Los latinoamericanocaribeños tenemos un problema grave de dependencia y de baja estima, y eso no es nuevo. Con la discusión sobre firmar o no el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercado Común del Sur (Mercosur) o signar uno con China o con Estados Unidos se ha dejado de lado la posibilidad de una posición independiente de la región, en la que negocie con todos, pero priorizando los propios intereses.
Hay economistas que señalan que el acuerdo no representa un motor de desarrollo equitativo, sino uno político de cara a la suposición que no queda otra alternativa que elegir subordinarse a uno de los bandos en la competencia entre China y EE.UU. – Europa, en tanto, ha perdido significación relativa. La diversificación comercial de Brasil y Argentina hacia China, Corea del Sur, Vietnam, Indonesia y Malasia confirma la creciente vinculación con Asia.
Quizá es debido al cambio de ejes del comercio internacional que tras 25 años de negociaciones muchos dudan que el acuerdo Mercosur -UE se concrete
En todos estos años el mundo ha cambiado. El comercio del Mercosur no tiene ya la significación relativa que tuvo en el pasado. Un informe del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican) plantea la duda sobre las causas de las demoras en concretar el acuerdo, paralizando los intentos integracionistas, mientras las trasnacionales petroleras lograban quitar a Venezuela del Mercosur.
Se nos hace creer que no hay más margen que recostarse en el vínculo prioritario con alguna de las economías centrales (EE.UU., China, Europa) cuando la realidad podría ser justamente la contraria, ya que al verificarse un marco de creciente disputa entre bloques sin más claridad de hegemonía única (ese es el gran cambio para EE.UU.) sería la oportunidad de esgrimir una posición independiente, negociando con todos, pero priorizando los intereses propios, señala el economista argentino Jorge Marchini.
Desde hace muchos años, con múltiples reclamos y acciones, en nuestros países se ha venido reclamando que, antes de avanzar en la concreción del acuerdo, deberían realizarse al menos estudios públicos de impacto de asimetrías, específicos, serios , de forma de salir de las generalizaciones sin fundamentos firmes..
Pese a negociaciones de más de un cuarto de siglo, nunca se hicieron desde el Mercosur estudios de impacto (deberían ser analizados puntualmente en forma comparativa: alimentos procesados, textiles, plásticos, maquinarias agrícolas, medicamentos, metalmecánica, siderurgia), pero sí lo han hecho los europeos, por ejemplo, para sus sectores y productos agrícolas.
Mientras, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum dejó a la comisionada europea Ursula von der Leyen alborotada cuando ésta anunció precipitadamente, el 16 de enero pasado, el supuesto fin de las negociaciones del modernizado Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y México (TLCUEM).
Sheinbaum admitió que aún no hay un acuerdo. Remarcó que una de las cuestiones claves es que se sacó del acuerdo el capítulo de energía y resaltó que los acuerdos comerciales con otros países son importantes, pero advirtió que el objetivo de su gobierno es seguir impulsando la producción en el país.
El economista mexicano Manuel Pérez Rocha, del Institute for Policy Studies y el Transnational Institute, señala que los verdaderos intereses de los europeos son los de fortalecer las cadenas de suministro de México a Europa de materias primas críticas (sobre todo minerales); dotar a empresas de la UE el acceso a compras públicas de gobierno en igualdad de condiciones que empresas mexicanas, incluso a niveles estatales (contra la capacidad de los gobiernos de fomentar la producción económica endógena).
También les interesa promover y proteger las inversiones europeas en México, lo que ampliaría los derechos de corporaciones europeas para explayarse libremente o continuar demandando al país latinoamericano, ahora en tribunal multilateral de inversiones creado por la misma UE, que perpetúa el régimen de solución de controversias inversionista-Estado.
Los textos del tratado siguen sin publicarse, a pesar de la aseveración de la Comisión Europea (CE) de que el acuerdo otorga un rol esencial a las organizaciones de la sociedad civil para monitorear y aconsejar en la implementación del acuerdo entero.
A la CE le interesa potenciar los negocios de grandes corporaciones europeas con su llamado Global Gateway (Portal Global). Según un reporte de las organizaciones Eurodad, Counter Balance y Oxfam, entre las beneficiadas del Global Gateway se encuentran empresas como Siemens, AP Moller Group, SUEZ y BioNTech, que ponen en alto riesgo de que se priorice la promoción de oportunidades para las firmas europeas en el sur global por encima de objetivos de desarrollo, tales como la reducción de la pobreza..
“Nos enfrentamos no sólo a Trump, un lobo rabioso, sino también al lobo experto en hablar bonito y vestirse con piel de oveja: la Europa corporativa y neocolonial”, señala Pérez Rocha..
Respuesta conjunta
La pegunta cae por su peso: ¿Cuál sería el ámbito apropiado para, al menos, lograr un marco de debate y posiciones en común de los países latinoamericanos? En las condiciones actuales, en momentos de desactivación de los organismos de integración regional, pareciera que es la muy polarizada Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), el organismo regional apropiado para bregar por una respuesta conjunta a la suba de aranceles.
ALADI podría servir como foro de coordinación para que sus miembros negocien con terceros países, buscando reducciones arancelarias o acuerdos compensatorios. Asimismo, los países miembros podrían aplicar medidas en conjunto, como ajustes arancelarios similares o barreras no arancelarias, aunque esto depende de la voluntad de cada Estado.
También podrían aplicarse mecanismos de la Organización Mundial de Comercio, presentando reclamos conjuntos, considerando que la suba unilateral de aranceles es una medida proteccionista injustificada. Las dudas son si ALADI podría actuar como un mecanismo inicial de concertación para enfrentar la suba de aranceles, aún reconociendo que la respuesta dependerá de la voluntad y estrategia de cada país miembro. Es necesario pensar alternativas.
Cabe recordar que ALADI No es una unión aduanera ni un bloque con políticas comerciales comunes como si eventualmente podrían serlo el Mercosur o la Unión Europea, sus decisiones no son obligatorias para los Estados miembros. Enronces, la reacción dependerá de la coordinación política entre los países afectados, y, por supuesto no son lo mismo el argentino Javier Milei que la mexicana Claudia Sheinbaum
La prensa alemana y española han resaltado los beneficios de liberalizar, para crear comercio y fortalecer su posición frente a China y EE.UU. Sin embargo, los datos muestran que solo una mínima parte de las exportaciones vienen del Mercosur. En contraste, sin un tratado de libre comercio, el principal socio de Sudamérica es China (22.6% de las exportaciones del bloque).
En suma, el acuerdo no representa un motor de desarrollo equitativo, sino uno político de cara a la competencia con China y EE.UU., ya que el comercio del Mercosur no es con Europa. La diversificación comercial de Brasil y Argentina hacia China, Corea del Sur, Vietnam, Indonesia y Malasia refleja su creciente vinculación con Asia. Tras más de dos décadas, parece que el acuerdo seguirá sin concretarse.
Al verificarse un marco de creciente disputa entre bloques sin más claridad de hegemonía única (ese es el gran cambio para EE.UU.) sería la oportunidad de esgrimir una posición independiente, negociando con todos, pero priorizando los intereses propios latinoamericanos y conosureños.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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