Recomiendo:
0

De nuevo sobre el conflicto en las relaciones ruso-bielorrusas

Agraviar al vecino no puede traer nada bueno

Fuentes: Soviétskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín


El presidente de Rusia, D. Medvédev, a comienzos de octubre se dirigió a los pueblos de Bielorrusia y Rusia con un discurso programático sobre las relaciones ruso-bielorrusas, culpando al presidente bielorruso A. Lukashenko, de violar «las más elementales normas de la decencia». Moscú fue más lejos insinuando, sin ambigüedad alguna, que en el vecino estado eslavo desaparecen los opositores al gobierno, que se están incumpliendo los acuerdos políticos aprobados entre ambos estados y que se observa una postura muy poco amistosa hacia los líderes de nuestro país…D. Medvédev subrayó que Lukashenko construye su programa electoral denigrando de modo infundado a Rusia, haciendo especial hincapié en sus insistentes intentos de ejecutar una alevosa expansión económica.

El motivo elegido para este nuevo escándalo fue la rueda de prensa del presidente bielorruso con medios rusos, celebrada el 1 de octubre, y en la que este calificó sus relaciones con Medvédev y Putin de «malas, por no decir algo peor«. Antes de esto, se había desatado en los canales televisivos rusos una despiadada campaña de descalificación contra Lukashenko, claramente hecha por encargo.

Esa sinceridad manifestada por el líder bielorruso es perfectamente comprensible, objetiva y en clara correspondencia con la situación creada. He de decir que he estudiado con atención los materiales de la rueda de prensa y no he encontrado en ellos nada subversivo ni preconcebido. En Moscú parece que llevaban tiempo preparándose para este giro en los acontecimientos, y solo esperaban una excusa.

Da la sensación, que aquellos que la andaban buscando, ya no pueden vivir sin escándalos. El gobierno ruso, parece que ya se ha peleado con todos los que podía hacerlo, incluidos sus más fieles aliados, y anteriormente amigos en la URSS. Todo es debido a que los dirigentes de la Rusia postsoviética siguen a remolque de la política de los EE.UU. de un modo bastante consecuente. Es algo evidente. Basta, por ejemplo, recordar que nada más estampar su firma en los traicioneros acuerdos de Belovezh, B. Yeltsin telefoneó al presidente de los EE.UU. para informarle de que la Unión Soviética había dejado de existir. El gobierno de Yeltsin no se interpuso en las agresiones de la OTAN contra Yugoslavia, y más tarde contra Iraq y Afganistán.

Los herederos de Yeltsin se siguen comportando de la misma manera, solo que con mucho mayor refinamiento. En los propios EE.UU. no se esconden para decir que preferirían el caos y la guerra civil en el espacio postsoviético, antes que cualquier intento de construir algo parecido a un estado unificado, que recordase a la URSS. En esto radica, en primer lugar, según yo lo veo, la principal causa de la difícil construcción de la Unión de Rusia y Bielorrusia.

Llevamos quince años viendo como los dirigentes de Rusia interfieren de un modo abierto e insistente en la política interna del país vecino. Han estado menospreciando y socavando la figura del propio Lukashenko, intentando demostrar por todos los medios posibles que es un presidente ilegítimo. Todas las propuestas económicas de Minsk son sometidas a crítica, para terminar derivando en abierto chantaje petrolífero, gasífero o de productos lácteos, o introduciendo limitaciones a la venta de productos bielorrusos en territorio ruso. Cualquier manifestación pública sobre este tema se interpreta momentáneamente como un insulto al estado ruso, como un intento de agitar los sillones del Kremlin.

Es lo mismo que ha vuelto a suceder esta vez. Sin embargo, Medvédev, calentado por sus consejeros, tan versados en avivar hogueras en los estados postsoviéticos, y respaldado por el propio primer ministro, hizo unas declaraciones tan duras , que marcarán un antes y después en las relaciones entre Rusia y Bielorrusia. Esta postura de Medvédev tan hipertróficamente firme, no es propia de él, por lo que se ve la mano de Putin, quien apoya sin ambages al gran capital ruso, que lleva tiempo poniendo el ojo sobre el enorme potencial productivo bielorruso, como territorio aún sin conquistar.

