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Bolívar junto a Marx en el bicentenario de la primera independencia

Actualidad del socialismo científico en la nueva revolución continental

Fuentes: Rebelión

El derrumbe del muro no pudo aplastar a Marx: resurgió de sus escombros. El proclamado fin de la historia y de las revoluciones no ha podido contener la rebeldía redentora del Che. La recolonización neoliberal, lejos de corroer la espada de combate de Bolívar, la tornó más recia y afilada, al tiempo que ha actualizado […]

El derrumbe del muro no pudo aplastar a Marx: resurgió de sus escombros.

El proclamado fin de la historia y de las revoluciones no ha podido contener la rebeldía redentora del Che.

La recolonización neoliberal, lejos de corroer la espada de combate de Bolívar, la tornó más recia y afilada, al tiempo que ha actualizado el imprescindible carácter continental y mundial del proceso liberador.

El contra-ataque, la contra-ofensiva imperialista frente la nueva ofensiva de los pueblos de nuestra América, confirma y enriquece las tesis de Lenin -formidable exponente del marxismo del siglo XX- sobre la militarización y la agresividad del gran capital monopolista y sobre la necesidad de construir vanguardias revolucionarias o fuerzas conductoras de nuevo tipo (incluso nuevas respecto a la que él concibió para llevar a cabo la revolución bolchevique), que puedan actuar como es necesario en las nuevas situaciones revolucionarias y al interior de los nuevos sujetos sociales de las revoluciones del siglo XXI.

Las ideas de estos grandes referentes del pensamiento y el accionar revolucionario mundial viven y se entrelazan, tornándose imprescindibles en los nuevos tiempos. Imprescindibles pero no suficientes, en la medida el dominio del gran capital sufre transformaciones significativas e impacta de nueva manera los escenarios nacionales, regionales y mundial, y en la medida las oleadas tecno- científicas y el propio pensamiento socio-político revolucionario está impelido a renovarse constantemente en función de todo eso y de las valiosas experiencias acumuladas.

Es claro sí, que por encima de contradicciones y desencuentros menores y más allá de desaciertos ocasionales y situaciones imprevisibles en sus respectivos tiempos de vida, el acervo de esos pensadores y conductores revolucionarios ha reafirmado su extraordinario valor actual para nutrir en nuestra América los nuevos combates y los proyectos emancipadores de la mano de Tupac Maru, Martí y Mariátegui.

Un hilo conductor común entre patria grande liberada, igualdad de derechos de los seres humanos y países, rebeldía social y emancipación nacional; democracia como poder del pueblo, antiimperialismo, redención del yugo del gran capital, revolución democrática-socialista de liberación nacional y fuerzas conductoras combativas, los amalgama en el presente y en el futuro previsible de nuestra América y potencia su visionaria creación teórica.

Esto así porque el capital sigue siendo una relación social sin fronteras y sin límites en sus pretensiones de explotación del trabajo ajeno, concentración de riquezas y poder, exclusión social, intervención militar, aplastamiento de identidades nacionales y sojuzgamiento de pueblos.

Porque nuestra América ha sido una de sus grandes víctimas desde su cruel periodo de` acumulación originaria hasta nuestros días: conquista, colonización, neocolonización, recolonización neoliberal y capitalismo dependiente en sus diversas modalidades.

Pero también una de sus grandes fuentes de resistencia, incluso en este presente estelar, a contracorriente del mundo conservador, emulando los tiempos en que se libraron los heroicos combates por su primera independencia.

Ahora frente a un capital recolonizador avasallante.

Ahora frente a un centro de dominación mundial estremecido por una crisis sistémica multidimensional que lo torna mas agresivo y militarizado que en sus primeras fases de expansión y coloniaje.

Y eso explica que por aquí vuelva Marx sobre sus pasos contra el capital como relación social opresiva, sobre sus crisis y sobre su evolución contra la humanidad; vuelva urgiendo a la emancipación de la clase explotada a través de la revolución y la socialización del poder y de los medios de producción y distribución.

Es cierto que hoy los resultados son más trágicos que en sus tiempos, pero nadie puede negar su singular y profundas premonición sobre las desigualdades sociales y los procesos de empobrecimiento que le impondría a gran parte de la humanidad:

«Finalmente, a medida que los capitalistas se ven forzados, a explotar en una escala cada vez mayor los gigantescos medios de producción ya existentes, viéndose obligados para ello a poner en juego todos los resortes del crédito, aumenta la frecuencia de los terremotos industriales, en los que el mundo solo logra mantenerse a flote sacrificando a los dioses del averno una parte de la riqueza, de los productos y hasta de las fuerzas productivas; aumentan, en una palabra, las crisis. Estas se hacen más frecuentes y más violentas, ya por el solo hecho de que, a medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose más y más. . . . Menos mercados nuevos que explotar….pero el capital no vive solo del trabajo. Este amo, a la par distinguido y bárbaro, arrastra consigo a la tumba los cadáveres de sus esclavos, hecatombes enteras de obreros que sucumben en las crisis. 

