Varias organizaciones ambientalistas costarricenses alertaron sobre el peligro inminente de que, el próximo 6 de noviembre, la Comisión Nacional de Bioseguridad apruebe la solicitud para sembrar 35 hectáreas de 4 tipos de maíz transgénicos en la región del Guanacaste, entre ellos el MON-603 de Monsanto. La solicitud fue presentada al Departamento del Servicio Fitosanitario del […]
Varias organizaciones ambientalistas costarricenses alertaron sobre el peligro inminente de que, el próximo 6 de noviembre, la Comisión Nacional de Bioseguridad apruebe la solicitud para sembrar 35 hectáreas de 4 tipos de maíz transgénicos en la región del Guanacaste, entre ellos el MON-603 de Monsanto.
La solicitud fue presentada al Departamento del Servicio Fitosanitario del Estado y a la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNB) por D&PL Semillas Ltda, subsidiaria de la compañía Delta & Pine Land, adquirida en 2006 por Monsanto, y por Semillas del Trópico SA.
D&PL Semillas Ltda está solicitando permiso para sembrar 15 hectáreas de MON-88017, MON-603 y MON-89034, mientras que Semillas del Tropico SA pretende sembrar 20 hectáreas de maíz MON-603 y MON-00863-5.
Todos los transgénicos están patentados por Monsanto.
«De aprobarse la solicitud, nuestro patrimonio agrícola de maíz estaría expuesto a una grave contaminación con genes transgénicos, que además están patentados por Monsanto. Lo que haría es agredir, desvirtuar y contaminar genéticamente las variedades nativas, autóctonas e indígenas de maíz», dijo a Sirel, Fabián Pacheco, representante del sector ecologista ante la CTNB.
El master en agrobiología ambiental explicó que otro tema que les preocupa a las organizaciones ambientalistas es que, una vez contaminadas las variedades locales con transgenes, estas estarían siendo consumidas por la población.
Un reciente estudio conducido por el biólogo Gilles Eric Seralini, de la Universidad de Caen, Francia, a iniciativa del Comité de Investigación y de Información Independiente sobre Ingeniería Genética (CRIIGEN), demostró que las ratas alimentadas con maíz transgénico MON-603 murieron prematuramente y tuvieron una frecuencia de tumores del 60-70 por ciento, frente a un 20-30 por ciento del grupo al que no se le proporcionó ese alimento.
Antes esta situación, el sector ecologista costarricense ha empezado a reunirse y a generar una serie de procesos de resistencia social, política y legal.
«Ya veníamos preparando a las bases campesinas en las comunidades del Guanacaste. Promovimos encuentros de intercambio de semillas criollas y de fortalecimiento de la cultura autóctona del maíz, promoviendo la siembra de maíz nativo.
Además, vamos a fundamentar ciéntificamente ante la CTNB nuestra oposición a la siembra de maíz transgénico, tratando de contrarrestar la ideología pro-transgénica que en varias ocasiones han mostrado tener los representantes del gobierno, de la empresa privada y del sector académico del país», explicó Pacheco.
En Costa Rica, en el pasado ya se aprobó la siembra de transgénicos en la producción de soja y algodón.
«Tenemos que diversificar la resistencia contra los transgénicos, pero sobre todo debemos lanzar una fuerte campaña de información en las organizaciones de base campesinas y en la sociedad en general», concluyó el también miembro del comité central de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos (RALLT).
Fuente: Rel-UITA