Lukashenko por su parte, defiende con firmeza la propiedad del pueblo bielorruso de las garras de la oligarquía rusa, razón más que suficiente para despertar en ellos un odio abrasador.

¿Estamos ante una guerra fría? ¿Saldrá derrotada de ella Bielorrusia? No cabe duda de que habrá pérdidas, pero no demasiado grandes para hacer tambalear una economía ya de por si acostumbrada al desarrollo autónomo. Alexánder Lukashenko lleva tiempo desarrollando relaciones estables con una serie de países de Asia, Europa e incluso con algunas firmas del jurado enemigo de allende los mares, por lo que el bloqueo económico, por mucho que quieran algunos, no será efectivo. Y si fuese necesario, no dudo de que China y Venezuela echarían una mano.

Mención aparte merece la intromisión política de Rusia en la campaña electoral bielorrusa: A juzgar por la reacción de Moscú, va a tener un carácter abiertamente agresivo, y la oposición a Lukashenko contará con el apoyo material necesario. Sin embargo la razón colectiva de los hermanos bielorrusos estará por encima de cualquier provocación y no dudo de que elegirán a un líder digno.

Pero debemos entender que la guerra fría es un proceso bilateral y mutuamente destructivo. Y puede ser Rusia y no Bielorrusia la que se lleve la peor parte. En primer lugar, si destruimos la cooperación en materia de defensa, estaremos con nuestras propias manos acercando a nuestras fronteras la presencia de la OTAN. En segundo lugar, las declaraciones de Medvédev pueden afectar en primer lugar a la gente de a pie: los funcionarios locales puede que empiecen a poner trabas en la frontera, aduanas, en la esfera bancaria: En tercer lugar, estaremos empujando a Bielorrusia a los brazos de nuestros enemigos políticos, generando en la sociedad sentimientos antirrusos. Parece que Medvédev no supiera que cientos de miles de nuestros ciudadanos han encontrado techo, trabajo, amistad en Bielorrusia, y no quieren regresar a nuestro país. Bielorrusia se ha convertido para ellos en su casa natal. La sustitución de Lukashenko por cualquier otro puede despertar en Bielorrusia un repunte de nacionalismo, que derive en la expulsión de los rusos, como ya hemos visto en el Cáucaso, Repúblicas bálticas y en otra serie de lugares. Esto es algo que en Rusia, cualquier político serio y sagaz debería tener esto presente, e impedir que ocurra. De todos las aspirantes que han presentado su candidatura a las elecciones de presidente, sólo Lukashenko, de un modo sincero y consecuente defiende una alianza firme con Rusia; los otros miran a Europa Occidental. Es algo que Medvédev no desconoce. ¿Que sentido tiene entonces encender una nueva hoguera, un nuevo conflicto, en las fronteras occidentales de Rusia?

Las ambiciones y caprichos del tándem gobernante han ido demasiado lejos. Parece tenerles sin cuidado, que en las empresas conjuntas ruso-bielorrusas trabajan más de 15 mil personas que pueden quedarse sin trabajo en caso de que fracase nuestra alianza.

Los medios pro gubernamentales rusos, a solicitud de los politólogos del Kremlin han lanzado, sin escatimar medios, una ofensiva tesis para los bielorrusos, según la cual su país no es más que un pesado fardo en el cuello de la Federación de Rusia, del pueblo ruso. Es una directriz absolutamente falsa y extraordinariamente peligrosa. ¿De dónde ha salido? De nuevo y con toda probabilidad, de esa dependencia de los EE.UU. que tiene la clase política dirigente rusa, sumado a las ambiciones personales, y a que Lukashenko se ha convertido en un líder auténtico de su nación.