(C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Tomo I, paq 177, Editorial Progreso, Moscú 1973)

Lenin reaparece con las bases teóricas que nos han permitido explicar la evolución para peor del imperialismo que nos saquea y oprime, completando las nuevas generaciones de pensadores/as revolucionarios su denuncia sobre el desarrollo desigual y el triste destino de los países que no se liberen de sus grilletes:

«Es notorio hasta que punto el capitalismo monopolista ha exacerbado todas las contradicciones del capitalismo, basta indicar la carestía de la vida y el yugo de los carteles. Esta exacerbación de las contradicciones es la fuerza motriz más potente del periodo histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero mundial. Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a calificarlo de capitalismo parasitario o en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con mas relieve, como una de las tendencias del imperialismo la formación de «estados rentistas», de Estados usureros, cuya burguesía vive cada día mas a costa de la exportación de capitales y del «corte del cupón».

(Lenin, Obras Escogidas, Tomo I, Pág. 783, Editorial Progreso, moscú 1979)

Bolívar dice presente con sus vaticinios del destino de EEUU contra nuestros pueblos, insistiendo en la necesidad de derrotarlo, ayer como imperio naciente y hoy como imperio senil:

«Los Estados Unidos (…) parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad».

(Jerónimo Carrera.-«Bolívar Visto por los Marxistas», pag. 125, Editorial Carlos Aponte, Caracas, Venezuela 1987)

Y el Che reconvoca sus muchos Vietnam y su revolución socialista de verdad, sin resistirse -más bien auspiciando- las nuevas modalidades subversivas y liberadoras, las innovaciones, las transiciones originales y los diversos socialismos; todo esto en armonía con su espíritu creador y, sobretodo, convocándonos a la unidad a la unidad y a la rebeldía generalizada no lograda, a un alto costo, en el siglo pasado:

«Crear dos, tres, muchos Vietnam es la consigna»… «Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda a los pueblos en lucha fuera aun más efectiva, ¡que grande sería el futuro, y que cercano!

(Ernesto-Che- Guevara, Tomo II.- Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, págs 584 y 598)

  • El imperialismo cambió para peor y desató la resistencia popular.

En tiempos más recientes, el gran capital, operando desde los países centrales del sistema, afectado por la crisis estructural del final del siglo XX, echó manos al neoliberalismo, a la microelectrónica y a la especulación en grande, y se reestructuró integralmente (en lo ideológico, organizacional, gerencial, tecnológico y militar) para exprimir más aun las sociedades de la periferia capitalista y las fuerzas del trabajo en su propias sedes y a escala mundial.

De ese proceso resultó un capital más concentrado, militarizado, gansterizado, agresivo, excluyente, globalizado y financierizado… y una humanidad más empobrecida y segmentada en todos los órdenes.

Poderosas corporaciones supra-nacionales privadas quedaron fuera del control incluso de los grandes Estado-naciones de origen. Estados-naciones otrora muy fuertes, se han debilitado relativamente frente a los grupos corporativos globales. Y Estados débiles, desnacionalizados y subordinados han quedado a la deriva y sometidos a intensas degradaciones; todo esto en la lógica leninista del concepto imperialismo, pero ahora extraordinariamente potenciado, sobre-dimensionado y mutado para peor.

El gran capital aumentó su productividad, concentración y ganancias a tono con las geniales previsiones de Marx y Lenin y más allá, y potenció en nuestra América su enemistad con la independencia, la democracia y la justicia social, esto es, con el sueño bolivariano; al tiempo de entrelazar en mayor grado la emancipación nacional con la liberación social, la autodeterminación de los pueblos con el antiimperialismo y el anticapitalismo, y ambos con las transformaciones socialistas, tal como fue planteado por José Carlos Mariategui y Ernesto Guevara en dos periodos diferentes de nuestra historia, en los dos casos desde un marxismo repleto de humanismo e inmerso en la realidad indo-latinoamericana y latino-caribeña.

Las recomendaciones de estos dos formidables exponentes del marxismo latino-caribeño repican con sentido de actualidad en esta hora especial de nuestra América en la que el capitalismo dependiente y su restructuración neoliberal no solo entran en fase agravada de su prolongada crisis, sino además en la que los pueblos empobrecidos y desgarrados por la maquinaria del gran capital han decidido rebelarse contra sus modalidades de dominación político-social, recobrando así actualidad el ideal socialista y la creatividad revolucionaria:

«No queremos – sentenció Mariátegui-, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano«.

Aniversario y balance (Amauta, No. 17, septiembre de 1928)

«Observar, aprender y pensar, no copiar de nadie -nos decía Ernesto Guevara-, y después empezar a caminar, tal es la forma que nosotros aplicamos.»

