El movimiento Reichsbürger pretende establecer sociedades paralelas infiltrándose en colegios, clubes y organismos públicos. Alguna de las organizaciones asentadas en determinados terrenos cuenta con su propia moneda, su propia bandera y hasta su propio “rey”
La extrema derecha está acaparando de forma estratégica tierras rurales y otros bienes inmuebles a lo largo y ancho de Alemania con el propósito común de crear comunidades independientes del Estado, según la agencia nacional de inteligencia y los ministerios del Gobierno. Las autoridades y las ONG que vigilan a los grupos de extrema derecha afirman que los miembros del movimiento Reichsbürger, que rechaza el Estado alemán posterior a 1945, están haciendo un esfuerzo selectivo para establecer sociedades paralelas e infiltrarse en las estructuras existentes, como escuelas, clubes y organismos públicos.
Según una reciente solicitud de información al Ministerio Federal del Interior presentada por Martina Renner, del partido de izquierdas Die Linke, en la oposición, organizaciones de extrema derecha han comprado 40 propiedades en todo el país en los últimos dos años.
La cifra indica una aceleración de la tendencia observada desde hace más de una década, en la que casas, bares y fincas agrícolas de difícil venta están siendo adquiridos y utilizados por los grupos de extrema derecha para todo tipo de fines, desde viviendas hasta centros de partos, pabellones deportivos y locales de fiesta.
“Los Reichsbürger y la extrema derecha no se interesan tanto por estas propiedades como una inversión, sino que las utilizan para establecer sus sociedades paralelas y crear espacios de intimidación para todos aquellos que no comparten su visión del mundo”, dice Renner.
Entre las organizaciones más destacadas se encuentra el Königreich Deutschland (Reino de Alemania) o KRD, fundado en 2012 en una elaborada ceremonia, y que cuenta con su propia moneda, su propia bandera, su propio “rey” (Pedro I, un hombre que ha tenido problemas con la justicia y cuyo verdadero nombre es Peter Fitzek) y constitución que le confiere una estructura similar a la de un Estado. Persigue objetivos expansionistas adquiriendo lo que denomina “territorio nacional” mediante la compra de tierras y propiedades inmobiliarias.
Las autoridades alemanas utilizan el término reichsbürger (ciudadanos del imperio) para referirse a todos los grupos de extrema derecha que rechazan la República Federal de Alemania y pretenden derrocar al Gobierno, entre ellos el KRD, aunque éste rechaza el término.
Sueñan con derrocar el Estado alemán moderno
El acogedor y apartado pueblo de Rutenberg, a 90 minutos en coche al norte de Berlín, en el estado de Brandeburgo, se ha convertido en uno de los últimos objetivos de los intentos del KRD de establecer una comunidad autónoma, o lo que su líder, el autodenominado “rey” Peter Fitzek, llama Gemeinwohldorf (pueblo del bien común).
El KRD compró primero una granja abandonada en el centro del pueblo, llamada Naturscheune o “granero de la naturaleza”, con la intención de convertirla en una “empresa pública” que suministrara alimentos ecológicos al KRD. Según la agencia de inteligencia alemana BfV, tiene planes para ampliar sus instalaciones a un terreno colindante de 44 hectáreas en las afueras del pueblo.
Fitzek, excocinero y profesor de kárate, fundó el KRD en 2012, en los terrenos de un antiguo hospital de Wittenberg (Sajonia Anhalt). Fitzek se hizo coronar “Pedro I” en una ceremonia con cetro, orbe, toga de armiño y corona.
Él y sus seguidores, cuya cifra se estima entre 2.000 y 5.000, rechazan abiertamente el Estado alemán moderno y sueñan con hacerse con el poder y crear su propio reino. Con este propósito, el KRD expide sus propios pasaportes y tiene su propia moneda, el engelgeld (dinero de los ángeles), y su propio banco.
Ofrece a los interesados en convertirse en lo que denomina un “desertor del sistema” seminarios sobre cómo hacerlo por más de 340 euros, y promesas de libertad –incluso de no pagar impuestos–, así como jornadas laborales de seis horas y homeopatía en lugar de medicina convencional. Las autoridades de inteligencia alemanas han descrito la oferta como una “gran estafa”. Según afirman, se anima a la gente a desprenderse de su dinero a cambio de engelgeld y luego ya no lo pueden volver a cambiar.
Los agentes del BfV dicen que vigilan al KRD y sus “ambiciones de expansión antidemocrática” en Rutenberg desde principios de 2022. Advierten de sus planes de comprar más propiedades y atraer a personas afines a su causa para que se instalen en ellas.
Asimismo han alertado del estrecho vínculo de esta organización con el movimiento Anastasia, una organización de culto new age con tendencias antisemitas. Anastasia se inició en Rusia a finales de los noventa, y se ha ido extendiendo por otros lugares. La BfV afirma que en otros lugares del país se están produciendo acaparamientos de tierras völkisch (folkistas o etnonacionalistas) similares, a menudo en zonas y pueblos abandonados donde la vida transcurre desapercibida.
El confinamiento durante la pandemia de COVID-19 solo sirvió para facilitar la llegada discreta del grupo a algunas partes.
Oposición de los vecinos
Pero Rutenberg dista mucho de estar abandonado, y muchos de sus 200 habitantes, una mezcla de locales, jubilados y berlineses que pasan el fin de semana, han emprendido la lucha contra los colonos. Quienes visitan el pueblo se encuentran con mensajes desafiantes de la Alianza por la Democracia.