A Medvédev y especialmente a Putin, les irrita sobremanera que sea un dirigente independiente, y no una figura impuesta por los oligarcas, que hace las veces ya sea de presidente, o de primer ministro, como ocurre en Rusia.

En unas condiciones económicas absolutamente adversas, Lukashenko ha sabido situar a su país entre los más desarrollados de Europa. El nivel de bienestar, protección social de los bielorrusos es mucho mayor que el que tienen los ciudadanos de otras antiguas repúblicas de la URSS, incluyendo Rusia. Y es algo que ha podido hacer sin contar con su propio petróleo, ni gas, ni otros recursos energéticos, que le sobran a Rusia, pero donde la mayoría de sus habitantes vive en la pobreza o se las ve y las desea para llegar a fin de mes. Nuestro país a cada rato se ve sobresaltado por todo tipo de catástrofes industriales, energéticas, explosiones, incendios. Se han convertido en parte inseparable de nuestras vidas. La criminalidad, la drogadicción, el terrorismo, la corrupción, los niños de la calle, son fenómenos que han invadido Rusia. Durante la época de reformas el número de niños rusos se ha reducido en 13 millones, mientras las zonas rurales agonizan. Y toda esta práctica de destrucción de todas las conquistas del pueblo soviético es lo que intentan imponer a los bielorrusos como modelo de democracia, como patrón del correcto modo de vida.

Medvédev tocó el tema de la necesidad de investigar las circunstancias de la desaparición de personas en Bielorrusia. Puede que ese problema exista. Pero para comprender su alcance, antes de acusar al vecino, sería útil mirar lo que ocurre aquí. Recordemos que en Rusia anualmente y según datos del Ministerio del Interior se registran cerca de 30 mil desapariciones. Me atrevo a afirmar que cuando menos una tercera parte de ellos son víctimas de asesinatos, sin que se llegue a determinar nunca quienes fueron sus asesinos. El número de asesinatos intencionados en Rusia al año, supera en 1’5-2 veces el que había en toda la Unión Soviética en el mismo periodo de tiempo. Es algo sobre lo que valdría la pena reflexionar.

Hasta ahora se desconoce la autoría de los asesinos de conocidos periodistas como V. Lístev o A. Politkóvskaya. Los atentados contra la vida y la salud de periodistas independientes en Rusia se ha convertido en un fenómeno tan corriente, que tiene atenazada a toda la comunidad periodística. No es raro que los hilos de los crímenes conduzcan a las estructuras de poder. No creo que el presidente ruso no esté al tanto de esto. Y si lo sabe ¿Cómo es que los reproches se dirigen al gobierno bielorruso y no al suyo propio?

En su día Putin declaró, al referirse a los terroristas, que acabaría con ellos allí donde estuviesen «aunque fuese en el cuarto de baño». No ha resultado, por ahora los terroristas siguen matando a gente inocente. Mientras, las emisiones de los noticieros diarios de la televisión, recuerdan más a los informes de bajas en los partes de guerra. Hay ciudades rusas donde el combate se lleva a cabo con blindados y armamento pesado, mientras Medvédev, sin querer ver esto, no deja de hablar del deseo de nuestro vecino de hacerse rico a nuestra costa. Es más que evidente que el bienestar bielorruso es imposible construirlo sobre las «donaciones rusas».

Nuestra élite económica y empresarial es muy escrupulosa al hacer recuento de las pérdidas de Gazprom, pero parece incapaz de tomar conciencia de las pérdidas que tendría Rusia si se rompiesen los lazos con Bielorrusia, si se estableciesen controles aduaneros y fronterizos. Nos tocaría construir de nuevo líneas de defensa, un sistema propio de defensa aérea. ¿Cuantos miles de millones supondría eso?

No debemos perder de vista el que los rusos y bielorrusos son un pueblo unido. Es imprescindible que el comercio de petróleo y gas con nuestros hermanos se produzca con los precios del mercado interno ruso.

