Lo que está sucediendo en Panamá se puede extrapolar a cualquier Estado Nación, con la diferencia que como somos un país pequeño, tenemos mayor acceso a los detalles. En Panamá, como en el resto del mundo se vive una crisis económica, social, política y moral, señal del derrumbe del modo de producción capitalista que ha […]
Lo que está sucediendo en Panamá se puede extrapolar a cualquier Estado Nación, con la diferencia que como somos un país pequeño, tenemos mayor acceso a los detalles.
En Panamá, como en el resto del mundo se vive una crisis económica, social, política y moral, señal del derrumbe del modo de producción capitalista que ha dominado el planeta desde el siglo XIX. Un sistema excluyente y concentrante que lleva, de manera acelerada a la pobreza de la mayoría de la población mundial y concentra las riquezas en pocas manos. Ese sistema, según sus fundadores, debía equilibrarse en la mano invisible del mercado; sin embargo, escritores como Daniel Estulin, se han encargado de demostrar que detrás de esa invisibilidad, se esconden los verdaderos Amos de Mundo, agrupados en el Club de Bilderberg, la Trilateral y el Concejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, con innumerables creadores de ideas a su servicio. Este sistema, y por lo tanto, sus Amos, se alimentan fundamentalmente de tres componentes: el capital financiero internacional, las grandes transnacionales y el narcotráfico. Dentro de esta Mafia es casi imposible señalar dónde empieza uno y termina el otro: se trata de una maraña muy bien entrelazada.
Al analizar el caso panameño, nos damos cuenta que el actual Presidente, Ricardo Martinielli Berrocal, forma parte activa de esa Mafia desde antes de sentarse en la silla presidencial. Por ello llamaba la atención en uno de mis escritos, que la comunidad internacional orientara su mirada en nuestro país que es un libro abierto para entender el comportamiento de los Amos del Mundo. Lo primero que hizo el Presidente panameño fue consolidarse en el Poder. En la actualidad controla, por medio del soborno y el chantaje, a todos los órganos del Estado y a la mayoría de los medios de comunicación social. Convirtió el país en una gran base militar a las órdenes del Pentágono, y, aunque parezca paradójico, cooptó a todos los partidos políticos de la llamada oposición y a la mayoría de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), de la también llamada Sociedad Civil. Afirmo esto último porque estos partidos, en alianza a esas ONG, están proponiendo, para superar la crisis política, la convocatoria de una Asamblea Constituyente Paralela; es decir, pretenden hacer un llamado a la formación de una Asamblea Constituyente por medio de los partidos políticos, para que elaboren una nueva constitución en el seno de una dictadura, cuando saben ben que el actual Dictador tiene la capacidad de movilizar los recursos del Estado para la compra de los diputados constituyentes, y que tiene también los recursos represivos para congelar cualquier proyecto constituyente que le sea adverso. Los que abogan por esta constituyente paralela sostienen que así se mantiene la institucionalidad.
Yo me pregunto, ¿a qué institucional se refieren? La única que existe es la que permite la inmoral disimetría entre los muchos a quienes les falta todo y los pocos a quienes les sobra todo; la que les ofrece a los estudiantes una educación acrítica; a la población un sistema de salud excluyente y selectivo; la que permite la explotación minera a expensas de la desaparición de nuestros pueblo originarios, etc. Queda de esta manera en evidencia la existencia, como lo sostiene Negri, de los micropoderes dentro de los Estado Nación: partidos políticos, iglesias, ONG, gremios, sindicatos. En Panamá ninguno de estos micropoderes está convocando a una movilización para destituir al Dictador, y mucho menos, la convocatoria a una Asamblea Constituyente Originaria, Participativa e Incluyente. ¿Por qué? Porque todos quieren jugar dentro de la institucionalidad: los partidos políticos, que aspiran a administrar el Estados y lo demás, que viven y se alimentan del conflicto.
Un Constituyente Originaria significa una nueva institucionalidad. En primer lugar, en su convocatoria no participarán los partidos políticos, quienes se han abrogado el derecho antidemocrático de ser lo voceros autorizados del pueblo. Podrán ser candidatos a diputados constituyentes, todos los ciudadanos sin ninguna distinción. En segundo lugar, una constituyente originaria no es sólo para tratar los temas jurídicos o políticos, sino para definir un nuevo modelo de producción económica que permita la equitativa distribución de las riquezas; la educación crítica; la atención de salud igualitaria; la protección del ambiente, etc. En tercer lugar, es imposible convocar a una Constituyente Originaria con un Dictador dirigiendo el país, por lo que, las movilizaciones populares anunciadas debe tener dos propósitos: derroca al Dictador y llamar a la Constituyente Originaria, Participativa e Incluyente.
El actual dictador está moviendo sus fichas para mantenerse en el poder. Sea por la reelección inmediata o extendiendo su periodo por cinco años más. La Mafia Internacional lo necesita en el Poder. Él le está entregando el país a los Amos de Mundo y estos están muy satisfechos y agradecido con él.
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