«Declaramos un ultimátum al Senado para que acabe con los controles racistas y la persecución policial contra los refugiados. Si no cesan, hasta el martes a las 20h [en referencia al 15 de octubre], no vamos a permanecer más tiempo mirando sin hacer nada (…). No vamos a tolerar que en nuestra ciudad se persiga […]
«Declaramos un ultimátum al Senado para que acabe con los controles racistas y la persecución policial contra los refugiados. Si no cesan, hasta el martes a las 20h [en referencia al 15 de octubre], no vamos a permanecer más tiempo mirando sin hacer nada (…). No vamos a tolerar que en nuestra ciudad se persiga a los refugiados y se les ponga en búsqueda y captura. No vamos a tolerar que todos los seres humanos que no tengan el color de piel blanco sean sometidos a controles racistas, a la violencia policial. No vamos a permitir más ataques, vamos a actuar«. Estas frases están extraídas de un comunicado que activistas por los derechos humanos y miembros de la conocida casa ocupada Rote Flora de Hamburgo, en Alemania, colgaron el pasado 14 de octubre en internet
Las autoridades italianas les dieron dinero y papeles y les recomendaron marcharse al norte El comunicado de los activistas fue la respuesta a un ultimátum del Senado de Hamburgo que conminaba a cerca de 350 refugiados, que han llegado en los últimos meses a esta ciudad, a identificarse voluntariamente o a ser deportados a Italia. Los migrantes entraron a Europa a través de Lampedusa, donde recibieron un visado de turistas y una donación de entre 500 a 1.000 euros de la policía italiana, según han informado varios medios de comunicación alemanes.
Asilo ‘eclesiástico’
De ellas, unas 80 personas han sido acogidas por un párroco en la iglesia de Sankt Pauli. Allí descansan en sacos de dormir y comen gracias a la caridad de los vecinos de la ciudad. En las iglesias no entra la policía a realizar controles. Es el llamado kirchenasyl, «asilo eclesiástico». Sin embargo, un número aún desconocido de refugiados ya han sido detenidos. Una abogada de estos inmigrantes asegura que fueron detenidos unos cincuenta, aunque ya se encuentran en libertad. Otros tantos duermen en casas de particulares o en espacios habilitados por diferentes asociaciones. En estos días, todas las personas de color han de soportar constantes controles policiales en el centro de Hamburgo.
Con pasaporte italiano
En realidad la policía de esta ciudad está actuando al límite de la legalidad, ya que estos refugiados sí disponen de una documentación en regla, que en este caso es un pasaporte italiano. De hecho, el grupo de inmigrantes ha denunciado a la policía por los controles raciales. El senador de Interior Michael Neumann, del Partido Socialdemócrata (SPD), había exigido a los refugiados que se sometiesen a una identificación voluntaria con el fin de determinar su situación legal. Si no se presentaban ante las autoridades antes del pasado 18 de octubre, se declararía una orden de búsqueda y captura contra los que no hubiesen realizado solicitud de asilo alguna.
Las tres posibilidades, tras la identificación y la solicitud de asilo, sería la concesión de la llamada «tolerancia», (Duldung, en alemán), un tiempo de gracia que concede la ley alemana para demostrar que la persona tiene derecho al asilo que puede demorarse meses y meses, o la deportación. Esta última es lo que temen los partidarios de los refugiados. Desde hace una semana, siguiendo el ultimátum, en Hamburgo se realizan manifestaciones diarias a favor de los refugiados que se prolongan hasta tarde.
Sus visados de turista ya han caducado y, por ello, se encuentran en situación irregular en Alemania El Senado de Hamburgo estaba decidido a deportarlos de nuevo a Italia, donde las autoridades han asegurado que los recibirían. Según han relatado algunos inmigrantes a organizaciones de derechos humanos de Alemania, la situación de los refugiados en ciudades como Roma o Milán, afectadas por la crisis económica, no es buena. Muchos inmigrantes dormían, hasta cuarenta personas, en un cuarto y pasaban hambre.
El grupo de refugiados, que se autodenomina ‘Lampedusa in Hamburg’, ha escrito una carta al alcalde de la ciudad, Olaf Scholz, y al senador de Interior en la que explican que no se han presentado ante las autoridades hasta este momento porque tienen miedo a ser deportados. Asimismo, los refugiados se han distanciado de la violencia que ha seguido a alguna de las manifestaciones: «No queremos que defiendan nuestros derechos con violencia», han declarado. Los Verdes (Die Grüne) y el partido La Izquierda (Die Linke) han mostrado su apoyo a los refugiados procedentes de diferentes países africanos y que trabajaban en Libia hasta que comenzó la guerra en 2011.
Fue entonces cuando huyeron en barco y llegaron a la isla de Lampedusa, en Italia. Desde allí fueron trasladados a un centro de internamiento en tierra firme. En 2012 cerraron ese centro y las autoridades italianas les proporcionaron dinero y papeles y les recomendaron marcharse al norte de Europa. Sus visados de turista ya han caducado y, por ello, se encuentran en situación ‘irregular’ en Alemania.
El Senado de Hamburgo alega tener derecho a deportar a los refugiados según el acuerdo Dublin II que explicita que los responsables de las solicitudes de asilo de los refugiados son las autoridades del país al que llegaron por primera vez y donde realizaron la solicitud. Pero la cuestión que se plantea en Hamburgo va más allá de la situación concreta que están viviendo estos inmigrantes, ya que supone crear un precedente que las autoridades alemanas no desean en estos momentos.
Huelga de hambre
Mientras, en la capital alemana ha tenido lugar estos días una protesta similar. Un grupo de unos 30 refugiados procedentes de Pakistán, Iraq, Afganistán, Congo y Senegal se declaró en huelga de hambre para pedir que sus solicitudes de asilo fueran resueltas. Algunos esperan desde hace siete años. Tras el quinto día, el grupo decidió en asamblea dejar de beber agua. Desde ese momento, cada día varios de ellos fueron trasladados al hospital. Los refugiados, agotados, abandonaron la huelga de hambre el pasado viernes 19 y la pospusieron hasta el próximo mes de enero.
Por su parte, la senadora de integración de Berlín, Dilek Kolat, les ha prometido revisar sus solicitudes de asilo después de que un portavoz del servicio de emergencias médicas de la ciudad asegurase que los refugiados se encontraban «en peligro de fallecer» en cualquier momento, después de pasar diez días sin comer y cinco sin beber.