Un comediante canadiense contaba, con excelente mimodrama, la historia de un pez que viendo una carnada la sigue y la muerde, enganchado al anzuelo lo sacan del agua y se salva solamente porque el pescador decide dejarlo ir. Sorprendido, el pez trata de explicarse lo que le sucedió, interpreta que fue temporalmente raptado por extraterrestres […]
Un comediante canadiense contaba, con excelente mimodrama, la historia de un pez que viendo una carnada la sigue y la muerde, enganchado al anzuelo lo sacan del agua y se salva solamente porque el pescador decide dejarlo ir. Sorprendido, el pez trata de explicarse lo que le sucedió, interpreta que fue temporalmente raptado por extraterrestres y quiere alertar a otros peces de que existe un mundo más allá del agua, pero algo lo distrae momentáneamente. Cae, muy cerca de él, la carnada nuevamente, que le vuelve a parecer deliciosa y se lanza con energía en pos de ella.
Acaso tenemos la memoria del pez, una y otra vez volvemos a engancharnos del mismo anzuelo, y si temporalmente identificamos peligros estos pasan al olvido muy rápidamente. Los distractores, en nuestro caso, son las superficialidades y falsedades con las que nos bombardean diariamente. Seguramente se habrá usted encontrado con alguien que simplemente le ha cambiado el tema diestra o hasta rudamente. Tenía un hilo, algo importante que decir, pero se pierde. A veces cuando nos negamos a perder el hilo puede que hasta nos dejen hablando solos simplemente porque hay cosas, que aunque verdaderas y relevantes, hay muchos que se niegan a escuchar, un lapso de memoria colectiva no accidental.
Por otra parte están los distractores profesionales, televisión y prensa nos dan un hilo hecho especialmente para desconectarnos de nuestros hilos propios. Se argumenta que si el hilo no nos gusta, pues cambiemos la estación, pero de poco sirve esto cuando cada estación nos muestra el mismo hilo. Entonces nos queda desconectarnos de todos los distractores. Muchos, sin embargo, le dan la bienvenida a los distractores, que le sirven para andar por el mundo como peces. Toman en serio aquello de que no preocuparse y ser feliz. Una receta ambivalente, pues si a veces puede evitar la depre también puede hacerle acogedor el nido donde se nutra.
A pesar del hilo oficial, pueblos e individuos, en todas partes, tenemos nuestra historia de opresión tanto como de liberación, rebelarse es normal y liberarse es crecer, tratar de crecer es prácticamente nuestro mandato biológico. Pero muchos intento de liberación han sido brutalmente frustrados, por lo que muchos de nosotros guardamos memorias traumáticas, de sufrimiento emocional, físico y de muertes. Memorias que pueden ponernos los pelos de punta recordar. La vida de la humanidad está llena de estas historias, muchas conveniente y hasta deliberadamente sepultadas.
Atacar el problema de la corta memoria requiere nombrar algunos casos, elijo dos que ni son de hace tanto tiempo ni de una tierra extraña a Latinoamérica. Hablo de las historias traumáticas de El Salvador y Guatemala durante los 80, historias que tienen testigos vivos ya que han sucedido hace apenas 30 años. Son historias que además han sido bien documentadas, particularmente por los escritos de Noam Chomsky y Edward S. Herman, de comprobada veracidad.
El Salvador, país pequeño centroamericano, sufrió una guerra de exterminio a partir de 1979 donde militares y paramilitares, obedeciendo órdenes de la oligarquía nacional y agencias del imperialismo norteamericano, asesinaron en poco más de un año a diez mil civiles. Se trataba de salvadoreños progresistas, miembros de organizaciones de la resistencia, así como de civiles participando en comunidades religiosas de base. Campeaban los temibles escuadrones de la muerte que asesinaron incluso al Arzobispo de San Salvador, Oscar A. Romero, baleado en el pecho en marzo del 80 mientras oficiaba misa. Vale recordar a las religiosas norteamericanas asesinadas, luego de ser apresadas, violadas y torturadas por la Guardia Nacional salvadoreña -los campesinos que las encontraron detallaron como estaban los cuerpos. Eran los tiempos de Jimmy Carter, que dejaba luego su lugar a Ronald Reagan. Como nuestra memoria es tan corta muy tiempo luego de estos crímenes aceptamos a Jimmy Carter como «hombre de paz» aunque bajo su mando sucedieron barbaridades. Olvidamos que en sus tiempos de presidente Carter permitió todo atropello con tal de detener la influencia de la Revolución Sandinista nicaragüense en América Central.