No podemos olvidar ni por un minuto, que Bielorrusia es un puesto avanzado defensivo de Rusia en Occidente. Su frontera occidental, son nuestros límites comunes, que debemos reforzar, y no destruir; hay que ser extremadamente cuidadoso con ellos.

Es triste y amargo presenciar como los dirigentes de nuestro país cuentan aquí las pérdidas, al tiempo que perdonan y condonan las deudas de Iraq y Afganistán con Rusia, cifradas en 21 mil millones de dólares. Pensemos, que es la deuda de unos estados, que en la práctica están ocupados por los EE.UU., con lo que en realidad estamos financiando la agresión usamericana contra ellos.

Rusia ha condonado la deuda de 4’5 mil millones a Libia y de 7 mil millones a Mongolia, pese a que esos países se desarrollan a mayor ritmo que Rusia. ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo interpretar esta política de Putin?

En territorio bielorruso se encuentran dos bases rusas que tiene vital importancia para garantizar la defensa y seguridad de Rusia. No pagamos ni un kopek por el arriendo de esos terrenos, mientras que el arriendo de las bases de la flota del Mar Negro en Crimea supone que entreguemos 40 mil millones a Ucrania. ¿Ha hecho alguna vez Medvédev alguna mención pública sobre esto? No, ni tampoco Putin.

Nuestro vecino y aliado produce productos agrícolas en cantidades suficientes para su mercado interno y la exportación. Sin embargo no les compramos a ellos las patatas ni los lácteos, sino a Polonia y las Repúblicas Bálticas a precios más altos de los que ofrece Bielorrusia.

Lo mismo ocurre con los tractores, cuya calidad nada tiene que envidiar a sus análogos europeos, siendo mucho más baratos. Sin embargo los consumidores rusos están orientados a la maquinaria alemana, checa etc. Bielorrusia tiene perdidas con esta política comercial. También las tiene Rusia, cuyo gobierno no quiere una alianza estable de nuestros dos países. Y la responsabilidad principal por todo ello recae sobre el gobierno de Medvédev y Putin.

Me detendré finalmente en otro momento de actualidad: las elecciones presidenciales de Bielorrusia, a celebrar en diciembre de este año. En gran medida están determinando el momento y las formas de la campaña contra Lukashenko. El gobierno ruso ha decidido poner en práctica la variante «ucraniana», absolutamente inadecuada y desfavorable, que no tiene en cuenta las particularidades bielorrusas.

En Ucrania en vísperas de las elecciones, la popularidad del presidente Yushenko no superaba ni el 6%. No contaba con el apoyo de la población rusófona y su curso nacionalista y la rehabilitación de un verdugo sanguinario como S.Bandera, provocaron el rechazo de la mayoría de los ucranianos. Todo esto ocurría en un escenario de galopante crisis en la economía ucraniana, y empobrecimiento masivo de la nación.

En Bielorrusia la situación es justamente la contraria. Lukashenko es una figura reconocida como líder de la nación, orientado hacia Rusia y defensor de la amistad y cooperación entre nuestros pueblos. Tras los ataques contra él por parte de los ambiciosos líderes rusos, los bielorrusos aún lo arroparán más y vencerá en las elecciones con una enorme y aplastante ventaja.

Tal es la realidad, la normalidad en la vida de dos pueblos hermanos, condenados a mantener una coexistencia armoniosa y eterna en un espacio común que compartir.

Esa es la primera conclusión. La segunda pasa por que los líderes de los dos países, y en primer lugar de Rusia, encuentren fuerzas y valor para superar este periodo complicado en nuestras relaciones. Y no por ellos mismos, sino por el bienestar de nuestros pueblos.

Víctor Iliujin es doctor en derecho y diputado en la Duma por el PCFR.

Fuente: http://www.sovross.ru/modules.php?name=News&file=article&sid=58620