(«La creatividad en el pensamiento económico del Che.- Carlos Tablada Pérez, PENSAR EL CHE, Tomo II, pág 218, Centro de Estudios sobre América-CEA, Editora José Martí, 1989)

Vale tener muy presente ese espíritu innovador, porque en la llamada era neoliberal del capitalismo los niveles de explotación-especulación, exclusión social, desnacionalización, desigualdades y empobrecimiento impuestos por la dinámica capital-trabajo (acompañada de renovados patrones tecno-científicos)-siempre a favor del gran capital y contra el derecho a la vida y a la libertad de nuestros pueblos- han determinado un incremento de la resistencia popular-nacional como forma de expresión de la lucha de clase, que lejos de desaparecer como pregonaron los ideólogos de la post-modernidad capitalista, ha asumido nuevos formas, mayor amplitud, diversidad y entrelazamientos con otras expresiones de opresión, en detrimento de la diversidad de actores y sujetos dominados.

Y nueva vez ha «resucitado» y retomado actualidad el marxismo creador que los ideólogos del capitalismo dieron por enterrado, no por el mérito de descubrir la lucha de clases, que no fue suyo, sino por el de reconocerla como vía para abolir el capitalismo y crear una sociedad sin clases.

Nueva vez recuperan su pertinencia el debate y las luchas por las democracias, las independencias y los socialismos en relación con las experiencias acumuladas en el siglo pasado y con la evolución cada vez más perversa del dominio del capital.

La tendencia del orden social dominante -apuntada por Marx hace ya mas de 150 años- se ha tornado mucho más dramática para los/as explotados/as de nuestra América y la superación del capitalismo resulta mucho más necesaria, siempre a partir de las crisis de sus expresiones diferenciadas en la periferia dependiente y en el centro del accionar de sujetos sociales transformadores propios del desarrollo desigual y afectados rudamente por las restructuraciones aplicadas:

«A la par con la disminución constante del numero de magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de transformación, aumenta la masa de la miseria, de la opresión, de la esclavitud, de la degradación y de la explotación; pero aumenta también la indignación de la clase obrera, que constantemente crece en número, se instruye, unifica y organiza por el propio mecanismo del proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido junto con él y bajo su amparo. La centralización de los medios de producción y la socialización de trabajo llegan a tal punto que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe. Le llega la hora a la propiedad privada capitalista. Los expropiados son expropiados». 

(C. Marx y F. Engels.- OBRAS ESCOGIDAS, Tomo II, Págs. 150 y 151. Editorial Progreso Moscú 1973)

  • La nueva oleada revolucionaria y la búsqueda de alternativas

De la resistencia al capitalismo neoliberal y a los desafueros de las partidocracias tradicionales, los pueblos pasaron a la ofensiva, logrando sucesivas victorias políticas desde las rebeldías sociales politizadas y a través de procesos electorales, plasmando su voluntad de cambios en opciones políticas alternativas y gobiernos diferenciados del esquema tradicional, con distintos grados de voluntad reformadora, transformadoras o revolucionarias.

Así el sistema de dominación estadounidense y oligárquica entró en crisis en el continente dentro de la dinámica reforma-contrarreforma y revolución-contrarrevolución, reformismo y/o progresismo-reaccionarismo, derechas duras e izquierdas o centro-izquierda de diferentes tonos.

En primera fase los cambios fueron ascendentes y sostenidos, aunque con diversas intensidades y profundidades por países.

La canalización de la oleada desde abajo no siempre encontró interlocutores electorales y/o gubernamentales consecuentes y seguros.

La gama de nuevos gobiernos de izquierda, centro-izquierda o simplemente «progresistas», resultó bien variada y en no pocos casos los déficits en la conformación de fuerzas o sujetos políticos conductores-transformadores generó evidentes y lamentables desproporciones entre los resultados alcanzados en las gestiones gubernamentales y los anhelos populares.

De todas maneras en los primeros años del siglo XXI el mapa político de nuestra América cambió en una buena extensión, aunque con bastantes desniveles; y cambió en detrimento de la estrategia de dominación oligárquico-imperialista, incluyendo procesos de reformas avanzadas y expresiones políticas gubernamentales con intensos matices a favor de nuevas revoluciones.

En Venezuela, punto inicial de ese viraje, el auge revolucionario se plasmó en un viraje político auspicioso, en un proceso transformador de profundo calado..

La intentona de golpe a Chávez en el 2002 fracasó estrepitosamente y la oleada siguió en ascenso, lo que entonces frustró la contraofensiva imperialista y obligó a aplazarla.

La cadena de victorias, más o menos avanzadas, más o menos limitadas, puso en aprieto hasta nivel de crisis el sistema dominación y el control de EEUUU sobre la región. Al trascendente viraje de Venezuela le sucedieron los avances, giros y cambios transformadores, reformadores o simplemente reformistas en Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina Nicaragua, Uruguay, Honduras, Paraguay y El Salvador, incluso Chile en menor medida. Mientras Cuba revolucionaria, después de resistir estoica y heroicamente, empalmó con la ola y pudo respirar mejor.