Desde el parque de bomberos hasta los árboles del prado, pasando por la iglesia del siglo XIV, hay pancartas caseras en las que se puede leer: “Ni reino, ni rey, ni sectas” y “Rutenberg tiene más de 700 años de historia, nunca será un reino”.
Marita Berckner, nacida en Rutenberg, explica que le ha sorprendido descubrir que las personas que se habían mudado al granero albergan ambiciones distintas a las de llevar una vida sencilla y autosuficiente. Un miembro de la BfV explicó la situación a los aldeanos en una reunión celebrada en la iglesia de la localidad. “Nos quedamos atónitos, sin palabras. Fue como ver el mundo derrumbarse delante de mi propia puerta”, reconoce. “No tenemos nada en contra de la gente que quiere cultivar fruta y verdura ecológica, pero sí de quienes pretenden derrocar una democracia”.
Berkner dice que la Alianza por la Democracia ha “unido al pueblo como nunca antes”.
Un “Estado dentro del Estado”
Mientras los habitantes de Rutenberg se sobresaltaban con el descubrimiento de sus nuevos vecinos, una revelación mucho mayor ocupaba los titulares de todo el mundo. Las autoridades alemanas anunciaron que un grupo armado de extrema derecha encabezado por el autoproclamado Enrique XIII, el príncipe Reuss, había planeado un golpe de Estado con la intención de asaltar el Bundestag, secuestrar diputados y hacer caer el Estado. La Fiscalía alemana presentó cargos de terrorismo contra más de dos docenas de personas en relación con el complot, entre ellas el excéntrico aristócrata y exdiputado de extrema derecha.
Las autoridades calculan que hay unos 25.000 reichsbürger y partidarios del autogobierno en Alemania, y que el número no deja de crecer. “¿Qué lleva a alguien a querer derrocar una democracia? ¿Cómo es posible que en medio de Alemania surja un Estado dentro del Estado?”, se pregunta Berckner.
La alianza ha contactado también con agentes inmobiliarios advirtiéndoles de que estén atentos a personas que actúen como intermediarios en nombre del KRD. Los vecinos también están sopesando si pueden permitirse comprar el pub local, Dorf Krug (cántaro del pueblo), en ruinas desde hace mucho tiempo, que está a la venta, a través de crowdfunding, para salvarlo junto con otras propiedades de ser requisadas por el KRD.
Carola Gundlach, alcaldesa de Rutenberg, no ha respondido a las solicitudes de entrevista de The Guardian, pero en una reunión entre representantes regionales y estatales de los ministerios de Interior y Educación y de la Policía, dijo que se está tomando en serio la situación.
“Si el Reino de Alemania consigue afianzarse aquí, utilizando indebidamente el concepto de cooperación para sus fines extremistas, podrá difundir su visión radical del mundo”, declaró. “Eso no es tolerable a largo plazo, ni desde el punto de vista de la comunidad municipal ni con respecto al turismo”, dijo, señalando que la región, donde Angela Merkel también tiene una casa de vacaciones, no puede permitirse el lujo de llegar a ser conocida como la “región de los reichsbürgers”.
Un portavoz del Ministerio de Educación de Brandeburgo niega las afirmaciones de que las autoridades no han utilizado la fuerza de la ley para frenar al grupo. En este sentido, cita las reuniones periódicas entre distintos organismos, incluidas las autoridades escolares, la oficina de bienestar de la juventud y la agencia de inteligencia nacional, que “intercambian ideas sobre la forma de abordar los acontecimientos en la zona y han acordado informarse mutuamente y coordinarse estrechamente”. Entre otras cosas, se trata de “imponer la escolarización obligatoria a los padres que de forma permanente se niegan a llevar a sus hijos a la escuela”.
Sin embargo, el primer ministro de Brandeburgo, Dietmar Woidke, admite que las autoridades han sido vacilantes a la hora de reprimir a la extrema derecha. “Brandeburgo ha reaccionado al extremismo de derechas demasiado tarde y de forma demasiado lenta. La primera impresión en los años noventa (tras la caída del comunismo), cuando empezaron a asentarse, era que se trataba de unos cuantos jóvenes rebeldes con ganas de pelea”, dice a The Guardian. Pero ahora, sostiene, la extrema derecha, incluida la populista Alternativa para Alemania (AfD), está dañando la reputación del Estado y “supone la principal amenaza a nuestro desarrollo económico”.
Peter Fitzek, que se considera a sí mismo la reencarnación del arcángel Uriel, tal y como se menciona en la literatura medieval esotérica europea, solo concede entrevistas con la condición de que el intercambio sea grabado por su propio equipo. Ha rechazado en repetidas ocasiones las acusaciones vertidas contra el KRD, negando que la organización sea extremista e insistiendo en que representa “la voluntad de asumir responsabilidades, la cooperación y el entendimiento internacional”.
En una entrevista reciente con un canal suizo de redes sociales contrario a la corriente dominante, Fitzek se sentó en un sofá dorado en su castillo de Wolfsgrün, en las montañas de Ore, en Sajonia. Dijo que los continuos intentos de procesarle no le disuadirían de cumplir su visión de “servir a Dios y a la humanidad” y de liberar a los alemanes de un “complejo de minoría de posguerra” basado en una “ inmensa conciencia de culpa” en relación con los crímenes perpetrados por la Alemania nazi.
Traducción de Emma Reverter.