Hubieron además muchas matanzas colectivas, particularmente famosa fue la de 1981 en El Mazote, allí fueron asesinadas más de 1000 personas: » Cuerpos mutilados puestos en exhibición como parte del sistema educativo» dice Noam Chomsky (Manufacturing Consent). Porque los crímenes eran tan comunes y traumáticos toda la prensa no pudo callar. Para silenciarlos, por ejemplo, el periódico La Crónica del Pueblo fue cerrado en 1981 y su editor y dos empleados fueron asesinados y mutilados por las fuerzas de seguridad. Otro periódico, El Independiente, fue simplemente bombardeado. Se estima que fueron asesinados un 30 por ciento de los periodistas salvadoreños, incluso cayeron cuatro periodistas holandeses cuyos cuerpos mutilados fueron dejados a la vista de todos, quizás como escarmiento. Para 1989 las masacres llegan incluso a la Universidad Centro Americana, con el asesinato de seis jesuitas, la casera y su hija, a plena luz del día.
Guatemala también fue martirizada a partir del asalto norteamericano al presidente Jacobo Arbenz, quien aunque elegido democráticamente en 1954 sufrió el asalto extranjero simplemente porque su gobierno decidió dar libertad de sindicalización y comenzar una reforma agraria muy necesitada. Desde el asalto al gobierno de Arbenz se implanta en Guatemala un estado de terror que es una pesadilla para el pueblo guatemalteco. Se trata de uno de los mayores crímenes de la historia latinoamericana desde los crímenes del imperio español, doscientas mil víctimas. Las desapariciones comenzaron en los años 60 y pronto alcanzaron la cifra de 40.000 victimas, lo que ya fue un record en el hemisferio occidental. Para el comienzo de la presidencia de Reagan, la represión en Guatemala había recrudecido, se hacían famosos los crímenes del carnicero de F. Romeo Lucas García -luego respaldado por el pacifista ex-presidente Carter.
Después de 1980 los crímenes aumentan por decenas de miles, son denunciados por Amnistía Internacional y American Watch en sus reportes que detallan como son asesinados miles de campesinos y pobladores, mujeres y niños. En una visita a Guatemala, Reagan destaca, sin embargo, «el compromiso con la democracia» del entonces dictador Efraín Ríos Montt, en el poder entre 1982 y 1983 y que quedara en la historia con sus Patrullas de Autodefensa Civil como uno de los asesinos más grandes de América Latina. Miembros del Grupo de Ayuda Mutua de derechos humanos, encuentra en abril de 1985 el cuerpo de María Rosario Godoy de Cuevas en su vehículo en una zanja, junto a ella los cuerpos de su hermano y de su hijo de dos años, al niñito los asesinos le habían sacado las uñas de los dedos de sus manos. Entre 1978 y 1985, el número de civiles asesinados en Guatemala llega a 100.000, era común encontrar cuerpos tirados en los caminos y en las zanjas, rutina las tumbas comunes. Muchos de los restos humanos encontrados tenían signos de tortura, asesinados a golpes de garrote y sofocados con bolsas de nylon, asesinados de disparos en la cabeza, todo fue reportado por Amnistía Internacional y Américan Watch, vivo en la memoria de testigos de esos años.
