Poco después del mediodía, Angela Merkel se presentaba ante la prensa en Berlín para proclamar, oficialmente, que CDU-CSU y SPD habían alcanzado un acuerdo de Gobierno el domingo por la tarde y que esa gran coalición estará dirigida por ella misma. La cancillería federal, por primera vez en Alemania, estará ocupada por una mujer. Su […]
Poco después del mediodía, Angela Merkel se presentaba ante la prensa en Berlín para proclamar, oficialmente, que CDU-CSU y SPD habían alcanzado un acuerdo de Gobierno el domingo por la tarde y que esa gran coalición estará dirigida por ella misma. La cancillería federal, por primera vez en Alemania, estará ocupada por una mujer. Su antecesor en el cargo, Gerhard Schröder, no formará parte del nuevo Ejecutivo, pero su partido, el SPD, tendrá ocho ministerios, por seis la CDU y dos su filial bávara, la CSU de Edmund Stoiber, que por fin logra su sueño de llegar a Berlín, aunque, de momento al menos, será como ministro, no como canciller.
La primera conclusión que puede extraerse del acuerdo, cuyos detalles comenzarán a perfilar los dos partidos el próximo lunes, es que Angela Merkel ha debido pagar un alto precio por hacerse con el puesto: ocho carteras, algunas de ellas ciertamente sensibles, como Exteriores, Justicia, Trabajo y Finanzas. Para Merkel, además, no será siempre fácil, ni cómodo, tener a Stoiber al acecho en el seno del Consejo de Ministros federal. Sacrificando a su canciller cabe suponer que el SPD habrá conseguido concesiones en el dominio económico, pero la elección de Stoiber para Economía no parece precisamente una señal en ese sentido.
La segunda conclusión, dados los desacuerdos técnicos entre ambas formaciones sobre finanzas, empleo, fiscalidad, salud o la delicada cuestión del reparto de competencias entre el poder federal y el de los länder, es que se trata de una unión surgida de la necesidad, de las circunstancias. No nace de un proyecto político común, lo que, en teoría, debería plantear dudas sobre su longevidad. La tercera conclusión, curiosamente, es la contraria: para cualquier alemán situado a la izquierda ambas formaciones se parecen ya tanto ideológicamente que hasta podría verse como una unión casi natural. Habrá matices, sin duda, y CDU-CSU y SPD deberán consensuar cada política, cada acción. En su política exterior, Alemania será menos filofrancesa y filorrusa de lo que aparentaba ser conSchröder, pero no tan filoestadounidense como querría Merkel. Y, probablemente, será en la UE donde menos les cueste alcanzar acuerdos, donde más fuertes sean, lo que provocará no pocos recelos y temores cuando entren a negociar en serio sobre el próximo marco financiero de la Unión, el próximo gran objetivo de Berlín. –