A raíz del varapalo que para la Unión Europea han representado los referendos de Francia y Alemania, se han comenzado a oír las afirmaciones más peregrinas, interpretaciones voluntariosas, interesadas y bastante alejadas de la realidad: El rechazo ha sido a la Constitución europea, por lo que habrá que encastillarse en los antiguos tratados y en […]
A raíz del varapalo que para la Unión Europea han representado los referendos de Francia y Alemania, se han comenzado a oír las afirmaciones más peregrinas, interpretaciones voluntariosas, interesadas y bastante alejadas de la realidad:
- El rechazo ha sido a la Constitución europea, por lo que habrá que encastillarse en los antiguos tratados y en las viejas instituciones. Los que tal afirman interpretan que lo que se ha puesto en cuestión es la unión política, no la unión económica. Es más, se juzga que el «no» se debe en parte a que no se han cumplido los tratados: Pacto de Estabilidad, Cumbre de Lisboa, aprobación de la directiva Bolkestein. Retornemos por tanto a Maastricht, a Niza y adentrémonos más y más en la liberalización de la economía.
El despiste es garrafal. Despiste tal vez interesado, pero despiste al fin. El «no» ha sido principalmente un «no» a todo el proceso anterior de unidad tal como se ha llevado a cabo, del cual la Constitución era tan sólo la culminación. Es posible que el tratado constitucional no fuese peor que todos los tratados y acuerdos que le han precedido, pero se percibía como su consolidación, y además este referéndum se ha contemplado quizá también como la última oportunidad de rechazar la orientación del proyecto. Los franceses, los holandeses y con ellos millones de europeos de otros países rechazan el tratado de la Constitución porque rechazan la vía liberal y darwinista por la que ha transcurrido hasta ahora la construcción europea. Entender el mensaje no es únicamente afirmar que la Constitución está muerta. Lo que de verdad está muerto es el esquema hasta ahora seguido. No sólo se trata de revisar este tratado, sino todo el camino recorrido hasta él, es decir, empezar de nuevo.
El triunfo del «no» no obedece a que se hayan incumplido determinados acuerdos. Todo lo contrario. Si el Pacto de Estabilidad ha caído en desuso, si no se ha aprobado la Directiva Bolkestein, si apenas se ha avanzado en la liberalización que propugnaba la Cumbre de Lisboa, se debe a que los mandatarios internacionales no se han atrevido a hacerlo, sabían lo que se les venía encima, la oposición radical de sus sociedades. Si de verdad quieren entender el mensaje, no tendrán más remedio que retroceder aún más y rectificar.
- El triunfo del «no» se ha debido a problemas internos. Los ciudadanos se han equivocado, han utilizado el referéndum de la Constitución europea para castigar a sus respectivos gobiernos y sus políticas.
Tal afirmación es mentira, por ser una media verdad. Qué duda cabe que el rechazo es a una política interior inadecuada, pero esta política no es la de un Gobierno concreto sino la propugnada por casi todos los partidos como concreción de las normas europeas y también, según ellos, como la única posible en ese contexto.
Si algo han demostrado estas consultas populares ha sido el profundo divorcio entre los ciudadanos y sus dirigentes en cuanto a la opinión que les merece el proyecto de Unión Europea, y esta discrepancia se traslada lógicamente a la política interior, que aparece como prolongación de aquel y detrás del cual se escuda permanentemente. El rechazo no es a la política económica de un Gobierno, sino a la de todos los gobiernos y a la de las formaciones políticas en la oposición, ya que todas ellas aparecen en lo fundamental como semejantes.
La percepción que se ha transmitido a los ciudadanos es que la Unión Europea está detrás del desarme de las conquistas laborales y sociales del pasado y que constituye el mayor impedimento para mantener el empleo y el Estado del bienestar. ¿Puede extrañar que se hayan decidido a decir «no»? Parece lógico que se nieguen a continuar por un camino que les aleja del Estado social del que estaban orgullosos y les adentra progresivamente en el modelo económico darwinista y liberal. Europa ha servido a todos los gobiernos de todas las formaciones políticas de coartada, no se sabe si cierta o inventada, para el recorte de derechos y libertades sociales. ¿Cómo vamos a sorprendernos de que los ciudadanos no encuentren ningún atractivo en esta Unión Europea?
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