(25 de noviembre-2 de diciembre 2012)
Desde Quito a la Amazonia brasileña el viaje transcurre vía Bogotá. Como hay tres horas entre ambos vuelos, unos amigos vienen a verme al aeropuerto para cenar juntos: una colaboradora de Piedad Córdoba, quien ha jugado un papel importante para la puesta en marcha de las negociaciones con las FARC y el presidente del Movimiento campesino colombiano. La conversación es acerca del tema de las negociaciones: una fuerte corriente exige la participación de la sociedad civil. Una reunión está prevista la semana que viene sobre ese tema. Por otro lado, el asunto agrario está en el centro de las discusiones entre el gobierno y la guerrilla. Colombia es el país de América latina que tiene el reparto de las tierras más desigual de América latina. Eso fue el origen de la rebelión armada de las FARC, y casi nada ha cambiado en estos últimos 40 años, sino que el conflicto ha ido a peor. El líder campesino no duda en decir que, a pesar de los desvíos del movimiento de las FARC, «son de los nuestros».
El día después: llegada a Marabá, en el Estado del Pará (como dos veces la superficie de Francia), 23 horas de viaje y escala en Brasilia. Unos responsables locales del Movimiento de los Sin Tierra (MST) están en el aeropuerto y me trasladan a la Universidad, donde se celebra una reunión conjunta del MST y de la Comisión Pastoral de la Tierra (Conferencia episcopal brasileña). En el orden del día están los problemas de la tierra, las luchas campesinas, la agricultura campesina, los grandes proyectos hidroeléctricos. Gracias a Celia Congilio, socióloga y profesora de la Universidad Federal del Pará, cercana al MST, se ha generado una estrecha colaboración entre un grupo de intelectuales y los movimientos sociales. Explica que se trata de una lucha constante en el seno de la institución universitaria.
Después, recorrido de la ciudad y una reunión con los responsables del MST. Sobre un puente de varios kilómetros cruzamos uno de los ríos que hacen parte del conjunto del río Amazonas. Pasa por ahí un tren interminable, tres locomotoras y más de 200 vagones de minerales de hierro de la mina Vale do Rio Doce, que visitaremos el día siguiente. La reunión es para preparar los encuentros de los días siguientes, en particular en un asentamiento (assentamento) del MST, Palmares, a unos 225 km de allí, y la visita a la mina de la empresa Vale do Rio Doce en Carajas. Los amigos del MST me regalan el libro de Fiorelo Picoli, O Capital e a Devastaçao da Amazonia, que me ayudará a precisar las informaciones siguientes.
La Amazonía brasileña
El conjunto de la selva amazónica se extiende sobre 5,5 millones de km2, de los cuales 63% en Brasil. Forma la mitad del territorio de este inmenso país. Es una selva frágil, con el suelo poco profundo, tropical y exuberante. Allí se encuentra la mitad de las especies vivas animales del planeta, unos 2 millones de especies vegetales y 500 000 hierbas medicinales. De ahí el interés de las compañías farmacéuticas. Está formada por un 30 % de árboles grandes (hasta 50 m) en el Pará, castaños, y un 70 % de árboles menos altos, entre 15 y 20 metros. Unos 25 millones de personas viven en su territorio.
La destrucción sistemática de la Amazonía empezó en Brasil con el golpe de Estado militar de 1964. Desde el año 1970, 17 % de la selva brasileña ha sido destruida. Por esa fecha, se estimaba la devastación reciente en un 4 %. Entre 1970 y 2000, más del 15 % fue deforestado y si nada cambia, en el 2020, el total de la destrucción será del 42 % de la superficie original. La deforestación empieza con la tala de los mejores árboles, y para el resto, vienen los incendios y el uso de defoliantes, lo cual destruye toda vida vegetal y animal; y finalmente se ayuda a la deforestación recurriendo a los buldóceres. El general Emilio Gerrastazu Médici (Presidente desde 1969 a 1975) dijo estas palabras, a finales de los años 60: «Tierras sin hombres y Hombres sin tierra», para justificar la penetración en el corazón de la selva amazónica de la agricultura y de la ganadería, al igual que actividades extractivistas. De hecho, se trataba de introducir a esta región en el mercado mundial. En verdad no era la primera vez.