La regla de la «democracia electoral» como circo se impuso en las últimas décadas, entonces los ciudadanos aterrorizados iban a votar aunque no quisieran legitimando la salvaje jauría de militares y civiles en el gobierno. Entre 1982 y 1984 en El Salvador y entre 1984 y 1985 en Guatemala hay elecciones, aunque no existen las más mínimas condiciones de derecho -ni a la vida ni al debate político, ni libertad de asamblea ni de prensa, en ambos países se impone el voto obligatorio y quien no vota es penalizado. La cédula de identidad queda estampada en el proceso de votar y es lo primero que la policía o los militares piden cuando a uno lo detienen. El ejercito advertía por la prensa que no votar, o votar nulo o en blanco, era «traición a la patria». Los candidatos a elegir eran todos afines a la oligarquía, las fuerzas de seguridad y el imperialismo. Y mientras esto sucede Washington se dedica fundamentalmente a perseguir a Nicaragua y a los Sandinistas, donde si había libertad plena de voto y respeto por los ciudadanos.
Tantos macabros acontecimientos han sucedido con el respaldo de la prensa mundial, en particular el de la prensa norteamericana. Por eso el trabajo de investigación y denuncia de Chomsky y Herman es tan valioso, muestran detalladamente como los medios de información, incluso los más prestigiosos como el New York Times, han ocultado y distorsionado la verdad sobre los genocidios a los pueblos latinoamericanos y como han destacado, y destacan, a los personajes más antisociales y siniestros que hemos tenido como «defensores de la democracia y de la paz.»
Han pasado apenas una treintena de años, pero pareciera que aquellos terribles crímenes estuviesen olvidados. Los testigos de las victimizaciones y atropellos están vivos, hay incluso sobrevivientes de algunas masacres, las heridas siguen abiertas y sangrantes, pero poco han hecho los gobiernos en Latinoamérica para castigar a los culpables. Decir que no se recuerdan es decir que tenemos memoria de pez. Aprendiendo de la infamia, los crímenes sucedidos en El Salvador y Guatemala se han ido repitiendo por toda Latinoamérica, cada pueblo ha sufrido su calvario.
¿Donde han estado los gobiernos «progresistas» de nuestro continente? Se pasean por el mundo en conferencias, reuniones internacionales y aburridos foros, siempre repetitivos y predecibles, sin aportar soluciones relevantes. Olvidan que sólo con justicia han de curarse las profundas heridas que tenemos. Se desaprovechas esas tribunas internacionales, escenarios donde denunciar los atropellos que hemos sufrido y nombrar genocidas y establecer vínculos con el imperio y llamar las cosas por su nombre. Se vuelven sociales y oportunidades de foto. Nadie le dice cara a cara al imperio que no aceptamos más sus crímenes y vejaciones. Ante el silencio, cómplice y cobarde, los genocidios y la conspiración continúan -tejen su telaraña los agentes del imperio norteamericano-europeo, con tanta o más agresividad que antes. Denunciar los crímenes no es una opción sino un deber ante la ley y ante la historia. No hacerlo es complicidad y es invitar a repetir la historia.
¿Donde ha estado Brasil, el tan mentado país emergente? ¿Que ha hecho Lula al respecto de las violaciones de derechos humanos en su país en tiempos de la dictadura? Fueron años terribles y oscuros de crímenes que no han visto la luz. Pero, a pesar de su popularidad, Lula no ha sido capaz de abrir la caja de Pandora de la macabra historia de 21 años de crímenes de regimenes militares siniestros. Lula se vanagloria, como pavo real, repitiendo los avances del Brasil de los ricos, que igualmente es país de un sistema sin futuro. Y ¿donde ha estado la «Concertación» chilena que gobernara veinte años? No hizo justicia pero vivió a costa de la memoria de Salvador Allende aunque gobernando solo para los ricos, y recibiendo jugosas prebendas. Legitimaron las instituciones de las fuerzas represivas y terroristas de Chile, algunos incluso declararon que el gobierno de Allende fue «responsable del golpe.» Luego ellos mismos tomaron prisionero al pueblo Mapuche.
¿Donde ha estado el Frente Amplio uruguayo? Primero justifica su desidia con el «pragmatismo» de Vázquez, y con la llegada del ex guerrillero José Mujica a presidente, decide esconderse tras un racimo de discursos contradictorias. Que el presidente va a hacer lo que el partido decida, que el partido va a hacer lo que debe, mientras que tres senadores frenteamplistas simplemente deciden votar a su gusto. Se protege la impunidad defendiendo militares y policías torturadores y asesinos de sus propios compañeros de lucha, pero no se está defendiendo la institución de las fuerzas armadas que debe depurarse para servir a su pueblo. Es obvio que hay que terminar con la ley de impunidad y hacer justicia. Pero se gasta mucha energía en proteger saqueadores internacionales, oligarcas criollos y asesinos a sueldo.
