Mientras en Cisjordania se intensifican las deportaciones, las confiscaciones de tierras y la violencia de los colonos —protegidos por el ejército israelí—, y mientras Gaza sufre una devastación generalizada en una guerra asimétrica cuyos principales afectados son civiles palestinos, las capitales europeas han sido escenario de masivas manifestaciones. Los manifestantes enarbolan banderas palestinas y reclaman justicia y libertad. Esta ola de movilización refleja una auténtica expresión de solidaridad con un pueblo sometido a bloqueo y violencia sistemática.
Sin embargo, las políticas oficiales europeas dibujan un panorama radicalmente distinto. Los llamamientos a respetar el derecho internacional y detener la expansión de los asentamientos conviven con un fortalecimiento de los lazos económicos, tecnológicos y militares con Israel, incluso en medio de los bombardeos sobre Gaza. Esta contradicción no es accidental: refleja un sistema político en el que el capital, el comercio y la industria armamentística prevalecen sobre las consideraciones morales y los derechos humanos. El discurso humanitario, diseñado a menudo para audiencias internas e internacionales, sostiene la imagen de Europa como defensora de los derechos, mientras que los intereses estratégicos y la dependencia de Estados Unidos dictan la política real. Palestina expone así los límites de la retórica europea y la fragilidad de sus valores proclamados cuando se enfrentan a intereses estratégicos y económicos.
La dimisión de Veldkamp: una contradicción política
La renuncia del ministro de Asuntos Exteriores neerlandés Kaspar Veldkamp (Partido Nuevo Contrato Social) el 22 de agosto de 2025 fue más que un acontecimiento político interno. Puso de relieve las contradicciones de la política europea hacia Israel. Veldkamp presionó reiteradamente a favor de sanciones en respuesta a la devastación en Gaza, pero se encontró con la férrea oposición de los partidos de derecha VVD y BBB, que priorizaron contratos armamentísticos e intereses comerciales.
Su dimisión refleja los límites de cualquier cargo político en un sistema que convierte la economía y las alianzas estratégicas en columna vertebral de la política exterior, relegando los derechos humanos a un plano secundario —o a un mero recurso retórico—. La pregunta moral de fondo persiste: ¿cómo pueden gobiernos que se autoproclaman defensores de los derechos humanos suministrar al mismo tiempo componentes militares y tecnología avanzada a la maquinaria bélica israelí?
Aun cuando los gobiernos europeos proclaman apoyar la “paz” y la “solución de dos Estados”, profundizan sus asociaciones comerciales con Israel, incluso en sectores vinculados a la expansión de asentamientos y al fortalecimiento militar. La retórica europea pretende neutralidad, pero las realidades económicas y estratégicas revelan una auténtica asociación con una potencia ocupante. La renuncia de Veldkamp expuso la brecha entre principios públicos y decisiones moldeadas por el capital y la industria armamentística en los despachos a puerta cerrada.
Europa entre la retórica solidaria y los intereses estratégicos
La postura europea respecto a Palestina oscila entre una retórica idealista y realidades pragmáticas. Oficialmente, aboga por detener los asentamientos, respetar el derecho internacional y apoyar una solución de dos Estados. No obstante, la Unión Europea sigue siendo el principal socio comercial de Israel, y los Estados miembros continúan suministrando componentes militares utilizados en las operaciones en Gaza.
La memoria histórica —el Holocausto— es invocada repetidamente para justificar la inmunidad política de Israel, mientras los palestinos soportan bombardeos y asedio. La dependencia europea en materia de seguridad respecto a la OTAN y la subordinación estratégica a Estados Unidos limitan aún más las opciones de política.
Existen, sin embargo, diferencias entre los Estados miembros: Eslovenia impuso un embargo total de armas a Israel, mientras Noruega retiró inversiones de empresas israelíes vinculadas a actividades militares en los territorios ocupados. Estas divergencias muestran que las decisiones europeas distan de ser unificadas y que la contradicción entre retórica e intereses persiste, pese a las medidas más estrictas de algunos países.
Paralelamente, aumenta la presión social. Cientos de miles de personas han protestado en Londres, París, Madrid, Berlín, Ámsterdam y Bruselas, ondeando banderas palestinas y exigiendo el fin de las exportaciones de armas y del comercio con Israel. Esta movilización refleja una creciente conciencia de que el apoyo continuado a Israel contradice los principios que Europa afirma defender.
No obstante, los gobiernos permanecen comprometidos con la protección de los intereses corporativos, la industria armamentística y los compromisos estratégicos con Estados Unidos, relegando la cuestión palestina a un expediente secundario gestionado mediante declaraciones diplomáticas y promesas postergadas.
Recomendaciones: Alinear la política con los principios
Europa debe detener la exportación de componentes militares utilizados en Gaza. Cualquier cooperación militar con Israel debe estar estrictamente condicionada al respeto del derecho internacional, garantizando que las empresas europeas no se conviertan en socias de operaciones bélicas.
La presión económica debe ir más allá de los gestos simbólicos. Esto incluye la suspensión de acuerdos comerciales y científicos con Israel y la imposición de una prohibición integral de los productos provenientes de asentamientos. Tales medidas demostrarían la seriedad europea y su rechazo a la normalización con las políticas de ocupación.
El reconocimiento del Estado de Palestina por parte de los Estados miembros de la UE reforzaría la causa palestina en el ámbito internacional y proporcionaría una base para un proceso de paz más justo.
Europa debe asimismo reducir su dependencia de Estados Unidos. Una política exterior más independiente permitiría al continente priorizar la justicia y los derechos humanos por encima de la alineación militar, condición esencial para recuperar influencia moral y política a escala global.
La sociedad civil debe integrarse en la elaboración de políticas. El diálogo institucional, la transparencia en los acuerdos comerciales y militares con Israel, y la educación pública sobre los impactos en derechos humanos resultan cruciales. Empoderar a la sociedad civil con herramientas jurídicas y políticas asegura que las demandas populares se traduzcan en políticas tangibles y efectivas.
Conclusión
La dimisión de Veldkamp revela un dilema europeo que trasciende la crisis interna: un continente que proclama defender los derechos humanos, mientras su política se configura en torno a contratos armamentísticos, intereses comerciales y alianzas estratégicas. La persistencia de esta dualidad amenaza la credibilidad europea, situándola ante una prueba difícil, tanto ante sus propios pueblos como ante la historia.
La disyuntiva es clara: continuar en la complicidad con la ocupación o dar pasos audaces coherentes con los valores que Europa afirma defender. La renuncia de Veldkamp puede ser la primera chispa, pero el cambio significativo dependerá de que los europeos transformen la indignación popular en poder político, redefiniendo la relación de Europa con Palestina e Israel sobre la base de la justicia y no de los intereses estrechos.
Dr. Rasem Bisharat – Investigador y analista en estudios de Asia Occidental y América Latina
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