Entre 1870 y 1910, la explotación del látex había conseguido un gran éxito. A ello se le debe el nacimiento de Manaus sobre los bordes del Amazona, ciudad implantada en plena selva, cuya ópera, copia de la de París, fue por muchos años el orgullo de Brasil. Pero esta actividad, pagada con un alto precio por las poblaciones indígenas amazónicas, tanto en Brasil como en Perú, por motivo de las condiciones inhumanas de trabajo y de las razias entre las tribus para abastecer de mano de obra (práctica muy semejante a la del Congo de la época), se terminó un poco antes de la primera guerra mundial.
El presidente Fernando Enrique Cardoso (entre 1995 y 2003), partidario de una modernización acelerada del país, se apuntó a la continuidad del proceso de extensión de la frontera agrícola, y durante el primer gobierno de Lula (2004-2008) se estima que el equivalente a 8 terrenos de fútbol desaparecían cada minuto. Tal política no era practicada únicamente con el fin de la actividad agrícola, sino también para la explotación de los minerales, que son numerosos: hierro, manganeso, estaño, cromo, níquel, cobalto, uranio, oro, cobre, bauxita, gas, carbón, etc… Un nuevo periodo de explotación de estos recursos se ha abierto desde hace unos 10 años, tomando en cuenta la subida de los precios de las materias primas en el mercado mundial y el agotamiento progresivo de los yacimientos conocidos. Esto también afecta a la Amazonia. Los conflictos mineros se multiplican en América latina: 157 en el 2012 (implicando a 215 comunidades) y 21 en Brasil.
Estos diferentes procesos conllevaron una concentración de las tierras recientemente desforestadas. En 1975, 99,8% de las propiedades tenían más de 100 ha. También se generó una actividad especulativa. Se vendían y revendían las tierras. En la actualidad, 1% de los propietarios posee 44% de las tierras. También sirven para el blanqueo de dinero. Con el régimen militar, el Estado distribuyó títulos de propiedad a grandes propietarios terratenientes, de superficies deforestadas y oficialmente no ocupadas, pero donde sí vivían pequeños agricultores o comunidades indígenas que fueron expulsados. De esta manera se concedieron inmensas extensiones. Cabe mencionar el caso de Carlos de Medeiros, con 9 millones de ha (equivalente a Portugal) o el de Cecilio Rego Almeida, cuya propiedad equivale a la superficie de Bélgica y de los Países Bajos juntos1. Pero también es el caso de sociedades multinacionales. La mayor empresa posee 1.500.000 ha (Jari S.A.), otra japonesa (Suiá-Missu) con 678.000; Georgia Pacific (USA) 500.000; Volkswagen, 140.000. Pero más de cien otras empresas están presentes, frecuentemente vía intermediarios brasileños2. La reforma agraria, puesta en marcha después del régimen militar en los años 80, fue facilmente desviada por los grandes propietarios, los cuales se repartieron las tierras entre sus hijos, amigos y empleados, a veces recibiendo títulos de propiedad sobre tierras que nunca habían poseído, lo cual permitió a los gobiernos sucesivos inflar las estadísticas de redistribución de las tierras3. En esa misma época, también se registraron un gran número de ocupaciones ilegales, pero sin muchas medidas de retorsión porque existe una gran complicidad entre las autoridades locales, la policía, los militares, los grandes propietarios y las empresas.
Después del golpe de estado militar, con la apertura de la Amazonia y la penetración de la carretera transamazónica, se produjo un inmenso llamado a la población. Decenas de miles de campesinos sin tierra del noreste del país o de las personas sin trabajo de las ciudades emigraron hacia la región. También fue el gran periodo de los buscadores de oro (garimpeiros) en particular en el Para. Trabajando en condiciones inhumanas, estos emigrantes no duraban mucho y se gastaban casi todos los ingresos en los bares y lugares de prostitución. Esta actividad se terminó a principios de este siglo, por agotamiento de los yacimientos de los ríos, dejando a los garimpeiros sin trabajo, en busca de tierras o bien empleados como mano de obra barata para los terratenientes y las empresas mineras.
Fue durante esa misma década que la violencia se generalizó. La policía militar se puso al servicio de los grandes propietarios y de las empresas, quienes pagaban a las instituciones policiacas poco remuneradas (construcción de cuarteles, etc…) y emplean a sus ex-miembros como guardias de seguridad privada. Según la expresión consagrada, la región se volvió el faroeste.
