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Sucesión dinástica en Nicaragua: ni pueden ni podrán

Fuentes: Rebelión

Si algo útil tuvo la reciente celebración del 19 de julio fue que oficialmente nos “cantaron el volado”, como decían en el barrio. Después de mí —personificó Ortega— viene la sucesión dinástica. Y pueden estar tranquilos, porque todos somos Daniel. Así que nadie se llame a engaño. No fue la crisis del régimen la que fue anunciada, sino la arrogante y vana pretensión del perpetuo establecimiento de los Ortega-Murillo. 

Con su relato, Ortega pretendió que olvidáramos que tal proclamación la hizo el día que la memoria política de una parte significativa del pueblo nicaragüense y de la región, recuerdan que hace 46 años fue derrocada la dictadura dinástica de los Somoza. Por eso se dice hoy, con sobrada razón, que Ortega y Somoza son la misma cosa. Ortega quiere repetir, pero con más control, mesianismo, represión y disciplina, la historia de permanencia del somocismo, pero no puede ni podrá. Se nos vendría una etapa sangrienta si no resolvemos a tiempo la crisis anunciada. 

No todo fue sangre y terror con los Somoza. Ellos fueron pragmáticos y elaboraron una ficción de relativa independencia de los poderes del Estado y la libertad de prensa. Parte de su manual fue pactar alianzas políticas durables y combinar garrote y zanahoria con el empresariado y opositores políticos. Recurrieron a elecciones cada vez que fue necesario y, aunque no soltaron el control de la Guardia Nacional, pusieron sustitutos en el Ejecutivo que no eran de su familia. Y si las cosas no salían bien, contaban los votos, y los contaron hasta el final con el poderoso soporte del Norte.

La guardia era pretoriana y sumisa, como hoy lo son el alto mando del Ejército y la Policía, y aun así no pudieron evitar sublevaciones, tentativas de golpe y atentados de militares patrióticos. Nada sería más torpe que afirmar que en este Ejército y Policía no hay militares honrados y de talante patriótico. Podemos estar seguros que no todos se pondrán de rodillas ante Rosario. Y los veremos en acción llegado el momento. 

Poca o ninguna relevancia tiene intentar constatar si Ortega está gravemente enfermo o si morirá en los próximos días o meses. Lo que debemos preguntarnos si desde el exilio y sobre todo al interior del país estamos haciendo las actividades de resistencia necesarias para enfrentar sus pretensiones dinásticas. No se trata de fantasías y anhelos reafirmar una verdad elemental: Nicaragua no es Corea del Norte. Nada tenemos en común. El pueblo de Nicaragua no dobla la cerviz. Prefiere —por último—, burlarse a sotto voce de la pretensión de los tiranos. 

Humberto Ortega, curioso lector de nuestra historia, advirtió que es en la propia naturaleza política del régimen donde estriba la imposibilidad de su continuidad y, a costa de su vida, afirmó: “Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, ante la ausencia de este, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”. Para Humberto toda pretensión dinástica de la Chayo y sus hijos es insostenible, precisamente por las características de estos mismos y de las bases que la sustentan, por ello está condenada al fracaso. A los días hicieron todo lo necesario para que Humberto muriera. Pero con su muerte solo hicieron visible su lectura política. 

Los Somoza se impusieron con los fusiles y una implacable Seguridad del Estado. Se parece al presente, pero hay diferencias sustantivas. El Ejército de los Somoza fue construido sobre una guardia organizada por los yanquis como fuerza interventora. El Ejército actual surgió de una de las gestas victoriosas más formidables de la historia nicaragüense y del continente. Ése es su origen, guste o no a moros y cristianos. Y en ese origen se aborreció, como premisa, la dictadura, la tiranía, la dinastía, el caudillismo, la sumisión a poderes externos y se afirmó el respeto al pueblo, de donde procede exactamente ese Ejército. 

Todo esto lo han corrompido y quieren enterrar los Ortega Murillo con la complicidad del alto mando actual. Pero estos no son todo el Ejército activo, y mucho menos el que está en retiro. Lo que sí es cierto es que la crisis de la dictadura va aparejada a la crisis y al inevitable enjuiciamiento del actual alto mando del Ejército y la Policía. Y ello era también la convicción de Hugo y Samcam, héroes sandinistas, no orteguistas. 

Las pretensiones de Rosario carecen de posibilidad y nunca podrá obtener legitimidad y autoridad, pivote imprescindible del poder. Sabe que es calificada de loca peligrosa por la inmensa mayoría de quienes algo tuvieron que ver con la extinta revolución sandinista e incluso entre los que aún la respaldan. Hoy es repudiada por una parte importante del pueblo y está consciente que, por más que lo intente, el liderazgo de sus hijos no llega ni a la esquina del Carmen. Sabe que el liderazgo no se inventa. Por eso intenta barrer con todo y con todos, sin importarle el precio. Sabe que ni chinos ni rusos la rescatarán a la hora del colapso. Entonces estarán solos frente al pueblo. 

Toda su alucinante represión solo abrirá más fisuras internas que no podrán cerrarse. Se quedará con su reducida base clientelar, base temerosa, sin experiencia de lucha, sin ideales ni disposición al sacrificio por ella o sus hijos. En fin, todo conduce a acortar la crisis terminal de su proyecto nacido muerto. Podrán sortear por un tiempo las limitaciones de la economía, la disminución de las remesas, la inversión extranjera, el aislamiento internacional, pero no podrán evadir la realidad de que son una dictadura perversa y repudiada por la mayoría de los nicaragüenses.

Por eso es urgente presentar un proyecto de nación que supere la situación actual y asegure el retorno a la democracia y la inclusión social, que alimente la resistencia y la revuelta popular. De ahí que, a todos los nicaragüenses conscientes de los peligros de este irracional apetito sin límites de poder, nos corresponde promover y organizar en silencio en los barrios, en el centro de trabajo, en el campo, en las redes sociales, el incorruptible espíritu de rebelión del pueblo nicaragüense.

Cada quien, a su manera, pero con un solo objetivo: Debilitar y acercar la caída de la dictadura. 

Julio López Campos. Politólogo. Exdirector del Relaciones Internaciones del FSLN (1980-1990)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.