejércitos atlantistas en los países invadidos bombardeaban bodas, fiestas familiares, escuelas y poblaciones enteras en su miedo cerval a tener bajas. Una de las causas de sus derrotas es que no se va a la guerra para tener a los soldaditos metidos en cuarteles convertidos en guarderías y rehuyendo el combate cuerpo a cuerpo para evitar las muertes. Si esa es la doctrina militar atlantista, ¿cómo la aplicarían con Rusia o China, países que, a lo largo de su historia reciente, han demostrado una capacidad de lucha y sacrificio infinita? ¿Creen que EEUU se enredará en una guerra por la UE? ¿Alguien lo cree realmente? En EEUU viven acongojados, terriblemente acongojados, por el vasto poder militar que está desarrollando China, entre otras razones porque saben que los chinos están dispuestos a ir a la guerra y se están preparando para ella. También lo están con las avanzadas capacidades de Rusia. Puede que ambas potencias se coordinen, llegado el momento, para quebrar el espinazo del imperio estadounidense. ¿Irán los comunitarios a morir por EEUU? ¿Tan pendejos serán?
Pongámonos en el más apocalíptico de los escenarios: una guerra nuclear, aunque sea limitada. El arsenal nuclear ruso da para no dejar en la UE piedra sobre piedra. En sus exiguos 4 millones de kilómetros cuadrados la población morirá del impacto de las ojivas nucleares, de radiación o de hambre, pero morirá. Al contrario de lo que ocurrió con las dos guerras mundiales, que decenas de millones de europeos emigraron al continente americano y a las colonias, ahora no habrá sitio al que emigrar. Se tendrán que quedar en sus territorios, pues nadie en el mundo querrá recibirlos. Pensemos en Rusia. Con sus 17 millones de kilómetros cuadrados puede perder 4 o 5 millones de kilómetros, pero tendrá otros 12 millones para reconstruirse. El cambio climático está yendo a su favor, pues hay, ya, centenares de miles de kilómetros que se han vuelto habitables, con agua abundante, energía infinita y tierras cultivables. Rusia subsistiría a una guerra nuclear limitada, pero la UE/OTAN no. Sería el fin de Europa, un fin merecido por su pusilanimidad y cobardía ante EEUU, que, muy seguramente, buscará cómo salvar su pellejo.
No es posible derrotar a Rusia, dijo hace poco Vladimir Putin. Una verdad sostenida por la historia, desde el sueco Carlos II, que salió huyendo cojo de Rusia a pedir asilo al sultán otomano, en el siglo XVIII, a las huestes de Hitler, que fueron trituradas por el Ejército Rojo, pasando por la Grande Armée de Napoleón Bonaparte y que marcó el fin de su imperio.
¿Cree alguien que Rusia teme a la OTAN? Si lo creen, créannos a nosotros y nos compran lindos y espaciosos solares en la Luna, que estarán disponibles en breve tiempo. Crean mejor que, en su momento, cuando llegue el momento, que eso lo decidirán Rusia y China, verán ustedes que Rusia no invadirá Ucrania. Invadirá los países bálticos para retar a la OTAN a una guerra nuclear. No porque los bálticos valgan una guerra –realmente no valen nada- sino para definir lo que debe definirse y demostrar quién tiene lo que debe tener. Es decir, misiles hipersónicos nucleares, drones nucleares del fin del mundo y una voluntad nuclear de hierro. En ese momento habrá que ver a los gallitos de circo que pululan en Bruselas.
Va otra pregunta: ¿alguien ha visto manifestaciones masivas antirrusas en Ucrania? Si las han visto, nos dicen dónde, porque nosotros no hemos visto ninguna. Tampoco hemos podido ver a decenas de miles de voluntarios alistándose en el ejército de patriotas ucranianos. Cuando los gringos amenazaban invadir Nicaragua, el gobierno revolucionario llamó a las armas a los ciudadanos. Fuimos decenas de miles y miles, a lo largo y ancho del país, anotándonos e incorporándonos a las milicias populares. No nos invadieron porque los gringos supieron que, si invadían Nicaragua, íbamos a incendiar toda Centroamérica y habría una hecatombe regional. Se repartieron 250.000 fusiles AK-47 entre la población. Eso se hace cuando una mayoría de un pueblo está dispuesta a luchar y morir por lo que cree y el gobierno confía en su pueblo.
Algo debe de saber a ese respecto el gobierno pelele de Ucrania, pues no ha hecho una sola llamada a la movilización popular, ni ha repartido armas entre la población. Imaginen el ridículo que haría si, haciéndola, llegan cuatro gatos. O que, si reparte armas, tema o sepa que Ucrania se hundirá en una guerra civil entre los nacionalfascistas ucranianos y la mitad de población que es rusa o prorrusa. ¿No lo habían pensado? En fin, para hablar de guerras, hay que conocerlas un poco. Y siguen estando accesibles los terrenos y viviendas en Nueva Zelanda. Apúrense.
Augusto Zamora R. Autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (3ª edición, 2018); Réquiem polifónico por Occidente (2018) y Malditos libertadores (2ª edición 2020)
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