Los años 80 vivieron el desarrollo de la ganadería extensiva, con la ayuda del gobierno, inclusive ayudas financieras. La explotación de la madera, preciosa o bien para hacer pasta de papel, conoció una expansión enorme, en particular con firmas de Malasia. En el Mato Grosso, al otro lado de la selva amazónica, en comparación con el Pará, fueron los cultivos de soya los que se desarrollaron a partir de los años 90. Es impresionante divisar desde el avión los inmensos triángulos de soya penetrando la selva, como he podido constatarlo en un vuelo entre Lima y Sao Paulo. Durante 10 minutos de vuelo el espectáculo es entristecedor: une verdadera agresión ecológica, destinada a la alimentación humana y del ganado y cada vez más para los agro-carburantes. Según un artículo del The Guardian, el cultivo de la soya ha subido 10% solo en 20114.
La tala ilegal sigue siendo muy importante, a pesar de que en los últimos años, gracias a la vigilancia satelital, el control ha mejorado. Pero es difícil ejercer la represión. Según el mismo artículo en The Guardian, solamente 2 % de las multas son en realidad cobradas. El Gobierno de Dilma Roussef, bajo la presión de los Ruralistas, lobby muy poderoso de los grandes propietarios, ha decretado en 2012, un nuevo código forestal, el cual aunque previendo algunas protecciones, está sobre todo destinado a levantar los obstáculos al desarrollo del sector moderno de la agricultura, sobre el cual reposa el país para su crecimiento en calidad de potencia emergente.
La extensión de los cultivos transgénicos se acelera. Más del 80% de la soya está genéticamente modificada, y esto también se extiende al maíz, al algodón, a los frejoles. Se ha pasado de 4 millones de ha en el 2002 de cultivos OGM a 36,6 millones en el 20125. Se anuncia la aplicación de esta tecnología agrícola al eucalipto, ya muy ampliamente cultivado en el país, bajo el modo de monocultivo y que podría ser comercializado a partir del 2015, para producir agro-carburantes, gracias a una «reforestación» de la Amazonia. Esta idea la defiende en Brasil Stanley Hirsh, chief executive, de la empresa israelí de biotecnología, FuturaGen6, que no duda en declarar «Yes I do want to save the world«.
Se debe de añadir a este panorama la construcción de grandes embalses para la producción de hidroelectricidad, cuyos numerosos proyectos están en marcha. Inundan centenares de miles de ha y obligan a decenas de miles de personas a desplazarse. La electricidad está destinada en gran parte a las actividades industriales. La Comisión de la Pastoral de la Tierra se preocupa con prioridad por este problema. Numerosos agricultores pequeños y comunidades indígenas son expulsados. Las compensaciones son la mayoría de las veces ilusorias, porque la mayoría de ellos no poseen el título de propiedad. TRACTEBEL, empresa belga, a menudo es citada como emblema en estas prácticas.
A pesar de la producción de «riqueza», a finales de los años 1990, el 60 % de la población de la Amazonia vivía por debajo del nivel de la pobreza y contaba con el 24 % de analfabetos. Solamente 4 % disponían de los servicios sanitarios. En cuanto a los indígenas, cuya población se calcula que fue unos 6 millones de personas en el territorio brasileño en la época de la colonización, hoy día no son más que unos 550.000, ubicados principalmente en Amazonía. Representan las principales víctimas de las expulsiones por los grandes propietarios, las empresas mineras o los proyectos de los grandes embalses. Don Pedro Casaldaliga, obispo jubilado de Sao Feliz de Araguaia, quien tomó la defensa de los indígenas de su región, ha recibido amenazas de muerte tan directas que ha tenido que marcharse en diciembre de 2012. «Amazonía, tierra de terror y de violencia», concluye Fiorelo Picoli.
Un recorrido instructivo
En este marco, acompaño a tres dirigentes del MST sobre la vía que penetra el territorio amazónico partiendo de la ciudad de Maraba. Celia Gongilio, la profesora de la Universidad de Para, nos ha prestado su automóvil, un 4×4 muy útil en tales circunstancias. «No tenemos auto, dicen los miembros del MST, pero tenemos amigos». Recorremos más de 200 km sobre una carretera federal en muy mal estado, hasta Paraunapebas. Enormes camiones entorpecen el paso, al igual que los autobuses transbrasileños. Todos hacen eslalon para sortear los agujeros llenos de agua en esta época de lluvias.