Antes de esa gran oleada el cuadro continental era casi totalmente adverso a los pueblos y a los sujetos de cambio. Las esperanzas estaban arropadas por el predominio abrumador de las derechas y el control imperialista, sobretodo estadounidense pero también europeo

Con la nueva ola todo se reanimó en dirección positiva, al punto de que la revolución, el antiimperialismo y el debate sobre los socialismos posibles recobraron actualidad y han entrado al campo de la gran disputa política.

  • El contra-ataque: EEUU contra nuestra América

Luego de un periodo a la defensiva, auque siempre resistiendo y procurando contener los cambios, EEUU, el gran capital y sus fuerzas aliadas en el continente y más allá se prepararon para revertir el proceso que le era adverso, aprovechando las debilidades y fallas de los nuevos gobiernos.

Poco después pusieron en marcha una nueva contraofensiva, un contra-ataque mejor planeado, en la lógica de potenciar por múltiples vías y numerosos medios la contra-reforma y la contrarrevolución.

De nuevo resonaron las sabias advertencias del Che, fundadas en sus certeras previsiones respecto a la tendencia histórica del comportamiento imperialista en nuestro continente:

«Los yanquis intervendrán por solidaridad de intereses y porque la lucha en América es decisiva. Lo harán con todas sus fuerzas. . . no dejarán consolidarse el poder revolucionario y, si alguno llegara a hacerlo, volverán a atacar, no lo reconocerán, trataran de dividir las fuerzas revolucionarias, introducirán saboteadores de todo tipo, intentaran ahogar económicamente el nuevo estado, aniquilarlo, en una palabra».

(Luís Suárez Salazar: «La Estrategia Revolucionaria del Che: una mirada desde el primer lustro del siglo XXI», pág 55, cita tomada de «la Estrategia de la Revolución Latinoamericana de Ernesto-Che-Guevara, pág 504)

Medio siglo después, la arremetida de EEUU y sus aliados, a manera de contra-ofensiva frente a la nueva ola, ha estado marcada por esa impronta denunciada por Ernesto Guevara, la cual en su fase inicial fue caracterizada por el comandante Chávez de la siguiente manera, destacando sus componentes más agresivos:

«Estamos -subrayó- ante una manifestación del contraataque imperial sobre América Latina y El Caribe. Una triangulación fatal se gesta entre Colombia, Honduras y la ocupada Haití. Tres versiones de la nueva estrategia de intervención yanqui en suelo nuestro americano«.

(¡Contraataque Bolivariano! Las líneas de Chávez – 24-01-2010)

Ciertamente este contraataque comenzó con el golpe de Estado en Honduras, continuó con el acuerdo para la instalación de siete nuevas bases militares estadounidenses en Colombia y con el relanzamiento del régimen narco-para-terrorista colombiano como factor de agresión regional. Logró además la implantación por «elecciones» de los regímenes derechistas en México y Panamá, retomó nuevos aires políticos con el triunfo electoral de las derechas conservadoras chilena y costarricense y salió temporalmente airoso al asegurar la continuidad golpista hondureña con el fraude electoral en favor de Porfirio Lobo.

A esto hay que agregarle la aceleración de las presiones golpistas en Paraguay con la consiguiente repliegue del gobierno de Fernando Lugo, el afianzamiento de las posiciones moderadas del gobierno de Lula en el contexto de entendimientos significativos e importantes competencias con EEUU, el giro a posiciones parecidas de los presidentes Mauricio Funes de El Salvador y José Mujica de Uruguay, la funesta ampliación de la ocupación militar de Haití con el aval de Brasil, Uruguay y Argentina, y los avances previos de la derecha conservadora argentina.

El uso de la horripilante tragedia haitiana para re-desplegar e incrementar en grande la soldadesca gringa en ese país, se traduce objetivamente en un reforzamiento de su retaguardia militar estratégica en el Caribe; con fuerte implantación en Puerto Rico, Aruba y Curacao, precisamente en la proximidad de Cuba, tocando prácticamente el territorio dominicano y ampliando su cadena de bases y tropas imperiales en esta zona, definida como «frontera imperial».

Hay que sumarle a todo esto el agresivo plan de penetración del para-militarismo y de los comandos asesinos colombianos en Venezuela, con vista a crear una especie de «contra» armada con base logística en Colombia. Algo parecido sucede en Ecuador.

Y anotar también otras vertientes negativas: la victoria de la ultraderecha en Puerto Rico, el uso de la sinuosidad del presidente dominicano Leonel Fernández en favor de la continuidad golpista en Honduras, del apoyo al funesto régimen colombiano y del control estadounidense de Haití.

Por último, el recién frustrado intento de golpe policial-militar contra el gobierno del Presidente Correa, previo trabajo de infiltración de la CÍA, confirma que el componente violento del contra-ataque desplegado en primera instancia en Honduras (con éxito relativo al concluir la primera década del nuevo siglo), tuvo continuidad y apunta con fuerza especial contra el eje más avanzado de los procesos Suramericanos: Venezuela, Ecuador, Bolivia… y naturalmente contra todo el bloque del Alba, que incluye a Cuba y Nicaragua.

