El 24 de marzo se cumplió 25 años del inicio de la agresión de la OTAN a Serbia, guerra en la que participaron cerca de mil aviones que partían a bombardear ese país desde sus bases en Italia y del portaaviones norteamericano Theodore Roosevelt, estacionado en el mar Adriático.
Entre el 24 marzo de 1999 y el 12 de junio de 1999, la OTAN, que bien podría ser denominada la mano terrorista de EEUU, lanzó un total de 2300 misiles crucero Tomahawk contra 1000 objetivos y sus aviones realizaron 38000 misiones de combate, que destruyeron cerca de 40000 casas residenciales, unas 300 escuelas y más de 20 hospitales. Sólo sobre Belgrado, ciudad que pocos estadounidenses son capaces de señalar en el mapa, cayeron unas mil bombas. Estos ataques criminales causaron 6000 heridos y cobraron la vida de más de 3000 civiles, entre ellos 100 niños, muchos otros perdieron los brazos o las piernas. Tanta bomba convirtió a los serbio en expertos capaces de reconocer por el ruido del avión si iba cargado de bombas o no y el tipo de aviones que los bombardeaban.
Según el entonces portavoz del Pentágono, Kenneth Bacon: “La televisión serbia formaba parte integrante de la máquina de terror de Milošević, al mismo nivel que sus fuerzas armadas”, por lo que la OTAN la bombardeó y la dejó fuera del aire; fueron muertos 16 miembros de su personal técnico, en cuyo honor se han plantado 16 árboles frente al edificio. ¡Bravo! Así se consigue la verdadera libertad de prensa, basta con transformar la guerra de información mediática en guerra real, para que en la parte contraria haya muertos, heridos, desaparecidos y surja el caos por doquier.
El 7 de mayo se bombardeó la Embajada de la República Popular China, lo que causó la muerte de tres de sus funcionarios. Aunque hubo justificativos y disculpas, la tensión entre ambas partes no disminuyó porque un alto funcionario de la OTAN afirmó cínicamente que el ataque fue premeditado. Estos crímenes de guerra se justificaron con bulo de evitar el genocidio por parte de Serbia contra la provincia separatista de Kosovo; en realidad lo que hicieron, al iniciar la guerra aérea contra Serbia, fue violar de manera flagrante y bárbara la Carta de la ONU.
Incluso se bombardeó un tren de pasajeros que pasaba por las cercanías de la ciudad de Niš, el impacto de la explosión lo levantó a medio metro del suelo para luego caer sobre rieles retorcidas, cristales rotos y polvo asfixiante, con los correspondientes gritos y gemidos de los heridos pidiendo socorro. En este ataque perecieron 15 pasajeros, 44 resultaron heridos y hasta hoy son muchos los desaparecidos. La OTAN dijo que se trató de un error, algo evidentemente falso porque no fue una sino muchas las bombas que se lanzaron sobre el tren. “¡Malditos! ¡Sufrirán huracanes y tsunamis, estoy segura! ¡Ojalá los terroristas consiguiesen atacar la Casa Blanca!”, exclamó una de las tantas viudas, indignada de que no se cuente la verdad sobre los bombardeos de la OTAN y sin comprender por qué EEUU todavía no han pedido perdón por lo pasado en Serbia.
El conflicto terminó el 12 de junio, cuando Milošević aceptó los acuerdos de rendición y las fuerzas de la OTAN entraron a Kosovo. El 1 de abril de 2001, Milošević fue arrestado y trasladado a La Haya, sin juicio sobre extradición, donde falleció el 11 de marzo de 2006. Su abogado, Zdenko Tomanović, declaró que en la víspera de su muerte Milošević sospechaba que lo estaban envenenando.
En ese entonces, Bill Clinton era la cabeza visible del imperio e interpretaba el rol de verdugo principal. La finalidad de bombardear Serbia fue arrebatarle Kosovo, origen ancestral de los serbios, e instaurar allí un gobierno mafioso que según informa el Consejo de Europa es culpable del “Tratamiento inhumano de la gente y el tráfico ilegal de órganos humanos”. The Guardian revela que en ese informe se acusa a Hashim Thaçi, ex jefe del Ejército de Liberación de Kosovo, ELK, y exprimer Ministro de Kosovo, de ser “jefe de un grupo albano, similar a la mafia, responsable del contrabando de armas, drogas y órganos humanos en Europa oriental”. Según el Washington Times, Hashim Thaçi, en el período en que comandó el ELK, financió sus actividades mediante el tráfico de heroína y cocaína en Europa Occidental, por lo que el Departamento de Estado de EEUU lo incluyó en la lista de terroristas. También enviaba a España mafiosos que asaltaban urbanizaciones residenciales de lujo para financiar la guerra contra Serbia y estaba vinculado al grupo Drenica dedicado a la prostitución y los robos.