El paisaje es monótono: enormes ganaderías de animales de color blanco con una joroba en el lomo, tierras de soya recientemente cosechadas. Algunos castaños aislados rompen el paisaje inmensamente llano. Los cerramientos marcan los límites de las propiedades. Pasamos por delante de la Santa Bárbara. Unos guardias de seguridad armados guardan la entrada de la propiedad. El dueño, Donald Santos, también está al frente de la filial brasileña del banco americano Opportunity, buen ejemplo del paso de una oligarquía terrateniente hacia una burguesía financiera. En julio del 2012, por iniciativa del MST, se organizó una marcha de campesinos con motivo de la Conferencia de las Naciones Unidas, Rio +20 sobre el cambio climático. Cuando pasó por delante de la propiedad Santa Bárbara, en la carretera de Marabá, los guardias dispararon e hirieron a 16 campesinos, entre ellos un niño de 2 años. Esta propiedad, al igual que sus vecinas, es bien conocida por sus malas condiciones de trabajo. La semana anterior, dos terratenientes fueron condenados por el tribunal del Estado de Para por trabajo de esclavitud (venta o compra de trabajadores que viven aislados en las tierras). Incluso se han descubierto cementerios clandestinos.
Nos salimos un ratito de la carretera federal para visitar un laboratorio de investigación agronómica del Gobierno, que se ha instalado en la región por petición del MST. De vez en cuando pasamos por delante de zonas agrícolas ocupadas por los campesinos sin tierra. En toda esta región, únicamente una ha sido reconocida por el Gobierno. Pequeñas casas han sido construidas en adobe, en madera, y algunas en ladrillo, localizadas en las parcelas de tierra cultivada.
La estrategia del MST consiste en agrupar dentro de los campamentos a los campesinos sin tierra, exigiendo que lleguen con al menos subsistencias para un mes. A continuación se realiza un trabajo de formación y de organización: un consejo gestiona el colectivo, que puede llegar a agrupar varios centenares de personas. Es elegido por las familias, que tienen un portavoz para 10 familias. Se organiza una escuelita primaria y se crea un centro de salud es creado. La espera antes de la ocupación de unas tierras, bien sean gubernamentales o bien de grandes propietarios, puede durar varios meses, incluso uno o dos años. Cuando llega el momento, se realiza las invasiones de la tierra no cultivada. A veces puede ser objeto de negociaciones, o también ser violentamente rechazadas por las milicias privadas de las grandes haciendas, provocando incluso muertos. Una vez la ocupación realizada, se reparte la tierra entre los miembros y se empiezan las cosechas con la ayuda de una cooperativa de servicios, al igual que la construcción de casas.
Entonces se organiza una agricultura campesina, en la medida en que se puede, orgánica y sin químicos. En la región amazónica la mayor parte de la alimentación proviene de este tipo de agricultura (más del 80 % de la yuca y del maíz) la cual representa, incluso así, una minoría de las explotaciones. Un reciente estudio conjunto del Banco Mundial y de la FAO ha reconocido que la agricultura familiar era a largo plazo más productiva que los monocultivos, por motivo del grado de contaminación de los suelos y del agua, la destrucción de la biodiversidad y la producción de gases de efecto invernadero.
No obstante, no todo es fácil en las nuevas instalaciones campesinas. Algunas se convierten progresivamente en pueblos o pequeñas ciudades, cuando el gobierno los apoya. Otras se quedan en haciendas aisladas al margen de núcleos donde se encuentran las escuelas y los centros de salud. El gran desafío para el Movimiento de los Sin Tierra es la institucionalización del proceso. En efecto, el espíritu militante del principio es difícil mantenerlo a más largo plazo. Los intereses de cada uno no siempre coinciden. Algunos campesinos empiezan a vender sus tierras, lo cual no está permitido en el proceso puesto en marcha por el MST. En los casos del aislamiento de los pequeños cortijos, los contactos sociales son más difíciles y los jóvenes suelen no querer quedarse. En las aglomeraciones, algunos foráneos vienen para instalarse, pero no han vivido la experiencia colectiva. Las Iglesias pentecostés, muy numerosas en hacer adeptos, tienen tendencia a concentrar toda la atención de sus miembros en lo espiritual e ignoran lo social y lo político. Por fin, los programas de lucha en contra de la pobreza puestos en marcha por el presidente Lula (Bolsa familiar) tienen a menudo como resultado debilitar a los movimientos sociales, el mínimo asegurado para sobrevivir lleva a que la lucha sea menos indispensable, sin por ello transformar la estructura social. Es el aspecto asistencial de estos programas, no asociados a una reforma agraria seria, que es obvio, aún si están bien organizados e incluyen exigencias de escolarización y de asistencia a los centros de salud para las familias.