En Ecuador, gracias a la audaz y valiente reacción del Presidente Correa y a la movilización de su pueblo, en esa ocasión no se le dieron a las derechas los nuevos planes desestabilizadores.

Es preciso tener presente que el cuadro desfavorable -independientemente del significado positivo que tuvo haber conjurado esa intentona en Ecuador- no fue superado a escala continental con esa victoria puntual.

Ciertamente -como afirma el comandante Chávez- Colombia, Honduras y Haití representan «un triángulo fatal» que procura, con la fuerte tutela estadounidense, favorecer aun más el re-despliegue militar y la contraofensiva política de ese «imperialismo decadente y pentagonizado«, preso de su propia dinámica guerrerista pero aplicando a la vez una contraofensiva integral (política, ideológica, mediática y cultural), con mejores resultados que al inicio de la oleada y apuntando con fuerza en lo militar contra Cuba, la insurgencia colombiana, Venezuela y su petróleo, Ecuador, Bolivia y las grandes riquezas naturales de la Amazonía.

Esto así porque nuestra América -especialmente por la inmensa presión y determinación de los sujetos populares- entre avances y retrocesos, victorias y reveses, podría írsele definitivamente de las manos a sus opresores; lo que motiva el actual empeño estadounidense en contraatacar con todos los medios a su alcance, sin descuidar -más bien potenciando- su gran poderío militar y mediático, vertientes éstas donde su superioridad no está en discusión

Los ideólogos del gran capital saben bien lo que significa cuando los/as de abajo se deciden a no querer seguir malviviendo como hasta ahora lo han hecho y el riego que para su dominación implica cuando los de arriba (sus aliados: oligarquías y derechas) dan señales de no poder gobernar como hasta ahora lo han hecho. Las valoraciones de Lenin sobre las crisis y situaciones revolucionarias derivadas los asustan:

«Así nos lo enseña también la experiencia diaria de cualquier Estado capitalista. Cada una de sus «pequeñas» crisis nos muestra en miniatura elementos y gérmenes de los combates que habrá que repetirse ineluctablemente a gran escala en un periodo de gran crisis.»

(V.I. Lenin: «Informe sobre la revolución de 1905», Obras Escogidas, Tomo I, pag 807.-Editorial Progreso, Moscú 1979)
  • Militarización y vientos de guerra

Esto es lo que determina que EEUU le siga dando -a pesar de su crisis interna y de la reconquista de algunos espacios políticos en disputa- mucho relieve a la cuestión militar, hasta alcanzar las características de posicionamiento, moviliza­ción y ensayo para una variante de «guerra de gran inten­sidad». Mientras su complejo militar-industrial hace de la guerra un negocio altamente rentable y medio para la recuperación de las elites sociales y de su economía.

En esa tónica el Comando Sur de las Fuerzas Militares de EEUU ha pre­valecido sobre el Comando Atlántico, asumiendo la conducción para toda América Latinoamérica y el Caribe, lo que procura superar las grietas en las operaciones «antidroga» y «antiterroristas« en los adiestramientos y en los nuevos procesos de tutelaje so­bre los militares de la región.

Llaman la atención las «posiciones de proyección avanzada» de las fuerzas estadounidenses, presentes en su cadena de bases militares y en la ubicación de tropas especiales en la región, con tendencia a la proliferación de pequeñas bases en cuanto a dotación humana, pero altamente especializadas (bases FOLS o Ubicación de Operaciones de Vanguardia). Las bases FOLS am­plían el espacio geográfico de la presencia militar directa estadounidense.

En Suramérica instalaron la Base de Estigarribia en Para­guay (justo en la proximidad de las tres fronteras y del Acuífero Guaraní (uno de los mas grandes del mundo), extendiendo su presencia más allá de las bases de Iquitos y Nanay en Perú.

En Uruguay se pro­ponen incrementar su presencia directa, decidiéndose por instalar, con la lamentable anuencia del gobierno del Frente Amplio, una escuela militar para «misiones de paz».

Innumerables medidas preventivas y de acción directa han sido tomadas en la Cuenca del Caribe, incluidos el Caribe isleño, el Gran Caribe y parte de Centro­américa. Porque esta cuenca es una especie de bisagra acuática entre conti­nentes y hemisferios, paso de América a Europa, conexión entre el Atlántico y el Pacífico, y entre Occidente y Oriente.

Encrucijada, por tanto, del gran comercio y centro de comunicaciones civiles y militares. Archipiélago de islas, enmarcadas por costas y bahías, aptas para establecer cadenas de bases militares y hacer desplazamientos navales y aéreos intimidatorios y ofensivos contra áreas continentales.

Escenario ideal, en fin, para el despliegue de una retaguardia estratégica-mili­tar, ubicada en el centro de este continente americano, co­nectada con sus fuerzas emplazadas mas al Norte y cara a un continente que tiende a írsele de las manos; aun habiendo revertido una parte de los avances alcanzados por las fuerzas empeñadas en crear lo nuevo.

