A modo de introducción
La Asamblea Legislativa de la República de El Salvador aprobó el 27 de marzo de 2022 el decreto 333 en el cual se declara el «RÉGIMEN DE EXCEPCIÓN» en todo el territorio nacional, por el plazo de treinta días, debido a las graves perturbaciones del orden público por grupos delincuenciales (las maras o pandillas) que atentan contra la vida, la paz y la seguridad de la población. De los 71 diputados ahí presentes (84 en total) 67 votaron a favor y cuatro se abstuvieron. Eso significó luz verde para el inicio de la campaña político-militar y propagandística contra las maras, en el marco de una guerra caracterizada como “total” y sin tregua. Razia que desde décadas era necesaria, puesto que los gobiernos anteriores de ARENA y del FMLN estuvieron más preocupados en mantener sus cuotas de poder, sacrificando la paz y seguridad pública, el orden y la tranquilidad de la ciudadanía. A tal grado, que las pandillas criminales se convirtieron con el devenir de los años en un poder fáctico político-paramilitar paralelo al gobierno.
La “paz” negociada entre ARENA y el FMLN en 1992 representó, de hecho, solo el final del conflicto armado y de la disolución del FMLN como estructura militar. Pero esto no conllevó ningún cambio significativo a nivel socioeconómico para las grandes mayorías populares. Es decir, el statu quo que fue la causa principal de la guerra civil sigue vigente. Por lo tanto, el ciudadano de a pie en El Salvador continuó viviendo en la zozobra y en la pobreza y la “calle”, dominada por los mareros, se convirtió en una especie de ruleta rusa salvatrucha. Una “guerra” social con características nuevas y diferentes que generó un estrés psíquico-emocional extremo añadido al cotidiano. ¡Y vaya que los salvadoreños estamos acostumbrados a la violencia! Pero es sumamente difícil vivir o sobrevivir así, en un clima de permanente violencia y con el agravante de altos niveles de pobreza. Condiciones de vida inhumanas que deshumanizan más a la sociedad. Nos acostumbramos a vivir de acuerdo con la consigna: ¡Sálvese quien pueda!
Estado de sitio “M”
El “régimen de excepción” o estado de sitio es un concepto jurídico internacional que equivale al de estado de guerra, y por ello se concede a las fuerzas armadas y a la policía, facultades extraordinarias en cuanto a la administración de jurisdicción y resguardo del orden público, pero también para hacer uso de la violencia institucional.
Nayib Bukele haciendo gala de su maestría con el manejo de los medios de comunicación modernos (YouTube, Twitter y otros) ha sabido promover y vender “su guerra total” a nivel nacional e internacional. La antología de videoclips con la que diariamente alimenta él o su equipo y seguidores a los youtuberos y tuiteros nacionales y extranjeros bien debería llamarse Estado de Sitio “M” (de maras).
La imagen pública que se tiene del presidente salvadoreño es la de un joven pulcro, aséptico, de buenos modales, elegante, sano, deportista, bien nutrido y muy catrín, seguro de sí mismo, ducho en la retórica y de alguien quien además se ducha mucho. Ese es el Bukele, el sunnyboy, marca registrada, como salido de un catálogo de moda. No obstante, del lado opaco de Nayib nada se sabe.
En El Salvador los videoclips han sido bien recibidos por la audiencia internáutica y es evidente que la guerra total contra las Maras la está ganando el gobierno. Tanto es así, que Nayib Bukele ni corto ni perezoso no pierde oportunidad alguna para colocarse a motu proprio, medallas y galardones que le permiten aumentar en la ciudadanía la popularidad, la simpatía y el apoyo electoral de cara al futuro.
No así en el extranjero, especialmente en Europa y los Estados Unidos, donde las opiniones son controvertidas y más bien negativas. Aunque hay que reconocer que el guion del “corto metraje”, Estado de Sitio “M”, ha sido bien concebido, así como la bien lograda puesta en escena con todo lujo de detalles; sobresale la actuación magistral del personaje principal (Nayib Bukele) y la de los actores secundarios (Ministro de Seguridad Pública y el Director o Subdirector de la “Mega-Cárcel” en Tecoluca (lugar de búhos en Náhuatl) y, last but no least , salta a la vista la auténtica, patética y original actuación de los miles de extras, es decir, la mara anónima “M”. En fin, se tiene la impresión de estar viendo una película de Hollywood. A pesar del éxito promocional, no creo que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas le otorgue al director cinematográfico guanaco, Nayib Bukele, algún premio óscar. Ni Bukele es Costa-Gavras, el nonagenario director cinematográfico griego, ni “M” es “Z” (la mejor película de habla no inglesa en 1969). Ya quisiéramos que toda la violencia que vive El Salvador desde hace muchos años fuera ficción. Desgraciadamente no es así. Es la cruda realidad.