El MST no es el único movimiento campesino que existe. También atravesamos un assentamento de la FETBAB (Federación de los Trabajadores Agrícolas del Brasil). Se trata de pequeños agricultores y no de agricultores sin tierra. Pero también ellos carecen de tierras. El movimiento es menos radical en sus reivindicaciones que el MST e incluso existen a veces tensiones entre ellos. No obstante, acaba de formarse una organización común de todos los movimientos campesinos brasileños.
Desde la carretera divisamos las montañas de la Serra Pelada (la cadena de los montes pelados) así denominada por las talas y que conoció su hora de gloria con los garimpeiros o buscadores de oro, llegados de todo el país. Eran paisajes dantescos, donde pululan los trabajadores sudados, al acecho de pepitas del metal precioso. Esta tragedia humana ha finalizado con el agotamiento de las minas artesanales y ha colocado de nuevo a miles de personas en «el mercado de trabajo».
Pasados más de cien kilómetros, llegamos al lugar altamente simbólico de El Dorado de Carajas. El nombre de El Dorado viene de las minas de oro y Carajas es el nombre de la tribu india que ocupaba el lugar. El paisaje es desesperante, tierras deforestadas para alargar la frontera agrícola. La carretera hace una S grande. Ahí es donde el 17 de abril de 1996 se produjo la masacre de los campesinos que marchaban a favor de la Reforma agraria. Se dirigían hacia Belem, la capital del Para y se habían puesto en marcha por iniciativa del MST, 24 h antes. Aproximadamente 4 000 acompañados por sus mujeres e hijos hacían una parada en vista de los cientos de km todavía por recorrer. La policía militar de Paraunapebas, transportada en autobuses puestos por la mina Vale do Rio Doce, se colocó al final del grupo, mientras que la de Marabá, habiendo llegado un poco más tarde, se situó en frente de la cabeza de la marcha. De manera concertada, los militares dispararon y mataron a 19 campesinos e hirieron a unos sesenta hombres y mujeres. Se creó un gran pánico y los sobrevivientes se dispersaron en los assentamentos vecinos. Más tarde, el MST retomó el contacto con ellos para preparar una ocupación de tierras, lo que ocurrió, pero el proyecto que duró varios años acabó por desmantelarse, por causa de la heterogeneidad de los participantes: víctimas de la marcha por un lado y antiguos garimpeiros por otro lado.
Al igual que el 1ero de mayo se institucionalizó el día de los trabajadores, celebrando la masacre de los obreros que se atrevieron a hacer una huelga para conseguir la jornada de 8 horas, en Chicago del 1886, del mismo modo, el 17 de febrero se institucionalizó el día de los campesinos, en conmemoración a los muertos de El Dorado de Carajas. Poco tiempo después, el MST recibía el premio Rey Baudouin en Bruselas, siendo Bélgica acusada por el presidente Fernando Henrique Cardoso de sostener un movimiento terrorista.
Hicimos un alto en ese lugar que no ha cambiado desde aquellos acontecimientos. Las dos casas donde se refugiaron algunos de los sobrevivientes siguen ahí. A la vuelta de la S de la carretera se alza un monumento rústico: 19 troncos calcinados de grandes castaños plantados alrededor de una cruz de madera. Cada uno de los árboles muertos (algunos de ellos ya caídos) representa a un campesino. Están calcinados, como los vegetales destruidos por la deforestación. La cruz alude al sacrificio pero también a la esperanza. Rezamos por las víctimas de la masacre, pero también por todos los que luchan todavía día tras día. A pesar de un largo proceso, los responsables están en libertad, lo cual hace de este drama, como lo escribe Eric Nepomuceno «una historia de impunidad»7.
La empresa minera Vale do Rio Doce en Carajas (Para)
La ciudad de Paraunapebas a la que llegamos es de fundación muy reciente: apenas tiene 50 años, pero está ya muy desarrollada. Su población roza los 300.000 habitantes. Las avenidas están bien trazadas, pero la arquitectura de los edificios es el reflejo de la prisa con la que los construyeron. La estética brilla por su ausencia. Es sobre todo la empresa Vale do Rio 12 que está en el origen del desarrollo de esta localidad. Situada aproximadamente a 40 km del centro minero, concentra una parte de las actividades administrativas, numerosos servicios auxiliares y la vivienda de la mano de obra obrera. Esto me hace recordar, en cuanto al plano funcional, a Elisabethville y la Union minera en Katanga, que visité un poco antes de la independencia del Congo.