En Puerto Rico las bases de Sabina y Allen se han convertido en sede el Sub-comando de las Fuerzas de Operaciones Especiales. De Vieques tuvieron que salir forzados por las continuas protestas. El Ejército Sur reestructurado pasó al Fuerte Buchanan y tiene la tutela sobre 16 mil efectivos del ejér­cito boricua, todos bilingües, listos para operar en todo el continente. En el Campamento Santiago se entrenan fuerzas estadounidenses y de otros países aliados al imperialismo.

Mantienen la Base Guantánamo en Cuba y la de Palmerola en Honduras e instalaron nuevas bases en Aruba, Curazao y El Salvador (Comalapa).

La base de Honduras jugó un papel clave en el golpe militar contra Zelaya, hecho que junto con la derechización de los gobiernos de otros gobiernos de la zona, ha cambiado en el istmo la correlación de fuerza a favor de EEUU y de su contra-ataque continental; zona, que además de tener tremenda importancia geo-estratégica y geo-económica, constituye una importante reserva de biodiversidad y otros riquezas naturales.

Con Panamá hay acuerdo para nuevas instalaciones de EEUU y Costa Rica se ha prestado a acoger unos 8,000 marines, portaviones y buques de guerra bajo el mando del Comando Sur del Pentágono

La frontera de República Dominicana con Haití está prácti­camente bajo el mando del Comando Sur del Pentágono.

EU sigue aspirando a instalar pequeñas bases altamente cali­ficadas en la isla Hispaniola (República Dominicana y Hai­tí). Ya lo están haciendo en Haití, mientras las islas Saona y Alto Velo, próximas a las costas dominicanas, han estado siempre dentro de sus planes militares. Algo similar a lo que hicieron en Aruba, Curazao y Paraguay.

Todo esto se articula al Plan Puebla-Panamá, a los diversos componentes (incluidos los militares) del Plan Colombia-Iniciativa Andina, a las grandes maniobras navales en el Caribe y el Pacífico Suramericano y al rediseño de sus agresiones militares.

En Colombia la vertiente militar del Plan Colombia-Ini­ciativa Andina (y específicamente el anexado Plan Patriota), tiene todas las características de una guerra de baja intensidad.

Allí se ha reforzado la inteligencia militar del Pentágono, la CIA, las empresas mercenarias y otras agencias estadounidenses. La DEA ha servido también de canal de penetración militar.

Allí se ha creado una plataforma de bases militares con funciones contra-insurgentes en lo interno y claros propósitos agresivos contra Venezuela, Ecuador y Brasil de cara a la conquista de las riquezas amazónicas.

Se ha renovado el sistema técnico de vigilancia, introducien­do radares de altura (vía satélite) que cubren todo el país y diseñado corredores inter-bases militares (siete bases en total), que a su vez se comunican con el exterior.

  • Trasfondo popular, avances y retrocesos

EL contraataque imperialista, que ciertamente pone en riego la oleada transformadora que se inició a final del siglo XX y principio del XXI, ha hecho recular más aun a timoratos que actúan a nombre de las izquierdas, lo que generalmente termina fortaleciendo a las derechas.

Pero por suerte en la base de esta oleada de cambios revolucionarios y reformadores están los pueblos y la diversidad de sus sujetos sociales cada vez mas radicalizados; aunque con serios déficit de organización social y política, acumulación militar y fuerzas conductoras.

De nuevo el tema del retraso en la conformación de las nuevas vanguardias revolucionarias aparece como una de las más dramáticos déficits de esta nueva oportunidad.

Igual también las sensibles debilidades que en muchos casos se evidencian para enfrentar como es debido la violencia opresora y las enormes capacidades militares de los enemigos de la revolución. Son significativas las carencias y retrasos en la creación de una respetable fuerza político-militar transformadora capaz de disuadir y/o confrontar con éxito.

Esto revela los obstáculos a superar desde pueblos, pobrecías y sujetos oprimidos que no quieren seguir viviendo como se lo impone el dominio de una clase dominante-gobernante corrompida, corruptora y deshumanizada y de un imperialismo implacable, cuya crisis sistémica y sus grandes carencias de recursos naturales vitales incrementa como nunca su voracidad respecto a nuestras fuentes de agua, petróleo, oro, biodiversidad y minerales estratégicos.

Estamos ante sujetos y clases populares que se niegan a vivir así, que combaten por el cambio como pueden: sin contar con todos los medios necesarios para la victoria plena, pero siempre prestos a resistir, avanzar y hacer camino al andar.

Y esto explica el porqué mientras se ejecuta el contra-ataque imperialista se registran también resistencias ejemplares capaces de crear sujetos sociales politizados que conforman contrapoder y preludian alternativas; como ha sido el caso del Frente de la Resistencia Hondureña, cuidadosamente ocultado por la dictadura mediática internacional; explica la razón de eso y otros avances políticos a contracorriente de los opresores.

