Los expresidentes de Perú Alan García, y de España José Maria Aznar parecen haber sido clonados en un mismo laboratorio secreto en Estados Unidos o de la «culta» Europa, a juzgar por sus similares conductas injerencistas y por sus implicaciones en cualquier escándalo de corrupción, vínculos con mafiosos y hasta con narcotraficantes. El primero, a […]
Los expresidentes de Perú Alan García, y de España José Maria Aznar parecen haber sido clonados en un mismo laboratorio secreto en Estados Unidos o de la «culta» Europa, a juzgar por sus similares conductas injerencistas y por sus implicaciones en cualquier escándalo de corrupción, vínculos con mafiosos y hasta con narcotraficantes.
El primero, a quien algunos en Perú le llaman un «animal» político, no sé bien si en sentido peyorativo o no, salió nuevamente a la palestra pública para caerle encima a Venezuela, al señalar que es «una vergüenza que el gobierno del mandatario Ollanta Humala apoye a la dictadura de Nicolás Maduro».
García reiteró los mismos slogans panfletarios repetidos una y mil veces por la derecha violenta venezolana y sus financistas en la ciudad terrorista de Miami, y en Madrid, la capital española, convertida por Aznar hace algunos años en un enclave anti-latinoamericano con conexión directa con la mafia cubanoamericana asentada en el Estado norteamericano de la Florida.
El cabecilla del derechista partido APRA ha estado utilizando a Venezuela como un puñal para atacar por todos los costados a Humala, y una coraza para esconder su vasto historial de corruptela, el cual es investigado por una Mega Comisión del Congreso de este país sudamericano, proceso que puede llevarlo definitivamente a la ruina política.
La situación creada en la Patria de Simón Bolívar también ha sido aprovechada por García para congraciarse con el régimen de Washington, con el que no las tiene nada buenas por sus vínculos con traficantes de estupefacientes y por apoderarse de sumas importantes de dinero dadas por la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) durante su segundo mandato en Perú.
El «animal» político aprista hace recordar a su «amiguete» Aznar, cuando durante la frustrada intentona golpista en 2002 contra el fallecido Jefe de Estado venezolano Hugo Chávez, el ultraconservador exgobernante de España mandó a hacer en esa nación ibérica la banda presidencial que colgó por escasas horas en el cuello del tristemente célebre Pedro Carmona.
Entonces el bautizado como «palanganero» de George W. Bush fue el primero en reconocer a Carmona por instrucción directa de la Casa Blanca, papelón que figurará en la historia de España por mucho tiempo.
Aznar era por esa época el principal protagonista de los planes norteamericanos contra Venezuela, y también contra Cuba, además de que sirvió como reclutador de mercenarios en Latinoamérica para utilizarlos como carne de cañón en la agresión militar norteamericana a Irak.
Tras ser expulsado del poder en España por su activa participación en la invasión sangrienta a Irak, el «palanganero» de W. Bush ha sido denunciado por incontables casos de corrupción, similar a lo que le ocurre a García en Perú.
Para suerte de ambos, la justicia no se ha impuesto, pero sin dudas la cárcel es el único destino que merecen.
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