Para llegar a la mina, una carretera buenísima atraviesa la selva. Se trata de una reserva natural. Se necesita un pase para entrar en el territorio, concesión de la mina Vale. Un miembro del Centro de investigación sobre los recursos mineros nos acompaña. Pero antes de penetrar en el sitio conviene hacer una referencia sobre la empresa Vale do Rio Doce.
Esta se define a sí misma como «la empresa mundial de extracción de recursos naturales número 1, creando valor a largo plazo, gracias a su excelencia y su pasión por las gentes y el planeta»8. Está presente de hecho en 37 países de los 5 Continentes. En el 2011 empleaba a 79.646 personas. Su sede de operaciones está en Brasil, y su sede administrativa en Suiza. A pesar de estar especializada en minas, también es una de las principales empresas mundiales de fosfato. Igualmente se dedica a los agrocarburantes, en particular, compró en el 2011 la firma BIOPARMA. Está a punto de plantar 80.000 ha de palma para producir agrodiesel, (esencialmente para sus propias necesidades) lo cual representa una «expresión de su preocupación por el carácter ‘duradero’ (de las actividades industriales) y por la reducción de emisiones de gas a efecto invernadero». También invierte en el sector hidroeléctrico para la producción de electricidad, indispensable para su funcionamiento»9.
Fundada en 1942 como empresa estatal del Brasil, fue privatizada por el Presidente F.H. Cardoso en 1997, y, en el 2006, compró el combinado canadiense INCO por la suma de 18,9 millardos de dólares. Su capital actual es principalmente brasileño, con una participación japonesa (Mitsui) del 23,08 %. Una inversión total de 16,3 millardos de dólares está prevista para el 2013. Para el hierro (la principal producción en Brasil) es Asia el principal mercado, sobre todo China. En 2011, el 32,4 % de los ingresos globales de VALE provenían de sus ventas en ese país. Sin embargo, en 2012, en su informe a la Comisión del Congreso americano sobre las actividades económicas, su presidente expresó temor por la disminución de esta proporción10.
En Brasil, la concesión de VALE se extiende sobre 650.810 ha por tiempo indefinido. Incluye 4 áreas naturales protegidas. La principal actividad es el hierro, pero la explotación del cobre ya ha empezado, en particular en Sossego, a 85 km de Carajas (la mina de hierro): una carretera que acaba de terminarse. El cobre se transporta en camiones hasta Paraunapebas y de ahí en tren hasta el terminal de Porta da Madeira, a San Luiz de Maraño. Una extracción nueva ha empezado en 2012 en Salolo1, cerca de Maraba, con una inversión de 2 millardos de dólares y se continuará con Salono2″, en el 2013. También se produce oro en Sossego y en 2011 la producción fue de 90.000 onzas. En Carajas, una fábrica siderúrgica está en construcción y deberá de funcionar en 2013.
La empresa minera VALE define su misión como: «la transformación de los recursos naturales en prosperidad y desarrollo duradero»11. «Es un discurso muy similar al de la mina de oro canadiense BANRO, que había visitado hace un mes en Sud Kivu. Termina con estas palabras: «Imagínense, ¡cambiar la riqueza del planeta en desarrollo!» Seis son los valores que la caracterizan: «la vida por encima de todo; valorizar a las personas; proteger el planeta; hacer lo que está bien; mejorar juntos; poner todo esto en práctica»12. En fin, todo para satisfacer todos los fondos éticos del planeta.
La rentabilidad de la compañía es apreciable, sobre todo con el aumento de la demanda de materias primas y de los precios. En 2011, el volumen de negocio fue de 58,990 millardos de dólares (en el 2008 fue de 38,500 millardos). El beneficio neto después de pagar impuestos fue en el 2011 de 22,885 millardos, mientras que tres años antes fue de 13,200 millardos. Los accionistas de la empresa se embolsaron ese año 12 millardos de ingresos. El gobierno brasileño detiene 12 acciones «privilegiadas» (golden), permitiéndole derecho de veto sobre cuestiones tales como el nombre de la empresa, su sede social, o bien las modalidades de su disolución. Los royalties pagados al Estado brasileño sobre el ingreso neto fueron en 2011 el 2% sobre el hierro y el cobre, y el 1 % para el oro. Cuanto a los impuestos, Brasil es considerado por la empresa como el «mejor país», porque no solamente son inferiores a otras regiones, sino que la empresa goza también de estímulos, es decir, de desfiscalizaciones13.