Se conoce también que la OTAN y los gobiernos de Occidente conocían desde el año 2004 que Hashim Thaçi era “un actor clave de la mafia y el crimen organizado en la región balcánica”. En dichos informes se lo describe como “el más peligroso de los padrinos del hampa cuando era uno de los cabecillas del ELK”. Un informe posterior del Servicio de Inteligencia Alemán, BND, acusa a Hashim Thaçi de una importante participación en el crimen organizado, lo mismo hace un informe confidencial del Ejército de la RFA; en este informe se acusa a Hashim Thaçi de ser la cabeza principal de la “operación de la red criminal en todo Kosovo”. Por su parte, el BND informó: “Los actores claves, incluido Hashim Thaçi, están íntimamente vinculados a las interrelaciones entre la política, los negocios y las estructuras de la delincuencia organizada en Kosovo”.
La investigación realizada por Dick Marty, relator especial de derechos humanos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, encontró evidencias convincentes de que las desapariciones y el tráfico de órganos estaban vinculadas a círculos políticos de Kosovo, los mismos que permitieron la instalación de la mayor base militar de EEUU en Europa. ¡Qué casualidad! Además, según el mismo Marty, los testigos de estos hechos fueron asesinados para que no pudieran testificar.
Por Dick Marty se supo que los oponentes políticos al gobierno de Kosovo, los prisioneros de guerra serbios y los gitanos simplemente desaparecían sin dejar trazas en una cárcel secreta en la localidad fronteriza de Kukes desde donde eran enviados a través de la frontera hacia Albania para ser asesinados. El New York Times informó que los “cautivos eran seleccionados por sus condiciones para ser donantes, teniendo en cuenta el sexo, la edad, la salud y el origen étnico. (…) Los cautivos no sólo eran entregados, sino que también los compraban y vendían. Ellos comprendían lo que estaba a punto de acontecer e imploraban a sus aprehensores para que tuvieran piedad de ellos y no los despedazaran”. Lo que es pedir peras al olmo.
Según el informe: “En cuanto se confirmaba que los cirujanos de trasplantes se encontraban presentes y listos para operar, sacaban a los cautivos uno a uno de la casa segura, eran ejecutados sumariamente por un pistolero del ELK y sus cadáveres se transportaban rápidamente a la clínica de operaciones”, donde les extraían los órganos para ser comercializados a nivel mundial. Según The Guardian, los clientes “pagaban hasta 90000 euros por los riñones en el mercado negro”.
Para defender estas barbaridades no faltó el entonces Vicepresidente Joe Biden, quien reiteró el pleno apoyo de EEUU a un Kosovo independiente y saludó el progreso del gobierno de ese país en la realización de reformas esenciales que fortalecen el vigor de la ley y la democracia. Sin comentarios.
Vale la pena recordar estos hechos ahora que la OTAN pretende intervenir con igual propósito en el conflicto que se da en Ucrania entre los gobernantes nazis de Kiev y Rusia, claro está, en favor de los nazis. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, declaró: “A algunos les preocupa que nuestro apoyo a Ucrania pueda desencadenar una escalada. Que quede claro: no hay opciones sin riesgo, pero el mayor riesgo de todos es que gane el presidente de Rusia, Vladímir Putin, pues una victoria de Moscú haría a Occidente vulnerable. Así pues, apoyar a Kiev no solo es lo moralmente correcto, sino que también redunda en nuestro propio interés de seguridad”. Además, reveló que los aliados del bloque entrenaron y ayudaron a las fuerzas ucranianas desde el inicio de la crisis en el país y la reunificación de Crimea con Rusia en 2014, que la OTAN reforzó desde entonces sus capacidades de defensa y que el conflicto en realidad no empezó en febrero del año pasado, sino mucho antes. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Aleksandar Vucic, presidente serbio, en un acto en la ciudad de Prokuplje, expresó: «La primera bomba de la OTAN que mató a un soldado serbio cayó aquí mismo en Prokuplje. Mató a Boban Nedeljkovic. Lo asesinaron con el objetivo de desmembrar Yugoslavia, pero han pasado 25 años y todavía no nos rendimos. (…) Hay una pequeña nación en Europa, un pequeño país, un pequeño territorio, que sigue manteniendo el orgullo y la dignidad, que no está de acuerdo con la ocupación y las órdenes del exterior. Una nación pequeña pero orgullosa que quiere un futuro para sí y sus hijos de la forma en que su pueblo lo determinó”. Palabras certeras que definen la situación del mundo actual.
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