«En un largo y trabajoso proceso que ha durado más de sesenta años, Alemania ha recuperado la centralidad geopolítica (y geoeconómica) perdida en 1945. Alemania es el nuevo centro imperialista hegemónico en un área ocupada por los 28 países miembros y por cinco países candidatos, afirman Joan Tafalla y Ramón Franquesa en las jornadas del […]
«En un largo y trabajoso proceso que ha durado más de sesenta años, Alemania ha recuperado la centralidad geopolítica (y geoeconómica) perdida en 1945. Alemania es el nuevo centro imperialista hegemónico en un área ocupada por los 28 países miembros y por cinco países candidatos, afirman Joan Tafalla y Ramón Franquesa en las jornadas del Frente Cívico «Salir del euro. Por la recuperación de la soberanía». La conferencia, síntesis de un artículo que próximamente se publicará en El Viejo Topo, propone una reflexión de largo recorrido sobre el imperialismo alemán, al tiempo que plantea posibles alternativas para el Sur de Europa.
La historia viene de lejos. A finales del siglo XIX emergió una ciencia nueva, que se desarrollaría en las primeras décadas del siglo XX: la geopolítica alemana. Ésta representa, antes incluso del nazismo (y sus diferentes escuelas de Economía y Geopolítica compitiendo entre sí), la ideología y los proyectos de la gran burguesía industrial y financiera alemana, con un eje palmario: el sometimiento colonial de toda la Europa Central y la salida del área germana al mediterráneo, subrayan los ponentes. ¿Qué tiene que ver esto con la actual Eurozona? Giorgio Gattei («El euro de los nazis y el nuestro») muestra cómo el gran capital alemán pensó en un espacio único europeo con una moneda única.
Joan Tafalla es maestro de enseñanza primaria y miembro de las asociaciones Espai Marx y El Caracol Maya, además de autor de «Un cura jacobino: Jacques-Michel Coupé» y coautor, con Irene Castells, de «Atlas Histórico de la Revolución Francesa». Es asimismo coeditor de «Miradas sobre la precariedad». En 2013 publicó con Joaquín Miras «La izquierda como problema», donde se plantea la vuelta a la soberanía popular. Ramón Franquesa es actualmente profesor de Economía en la Universitat de Barcelona, donde investiga la gestión de recursos naturales renovables, la economía social y los procesos de organización económica no capitalista. Es, además, coautor del manual Economía Mundial.
Finalizada la segunda guerra mundial, el Plan Marshall constituye el primer hito en la reconstrucción de la supremacía germana. Los 12.700 millones de dólares invertidos por Estados Unidos en tres años (1948-1951) en el viejo continente pretenden, además de expulsar a los comunistas de los gobiernos y poner las bases del Mercado Común, integrar a Alemania en el mundo occidental. «En el origen de la Unión Europea se encuentra un acuerdo entre las burguesías imperialistas de Alemania y Francia», resumen Tafalla y Franquesa. En plena «guerra fría», los ponentes recuerdan otro hecho hoy deliberadamente omitido: Un tratado Internacional (1953) reduce el monto de la deuda alemana en un 50%, lo que libra al país de la bancarrota. La otra mitad debería satisfacerse tras una futura reunificación alemana. Pero en 1990 Kolh se negó a abonarla, y finalmente se condonó.
En síntesis, después de la segunda guerra mundial, y durante 35-40 años, Alemania tuvo que negociar la hegemonía en el viejo continente con otras potencias europeas, principalmente Francia. Ahora bien, en el periodo 1989-2014 se produce un «salto cualitativo» que conduce a la supremacía germana, «con la caída del muro de Berlín (1989), con la unidad monetaria alemana y la anexión de la RDA a la RFA, llamada unificación; y, luego, con la sucesiva ampliación de la Unión Europea hacia el Este y el establecimiento de la unidad monetaria europea», explican los ponentes. La unificación/anexión alemana funcionó, además, como laboratorio para la posterior colonización del Sur de Europa mediante una herramienta demoledora: el euro.
Tafalla y Franquesa califican el proyecto de la moneda única como «una chapuza de enormes dimensiones». Y no es posible la reforma desde dentro («cretinismo europeísta»). Sirva como elemento de prueba el «desencanto» en los países del Sur, pero también de otros, como Finlandia, donde se empieza a considerar un error la incorporación al euro, y se mira de reojo a países como Suecia y Dinamarca, que renunciaron a entrar en la moneda única. Hay países (no sólo los del Sur), como Eslovaquia, Croacia, Letonia, Lituania o Rumanía que han visto cómo ingresar en la Unión Europea cercena su soberanía y los convierte prácticamente en una colonia.
En el capítulo de las alternativas, los ponentes recuperan un concepto clásico de Samir Amin: la «desconexión» de los estados-nacionales, como una vía de emancipación y de ruptura con las lógicas de dominación Centro-Periferia. Además, Tafalla y Franquesa entran en la discusión sobre la posibilidad de crear un «Bloque Histórico» en los países del Sur de Europa, como proponen Luciano Vasapollo y Joaquín Arriola, inspirado en la experiencia de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Según esta idea, los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) deberían salirse de la Unión Europea y del euro, crear una moneda común, nacionalizar la banca y realizar una quita de la deuda.
«La propuesta es interesante y merece discusión», pero «no es posible un traspaso mecánico de experiencias». De entrada, los países del ALBA no disponen de una moneda común (el Sucre es una unidad monetaria de referencia). Tampoco la correlación de fuerzas resulta favorable, ni siquiera en el campo de la izquierda (la mayoría de fuerzas políticas plantean el «reformismo»). A ello se agregan las fracturas culturales y lingüísticas entre países o los corporativismos de clase y territorio, subrayan Joan Tafalla y Ramón Franquesa.
Por eso, y sin perder de vista los procesos de confluencia entre los ciudadanos del Sur de Europa, los conferenciantes señalan que la iniciativa más «eficaz» es la que lleven a término los ciudadanos de cada estado. Sirva el ejemplo de las huelgas generales en Grecia, el 15-M y el 22-M en España, y las amplias movilizaciones en Italia, Portugal o Grecia. Las convergencias entre ciudadanos del Sur deberían reforzar estos procesos dentro de cada estado-nación. «La defensa de la soberanía de los viejos estados nacionales o la creación de otros nuevos estados, supuestamente tan independientes como los viejos, constituyen los escenarios más creíbles en los que se va a producir la lucha de clases en los próximos años», concluyen los ponentes.
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