Viendo en los videoclips la tendalada (cantidad) de mareros en fila india corriendo con la cabeza gacha y escuchando los comentarios oficiales de las autoridades, uno tiene la sensación de que los policías (los supuestos “buenos”) estuvieran arreando a los mareros (los realmente malos) como si de ganado vacuno o porcino se tratara. Más allá de los crímenes y atrocidades cometidas por los malos en nombre de las pandillas, el hecho es que no podemos dejar de considerar que se trata de seres humanos por muy atroces y aberrantes que hayan sido sus crímenes.
La deshumanización de la humanidad
El fin primario de todos los conceptos humanistas que han existido hasta nuestros días, desde el humanismo renacentista hasta el humanismo marxista, ha sido el desarrollo integral de los valores del ser humano. Es decir, hacer más humana a la humanidad. Sin embargo, cuando vemos las imágenes de El Salvador y del mundo entero, comprobamos que el hombre se deshumaniza cada vez más. Que los mareros estén en la cárcel por los crímenes y delitos cometidos con el salvajismo típico de personas deshumanizadas es lógico y comprensible. Sin lugar a duda, han violado las leyes de El Salvador y la justicia los condenará. No puede ni debe haber perdón. Lo más preocupante es que observo un proceso de deshumanización desde el presidente de la república, Nayib Bukele, hasta el salvadoreño de a pie. Entiendo y comprendo la rabia, el odio y el deseo de venganza contra las pandillas criminales. Pero ni la autorización legislativa ni el apoyo popular mayoritario puede significar la legalización y legitimación de la deshumanización en un estado de derecho.
Nayib Bukele tendría aquí la oportunidad de demostrarle al pueblo salvadoreño y al mundo entero que es un dirigente de altura, un fuera de serie manifestando sabiduría, cordura y ecuanimidad. Pues todo dirigente político que quiera realmente el bienestar y el desarrollo integral de la sociedad debería saber que los valores ético-morales son tan importantes como el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a la libertad, a la vivienda, es decir, el derecho a vivir con dignidad; son tan importantes como las autovías, los puertos y aeropuertos, las computadoras y celulares. Entonces, cuando el gobernante se pone como meta estratégica humanizar a su sociedad no debería seguir los consejos del Príncipe de Maquiavelo, puesto que el camino maquiavélico conduce siempre a un callejón sin salida. La historia antigua y contemporánea está plagada de gobernantes amados y temidos simultáneamente, quienes al final de sus días fueron asesinados por las masas enfurecidas.
Ni dictaduras ni dictablandas
Nayib no es un cara dura y tampoco tiene la fisonomía típica del “hombre fuerte de mano dura”, más bien tiene pinta de rapero cool norteamericano al estilo de Common o de Will Smith. No obstante, para gobernar con “mano dura” no es requisito ser y comportarse como un gorila al estilo Pinochet o Fulgencio Batista. Empero es preciso señalar aquí, que ni Pinochet ni Batista fueron elegidos democráticamente ni contaban con el respaldo de las grandes mayorías populares. Es decir, que sí Bukele sigue siendo presidente más allá del 2024 y se metamorfosea maquiavélicamente en dictador, perpetuándose en el poder, será por obra y gracia de un golpe de estado con el apoyo de un pueblo que lo venera e idolatra como a un héroe o a un dios. Pues solamente así, con un Putsch, se puede revocar el Art.248 de la Carta Magna salvadoreña que prohíbe la reformas de los artículos de la Constitución que se refieren a la forma y sistema de gobierno, al territorio de la república y a la alternabilidad en el ejercicio de la presidencia de la república.
Con la deshumanización del hombre se pierden valores y virtudes importantes como la empatía, la solidaridad, la concordia, la prudencia, el espíritu de trabajo, la generosidad , la honradez, la decencia y confianza en el futuro. Entonces, cuando estas cualidades, propias del homo sapiens sapiens, desaparecen en una sociedad cualquiera, no puede haber diferencias entre el hombre y el resto de los animales.
Bertolt Brecht en su poema “La pregunta sobre el bien”, nos confronta con el bien y el mal en el ser humano: “…Escúchanos: sabemos que eres nuestro enemigo. Por ello te pondremos frente al muro. Pero en consideración a tus méritos y buenas cualidades te pondremos frente a un buen muro y te dispararemos con una bala buena de un arma buena y te enterraremos con una pala buena en la buena tierra…”
¡Ojalá la humanidad no llegue a tales extremos! Parece algo utópico, pero hay que hacerle empeño.
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