En Colombia no vale anunciar la «muerte» o el «debilitamiento extremo» de las FARC, la insurgencia armada y la resistencia civil. Ellas se reorganizan y vuelven a fortalecerse, desatando de nuevo la ira de los sucesores del uribismo, inmersos en una letrina de sangre putrefacta, drogas purulentas y guerra sucia patrocinada por EEUU.

De todas maneras en casos así y en sentido general es imperiosa la reflexión y la creatividad política de todo el movimiento revolucionario continental para dar respuestas adecuadas a los nuevos desafíos de la guerra imperialista postmoderna y la manera de recuperar la ofensiva popular en forma sostenida.

Como lo es también actuar para abrirle nuevas vías a los potentes anhelos populares destinados a impedir que el camino de las reformas avanzadas y de los procesos con vocación revolucionaria no desemboque en contrarrevolución y neofascismo, porque ahora está muy claro que o hacemos revoluciones verdaderas o se impondrá una nueva barbarie política.

Porque si es cierto que al concluir la primera década de este nuevo siglo el mapa político de las derechas continentales se amplió mediante la prolongación y el endurecimiento de la política estadounidense en plena «era de Obama» (quien ha adoptado el camino de los farsantes inteligentes, combinando el «poder suave» con el «poder fuerte», facilitado el contraataque y los consensos del imperio con las derechas y el centro político); no menos cierto es que el mapa de la izquierda, del Alba y más allá, sigue siendo fuerte.

Y más fuerte potencialmente son y podrían ser los movimientos de base que lo sustentan y que en caso de renovar sus energías y calificar su accionar, podrían contribuir a la ampliación y profundización de las transformaciones en marcha y en disputa.

  • Nuevo impulso a la oleada

El contraataque imperialista precisa ser enfrentado con un nuevo impulso a la oleada redentora, con mayores aportes a la pujante alborada continental del siglo XXI, ahora en retroceso circunstancial y con riegos de profundizarse.

Se impone una reflexión autocrítica.

Al propósito de relanzamiento de la ofensiva desde los pueblos le convendría mucho la profundización de las transformaciones en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y El Salvador en dirección al socialismo.

La superación del estancamiento del modelo estatista en Cuba y su avance hacia un socialismo participativo e integral, acompañado de una mayor beligerancia revolucionaria a escala internacional, sería muy beneficiosa.

La radicalización de los Estados del Alba en su relación solidaria con los movimientos sociales y las fuerzas revolucionarias y progresistas que actúan fuera de los gobiernos establecidos, ayudaría enormemente a ese objetivo imperioso.

Convendría mucho volcar solidaridad unificada y convergente en los «puntos calientes», en los «eslabones en crisis» (Perú, México…), contra esos «engendros oligárquicos-imperialistas» y la referida «triangulación fatal» (Honduras- Colombia- Haití).

Y no debe faltar la defensa militante de la revolución bolivariana de Venezuela y de los avanzados procesos transformadores de Bolivia y Ecuador, hostilizados por la funesta alianza colombo-estadounidense. Tampoco obviar la permanente solidaridad con Cuba, actualmente bloqueada y siempre amenazada por la agresiva estrategia militar de EEUU.

Convendría al mismo tiempo desplegar los esfuerzos del crecimiento y mayor unificación de las fuerzas sociales y políticas transformadoras en cada uno de nuestros países, con la debida independencia frente a los Estados y los gobiernos vigentes. Y, sobre todo, convendría la continentalización y mundialización de ese crecimiento, así como de la articulación de esas fuerzas contestatarias y transformadoras… hasta conformar un gran movimiento que articule la diversidad revolucionaria latino-caribeña y eleve su réplica transformadora…hasta lograr una Internacional Revolucionaria de nuevo tipo.

En este orden el Libertador no pudo ser más preciso y visionario:

«Luego que seamos fuertes…entonces seguiremos la marcha hacia las grandes prosperidades a que está destinada nuestra América Meridional».

(Simón Bolívar.-Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla. CARTA DE JAMAICA. Henry Cullen)

Y en esa dirección es imprescindible que los sujetos políticos revolucionarios asuman con especial pasión y renovada voluntad la ampliación del sujeto social impugnador del sistema dominante, las propuestas y líneas de acción, que inseparablemente vinculadas a la lucha de clases, representan liberaciones movilizadoras contra el sistema de dominación imperialista y las atroces modalidades de opresión y discriminación funcionales al capitalismo brutal de estos tiempos: el patriarcado, el racismo en todas sus expresiones, la homofobia, la negación a la libertad de opción sexual, el adulto-centrismo, la opresión y exclusión de los pueblos originarios y la degradación acelerada del ambiente y el saqueo de los recursos vitales del planeta

Esto último, asumido como proceso ascendente, es clave para lograr el necesario reimpulso de la oleada, para retomar nuevos aires, para lanzar ofensivas cada vez más potentes y coordinadas contra el contraataque de EEUU y sus aliados; asumiendo a la vez las sabias y no excluyentes orientaciones de Lenin sobre la manera de luchar sin ataduras, sin renunciar a determinados métodos y formas de lucha, sin desprecio por la creatividad popular en ese orden:

«El marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una solo forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las «inventa», sino sintetiza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por si solas en el curso del movimiento. Enemigo absoluto de toda fórmula abstracta, de toda receta doctrinaria, el marxismo exige atención a la lucha de masas que está empeñada, lucha que da origen a métodos de defensa y ataque mas nuevos y diversos cada día en la medida en que el movimiento se va extendiendo, aumenta el grado de consciencia de las masas y se acentúan las crisis económicas y políticas. Por eso el marxismo no rechaza de plano ninguna forma de lucha.»