Sin embargo, según el informe de VALE, no todo va sin algunas dificultades. Existen conflictos con grupos locales, en particular indígenas, que pueden provocar retrasos o interrupciones en la actividad. Por otro lado, varias acciones judiciales están en curso, en particular con el Estado brasileño, para el pago de algunos impuestos, juzgados inadecuados por la empresa.
Lo que no aparece en los informes de la empresa es que el Foro Social temático, reunido en Porto Alegre en el 2012 entregó a VALE su Public Eye Award, también llamado el Premio Nobel de la Vergüenza, por ser «la peor empresa del planeta», en competencia con una docena de ellas. Presentada por el World Development Movement, de Gran Bretaña, y apoyada por 88.000 votos por internet, esta decisión fue fundada sobre el nivel de contaminación, las políticas anti-sindicales, la violación de los derechos laborales, el recurso a milicias paramilitares, y la corrupción. El informe también resaltaba la muy larga huelga de los trabajadores de la misma empresa en Canada14 y la participación de la sociedad a la financiación del embalce de Belo Monte (Amazonia) exigiendo el desplazamiento de 40.000 personas, en su mayoría indígenas. A finales de 2011, durante una sesión de estudio en la Escuela Floristan Fernandes, del MST, cerca de Sao Paolo, me entrevisté con un grupo de trabajadores de VALE, venidos de Brasil, Canadá y Mozambique (la empresa posee minas de carbón en la provincia del Tété). Se reunían para intercambiar informaciones y preparar acciones comunes. Uno de los trabajadores mozambiqueños fue expulsado de Brasil poco antes de la reunión de Rio+20.
La entrada en el territorio de la mina es impresionante. Pasamos sin transición, de la selva amazónica, exuberante e inmensamente verde, a un paisaje lunar. A lo largo de decenas de kilómetros, todo es color marrón. Las montañas están totalmente deforestadas. En cada cumbre, largas correas de transmisión del mineral se extienden tal como si fueran brazos múltiples de una divinidad hindú. Unos relevos en hierro roñoso arrastran el material, el cual, después es llevado hacia los vagones del ferrocarril. Avanzan muy lentamente mientras se vacían las grandes palas arrojando sus cascajos de hierro. El espectáculo es dantesco. Está animado por cientos de vehículos que atraviesan sin parar el lugar de un lado a otro. Semáforos regulan el flujo. Se ven camiones, buses, camionetas, coches, máquinas enormes cuyas llantas miden más de 2 metros de diámetro. De vez en cuando los atascos son de tal magnitud que se necesitan 20 minutos para despejar una fila en espera por el disco en rojo. Pareciera que uno está en un aeropuerto internacional.
Un promontorio permite tener una idea de conjunto del sitio, al menos en su parte central. Una montaña se ha transformado en un agujero de más de dos kilómetros de diámetro. Un ruido ensordecedor sale de este universo, el de las máquinas y de los vehículos que están trabajando. La visión es alucinante, a la vez fascinante y molesta ¿Cómo el ser humano es capaz de dominar así el universo natural? Una perspectiva prometeana viene al espíritu, pero al mismo tiempo otras reflexiones surgen: ¿Qué herida a la naturaleza (la Madre Tierra) y probablemente irreversible? ¿Quién se acuerda todavía de una tribu india que se llamaba Carajas, nombre adoptado por la mina? ¿Qué efectos indirectos habrá sobre el medio ambiente de este universo extendiéndose mucho más allá del lugar de extracción? ¿Qué uso tan enorme de aguas recogidas en enormes cuencas circulares? ¿Qué condiciones de trabajo? ¿Qué compromisos con las autoridades políticas para poder explotar semejante yacimiento para el beneficio principal de accionistas privados? ¿Para qué servirá este mineral: armamentos, objetos inútiles para un consumo irracional?
Si se tratara de una explotación única, en medio de cientos de kilómetros cuadrados de selva, se podría tolerar, con condiciones estrictas desde el punto de vista ecológico y social. Pero la extracción se está multiplicando, no únicamente en esta región, sino en todo el territorio de Brasil; en América latina, desde México hasta la Patagonia; y en África y Asia. Es un fenómeno planetario. El agotamiento de los recursos naturales está a la vista, y la caza por los yacimientos está abierta, poniendo en competencia a las grandes empresas. Las técnicas son más destructivas que en el pasado, para alcanzar niveles de producción impensables anteriormente.
