La mayoría de los gobiernos de América Latina saltarán de alegría cuando este 25 de mayo, Luis Almagro, el súbdito de Estados Unidos y enemigo de los pueblos progresistas de la región, concluya sus funciones como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Claro que antes de dejar el cargo, continúa esparciendo veneno contra los gobiernos de Latinoamérica que no han cedido su soberanía al poderoso vecino del Norte, como ha sido el caso de Venezuela.
Unos días antes de abandonar el “ministerio de colonias yanqui” como calificó a la OEA en 1962 el excanciller cubano Raúl Roa, Almagro en sus desgastadas conferencias de prensa instó a la Corte Penal Internacional (CPI) a procesar a Nicolás Maduro y a sus funcionarios “por crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela”.
Los argumentos que utilizó están basados en noticias falsas que lanza contra los gobiernos progresistas de la región desde hace una década, el Instituto Casla una organización ultraderechista y xenófoba ubicada en la República Checa.
La obsesión de Estados Unidos por controlar toda América Latina y el Caribe ha sido una constante desde mucho antes de que se fundara la OEA el 30 de abril de 1948.
Las raíces de la organización hemisférica están profundamente ligadas a Estados Unidos ya que fue creada para servir a los intereses hegemónicos de la “potencia colonial” en la búsqueda de dominar a los países de Nuestra América. Sus antecedentes son la Doctrina Monroe y el llamado Destino Manifiesto.
La Doctrina Monroe (América para los americanos o mejor dicho para los norteamericanos), fue elaborada por el sexto presidente John Quince Adams, en 1823 y anunciada con anterioridad por el quinto presidente James Monroe, dirigida principalmente a las potencias europeas con la intención de que Estados Unidos no toleraría ninguna interferencia o intromisión en América.
En aras de esa Doctrina, Washington ha intervenido en más de un centenar de ocasiones en las naciones latinoamericanas o ha propiciado golpes de Estado contra gobiernos progresistas y hasta atentados y asesinatos contra líderes nacionalistas.
Desde su investidura en ese cargo hace 10 años, Almagro se ha caracterizado por ser un fiel aliado de Estados Unidos y cumplir todas las orientaciones emanadas desde Washington en contra de los movimientos y gobiernos progresistas de la región.
Entre su desacreditado accionar se cuentan el de ayudar y dar el visto bueno a la realización del golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia; atacar constantemente a Venezuela, Cuba y Nicaragua, y exhortar en diversos organismos internacionales y medios de comunicación para que no se levanten los bloqueos económicos y financieros que Estados Unidos mantiene contra ellos.
Tampoco condenó las matanzas realizadas por la ultraderecha boliviana tras el golpe de Estado contra Evo en 2019, ni las de Dina Boluarte en Perú al consumarse el golpe parlamentario contra el presidente Pedro Castillo que dejó más de 60 muertos y centenares de heridos. Asimismo apoyó las represiones cometidas por el régimen de Sebastián Piñera contra estudiantes chilenos, por citar algunos.
Estados Unidos, además de ser su fundador, es el principal financista de la organización, y según datos oficiales aporta casi el 60 % del presupuesto y tiene los votos a su favor para imponer las líneas a seguir. Aquí se comprueba la ecuación de que el que paga, manda y eso ha hecho Almagro durante todo su mandato: obedecer al dueño y cobrar por el trabajo.
Al saliente secretario general de la OEA lo sustituye el canciller de Surinam, Albert Ramdin, de 67 años y con experiencia diplomática. Claro dentro de pocos meses se sabrá si seguirá la línea de su antecesor en esa desgastada organización o abrirá algún espacio de comprensión hacia los legítimos enfoques políticos, económicos y sociales de los países Latinoamericanos.
Pero desde ya se conoce que este 25 de mayo de 2025 los pueblos de América Latina y el Caribe despedirán a Luis Almagro con la famosa frase criolla: Llévatelo viento de agua.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional.
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