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Plan B

Fuentes: El diario [Imagen: la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky. Suzanne Plunkett/PA Wire/dpa]

El plan para “Salvar al soldado Ucrania” está acrecentando las diferencias en la Unión Europea, con una división entre los Estados miembros que se repite Consejo a Consejo. De momento, Hungría ya cuenta con el apoyo de Chequia y Eslovaquia

Del rojo al amarillo, el otoño europeo cubre el horizonte con un manto de colores imposibles para mi paisaje mediterráneo. Una nostalgia imposible como la de los padres de mi amiga del alma, que evocaban sus años jóvenes escuchando L’été Indian de Joe Dassin. Un recuerdo imposible el que quedará en esta vella i trista Europa, cuando se reconozca definitivamente la odisea de salvar a Ucrania. Este desiderátum devino en un penúltimo fracaso cuando el Consejo Europeo se vio incapaz de lograr un acuerdo unánime, por enésima vez, para la confiscación de los activos financieros del Banco Central Ruso que se encuentran congelados desde marzo de 2022 en territorio de la Unión Europea. 

El principal opositor a esta propuesta, que ya ha tenido respuesta negativa en otros foros por ser contraria al Derecho internacional, fue el primer ministro belga, Bart De Wever. ¿Qué teme el primer ministro belga? Perder la confianza del resto del mundo. Bélgica es el principal guardián de los fondos rusos congelados al ser la sede fiscal de Euroclear, la entidad financiera privada donde se ha depositado mayoritariamente “el oro de Moscú”. Y lo que ocurra con este banco repercutirá en el este país, tanto judicialmente como a nivel de credibilidad internacional. 

La Comisión Europea necesita destinar 140.000 millones de euros para la ayuda a Ucrania antes de la primavera de 2026 y quiere que Rusia los pague, como anticipo a la futura reparación de la guerra. Por eso, en estos momentos todo se fía al Consejo Europeo de diciembre. Pero, ¿y si Rusia gana la guerra? ¿Y si Rusia no está obligada a pagar ninguna reparación tras el conflicto? Si no paga Rusia, Euroclear deberá devolver el dinero. Y, si no paga Euroclear, deberán pagar los Estados, el primero Bélgica, ya sea a Rusia después o a Ucrania antes. 

Y hete aquí el Plan B que alguien puso sobre la mesa y/o la mente de los 27 líderes reunidos durante el Consejo Europeo celebrado en Bruselas. En España se suele pagar a escote, aunque dudo mucho de que “los frugales” Países Bajos y Alemania, o “los dispuestos” Francia e Italia, estén por la labor. El dinero podrá ser en Eurobonos y sería proporcional. ¿A qué? Aún no se sabe. Pero pagaremos, como estamos pagando ya con una inflación del 30%, la subida continuada de impuestos y la paulatina destrucción del Estado del Bienestar, el eje rector de la Unión Europea. De momento, Alemania ya ha renunciado a él.

Lo bien claro es que el Plan B de “salvar al soldado Ucrania” está acrecentando las diferencias en la Unión Europea (UE), con una división entre los Estados miembros que se repite Consejo a Consejo. De momento, Hungría ya cuenta con el apoyo de Chequia y Eslovaquia. Otro ejemplo es el gesto del presidente español, Pedro Sánchez, que no se levantó a saludar al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, cuando hizo acto de aparición en la reunión, como ya es habitual pese a no ser miembro de la Unión. En diplomacia, los gestos importan y las sillas también. ¿Tal vez influye el no haber incluido a España en la “Coalición de los Dispuestos” a apoyar a Ucrania? ¿O tal vez es que Zelenski ha protestado ante Trump y la OTAN porque España no quiere aumentar su presupuesto en defensa hasta un 5%? Lo que le debemos a Ucrania aún no lo sabemos hoy con certeza, aunque algún día lo pagaremos con creces. 

¿Pero qué le debe Merz a Alemania tras anunciar la recesión? De momento, el gobierno ha iniciado una campaña inaudita de difusión en medios y redes para alentar a los jóvenes alemanes a alistarse a filas como voluntarios. Increíble para un país con el ejército más pequeño de la Unión Europea. Desde 1945, Europa ha impedido que Alemania volviera a rearmarse, primero controlando la producción del carbón y del acero de la cuenca del Ruhr, y, simultáneamente, con la instalación de infinitas bases norteamericanas para suplir y sustituir su capacidad de defensa. Inusitadamente, en mayo, el canciller alemán anunció su intención de convertir el ejército alemán, la Bundeswehr, en la columna vertebral de la defensa europea. Esa intención se resume en un informe de 39 páginas con el plan detallado de la compra de armamento de tierra, mar y aire, espacio y ciberespacio, valorado en 377.000 millones de euros.

Son las cuentas que le debe Europa a Alemania tras haber liderado 70 años siendo el motor de Europa. Y seguimos pidiendo cuentas. Porque a Ucrania se le acaban los fondos a finales de marzo del próximo año, de ahí la premura en sacar dinero de donde sea, aunque el método sea dudosamente legal, como la confiscación de los 185.000 millones de euros rusos depositados por la UE en Euroclear. Según fuentes oficiales del Consejo, desde el inicio de la guerra, la Unión Europea y sus Estados miembros han proporcionado 177.500 millones de euros en apoyo a Ucrania y a su población. No está todo en esta cifra.

¿Y qué le pide el Tribunal de Cuentas Europeo a Ucrania? Que le pase cuentas. En su informe de 2021, ya denunciaba la falta de estrategias de la UE para atajar la corrupción en Ucrania. Tras casi cuatro años de guerra, se ha descubierto una trama de sobornos entre fiscales e incluso entre el Tribunal Supremo ucraniano, además de las de los militares, que ya son recurrentes. En Ucrania han caído ministros, militares de diferentes grados, gobernadores regionales… Como en el caso de los fondos que salen de Europa, tampoco el destino de los que entran está claro. La respuesta está en el aire de un otoño que se promete tenso en Bruselas, mientras un enjambre de drones sobrevuela los cielos nocturnos de las fronteras imposibles, las europeas y la del cielo de Moscú. 

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/plan-b_129_12752634.html