(V.I. Lenin: «La guerra de guerrillas». Obras completas Ops, Tomo 14, Págs. 1 – 2)

Estamos hablando, en fin, de profundizar el quehacer revolucionario y desplegar más internacionalismo, antillanismo y latino-americanismo.

Todo esto en dirección a hacer nuevas revoluciones y nuevos socialismos desde un punto de partida conceptual a todas luces imprescindible; independientemente de que las bases originarias del socialismo científico requieran ser enriquecidas y profundizadas a luz de las experiencias del siglo XX y de los retos del nuevo siglo, de los triunfos y reveses registrados en ese duro y trascendente batallar.

Si por algo los procesos de orientación socialista del siglo XX pudieron ser revertidos, fue por alejarse de formulaciones esenciales contenidas en las conceptualizaciones de los fundadores del socialismo.

Comparemos el devenir estatista-burocrático y la vigencia masiva del trabajo asalariado en los procesos de Europa Oriental con estas ideas de Marx…

«Pero estaba reservado a la economía política del trabajo el alcanzar un triunfo mas completo todavía sobre la economía política de la propiedad. Nos referimos al movimiento cooperativo, y, sobre todo, a las fábricas cooperativas creadas, sin apoyo alguno, por la iniciativa de algunas ((manos)) audaces. Es imposible exagerar la importancia de estos grandes experimentos sociales que han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la producciones en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna puede prescindir de la clase de los patronos, que utiliza el trabajo de la clase de las ((manos)); han mostrado también que no es necesario a la producción que los de trabajos estén monopolizados como instrumentos de dominación y explotación contra el trabajador mismo; y han mostrado, por fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el de los siervos, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría.»

(Marx y Engels. OBRAS ESCOGIDAS, Tomo II, pág 11, Editorial Progreso, Moscú 1973)

…Y nos daremos cuenta del daño que hizo prolongar a nombre del socialismo, desde monopolios de Estado, la explotación del trabajo asalariado y la anti-democracia que esa relación social genera al confundir propiedad estatal con propiedad social.

Por eso hoy las propuestas superadoras de esos modelos estatistas enfatizan en socializar, en cooperativizar, en colectivizar los medios de producción y distribución. Enfatizan en la autogestión, la democracia participativa e integral y la extinción progresiva del Estado.

La gran obra teórica de C. Marx y F. Engels, lo que ellos conceptualizaron y escribieron -incluso aunque nos propusiéramos obviar injustamente lo que ambos desataron a posteriori como revolución del pensamiento social- podría ser insuficiente para dar respuesta consistente a los actuales desafíos de la alternativa socialista al capitalismo senil y a todas las opresiones funcionales e integradas a él, pero sin dudas ella resulta imprescindible e insustituible para lograrlo, como también los aportes medulares de sus seguidores. De ahí su grandeza mayor.

Igual acontece en nuestra América con el legado de los próceres de una independencia y una revolución social inconclusa, y con sus continuadores en el siglo XX.

Estamos, por tanto exigiéndonos volver a Bolívar, a Martí, a Marx, a Lenin, a Rosa Luxemburgo, a Mariátegui, al Che, a Martí… para enriquecer, recrear y entrelazar sus pensamientos y prácticas repletas de audaces herejías; única manera de sentar las bases teóricas y construir fuerzas capaces de derrotar la contra-ofensiva del gran capital y hacer realidad los sueños emancipadores.

De la capacidad o la incapacidad que tengamos para acelerar o desacelerar los procesos de creación de las nuevas vanguardias o fuerzas conductoras… para potenciar o no las rebeldías populares en desarrollo y convertirlas en contrapoder transformador…

Para derrotar o no los contra-ataques del bloque dominante, incluidos los más violentos… para impulsar con ingenio y creatividad o anquilosar y frenar las alternativas y transiciones revolucionarias…

Y, en fin, para continentalizar e internacionalizar o no los combates, para insertar o no en la conciencia de los pueblos latino-caribeño el proyecto de Patria Grande liberada… dependerán las prospectivas de esta oportunidad histórica: sus avances sostenidos, sus altibajos, su victoria o su derrota.

Nada está pre-determinado. Se trata de una batalla crucial: con sujetos, actores y protagonistas claramente enfrentados. De sus capacidades y esfuerzos dependerán los resultados de esta trascendente confrontación.

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