¿Estará el gobierno salvadoreño preocupándose de hacer justicia por tanto crimen cometido contra el propio pueblo? ¿Escuchará el presidente Funes el clamor que la historia levanta? Hay indicios de que hay poco interés en cumplir con lo que se ha prometido en tiempos de elecciones. El gobierno salvadoreño se presenta dócil, sumiso a los intereses del imperio, crítico de Venezuela, contrario a Nicaragua, amigo de la dictadura hondureña.
Es evidente que no alcanza con decir «nunca más,» aunque lo gritemos repetidas veces y con mucha emoción. No hemos de conjurar los monstruos con palabras, hace falta justicia para que no regrese la noche. Ya han vuelto las amenazas, las estructuras de represión están intactas, los culpables de crímenes de lesa humanidad se pasean libremente por las patrias, algunos hasta se han dado el lujo de morirse de muerte natural sin ser juzgados. La historia se repite y nos toca los talones: un golpe fallido en Venezuela el 2002, un golpe consumado en Haití el 2004 -este involucrando a EEUU, Canadá y Francia, y prontito a Chile que hace comparsa, y luego la mayoría de los países latinoamericanos enviando militares disfrazados de cascos azules. Supuestamente están allí evitando una agresión del imperio americano, ¿mejor nosotros golpeando a Haití que ellos?
Luego los intentos de golpe en Bolivia el 2008, tratando de robarle Santa Cruz, seguido del golpe consumado en Honduras en junio del 2009 -sacan de su cama al presidente Manuel Zelaya en pijama y a punta de fusil, simplemente porque quiso incrementar el salario mínimo. Pero Zelaya es valiente y ha sabido denunciar los atropellos, ese discurso suyo en la asamblea de las Naciones Unidas fue muy claro sobre la conspiración contra su gobierno. Ah, pero Zelaya no era un «revolucionario» estamos hablando de un «simple liberal». Entonces, evidentemente necesitamos muchos más liberales en el continente, liberales como Zelaya, valientes y de palabra. Y el último a la fecha, el intento de golpe y asesinato al presidente Rafael Correa de Ecuador, en el pasado mes de octubre.
Los golpes no han terminado y las masacres tampoco. El caso más claro es el de Colombia con más de 100.000 desaparecidos en los últimos 10 años, con fosas comunes y donde los crímenes pasan a la vista de todos. Pero el responsable de todo esto, el presidente Uribe, es homenajeado como hombre de bien. Se desangra también México, podríamos hablar de guerra civil mirando simplemente el número de muertos. Continúa la represión contra aborígenes y trabajadores en Chile, Perú, Guatemala, Panamá y Paraguay. Y finalmente, como regalo de gracia, se hace un voto conspirativo en la OEA donde se favorece a Costa Rica en un supuesto litigio limítrofe con Nicaragua, a sabiendas de que tropas de los EEUU están establecidas en suelo costarricense no precisamente para turistear y controlando una zona cerquita de Nicaragua. En esta votación vergonzosa desaparecen los «progresistas» y Nicaragua queda prácticamente sola, a no ser por el voto venezolano.
Finalmente, el control americano sobre los militares latinoamericanos continúa, la Escuela de las Américas se trasladó al Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (pero no para la seguridad de los pueblos). Allí van los militares latinoamericanos a entrenarse en someter y violentar a sus conciudadanos, a quienes ven como sus enemigos. Entonces, ¿que significado tiene el Grupo de Río o la Unasur? ¿De que sirve la Cumbre de América Latina y el Caribe a la hora de defendernos de los genocidios, a la hora de defender la integridad de nuestros gobiernos constitucionales? Serán pamplinas. Acaso cuando se relacionan individualmente con el imperialismo, gobierno por gobierno, seguirán siendo sumisos y lacayos.
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