La emisión de gas con efecto invernadero se cuenta por millones de toneladas. Un número inverosímil de hectolitros de agua está siendo utilizado en un momento en que la crisis hídrica aparece amenazante en el horizonte. La contaminación de los suelos y de las capas acuáticas por la utilización de productos químicos, tales como el mercurio o el cianuro, convierten numerosas tierras en inexplotables y afectan a la salud de los trabajadores y de sus familias. En resumidas cuentas, es el modelo de extracción el que está en juego. No es fácil proponer alternativas, y sin embargo son posibles e indispensables. Una cosa es segura, que la situación actual lleva al desastre. No se puede reproducir en el tiempo y es inaceptable: económicamente, políticamente y moralmente.
Regresando a Paraunapeba, pasamos por la ciudad construida por la mina
para sus cuadros y personal administrativo. Está situada a orillas de la selva, sobre una tierra deforestada para la ocasión, e incluye todos los servicios deseados. Bordeamos también el aeropuerto privado de la empresa y llegamos a la ciudad. Al día siguiente una reunión estaba organizada en Palmares, una instalación del MST. Unas treinta personas se habían reunido en un local cuyo tejado era de hojas de palmera. Se trataba de un seminario de dos días de formación de los cuadros de la cooperativa y del Movimiento. Yo intervine sobre los aspectos locales de la crisis mundial. La discusión duró toda la mañana. Después de una comida rápida, tomamos de nuevo la carretera hacia Marbala, esta vez bajo una lluvia diluviana, muy amazónica, sobre más de 200 km, tan caótico como a la ida; y los amigos del MST me dejaron en el aeropuerto, 25 minutos antes del despegue del avión para Brasilia.
Quito, 15.12.12
Llegando a la capital, divisé los monumentos de Niemeyer, la catedral, el palacio de gobierno, sin saber que unos días más tarde su autor iba a apagarse con 104 años. Allí tomé otro avión para el aeropuerto internacional de Sao Paulo, donde el vuelo llega a las doce de la noche. Un colaborador del MST me estaba esperando para llevarme a la escuela del Movimiento, aproximadamente a 60 km de allí, por la autopista hacia Rio.
Al día siguiente, por la mañana, tuvimos una reunión con los miembros de la Confederación Latinoamericana de Agricultores. Fueron aproximadamente sesenta, llegados de todo el Continente. El tema del día abordó la crisis mundial y su impacto sobre América latina. Fue una ocasión para pasar revista a los diferentes aspectos de la crisis mundial y de enseñar sus incidencias sobre el Continente. La discusión también trató la tipología de los regímenes políticos actuales en América latina. Evidentemente el tema de la agricultura es central: el efecto de los monocultivos, de los agrocarburantes, de la deforestación. También se conversó sobre la relación entre los movimientos sociales y los nuevos poderes políticos. El sentido de la Teología de la Liberación para construir la unión entre la fe cristiana y el compromiso por la justicia puso fin a esa jornada. A final de la tarde se tuvo la entrega de los diplomas de fin de la formación de militantes de los movimientos sociales de América Latina, a la que nos invitaron. Fue impresionante ver a estos jóvenes, procedentes de todo el Continente, recibir con orgullo el documento, demostrando su participación en este programa.
Un segundo día en la Escuela Floristan Fernandes fue ocasión para reuniones diversas con los miembros de los movimientos campesinos e indígenas presentes, y también de informarme sobre el programa de la reunión, para enero próximo, de los movimientos sociales del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) donde tendré que intervenir con Claudio Katz, economista argentino de la Universidad de Buenos Aires y Ana Esther Ceceña, politóloga del Colegio de México. Al día siguiente por la mañana, de nuevo al aeropuerto internacional de Sao Paolo, para tomar un vuelo con escala en Bogotá y destino final Quito.
Notas:
1 Eric Nepomuceno, O Masacre – El Dorado do Carajás: uma historia de impunidade , Planeta do Brasil, Sao Paulo, 2007, 52.
2 Fiorelo Picoli, O capital e a Devataçaco da Amazonia, Expressao Popular, Sao Paulo, 2006, 47.
3 Bernardo Mançano Fernandes, Clifford Andrew Cliff, Elienai Constantino Gonçalves, Gobernanza de la Tierra en Brasil , International Land Coalition, 2012, 26.
4 Jonathan Watts, The ultimate ranger on frontlin of Amazon deforestation, The Guardian , 15.11.12.
5 Según Céleres, citado por El Comercio (Quito), 09.12.12.
6 John Vidal, Coming soon? The GM trees bred to replace fossil fuel, The Guardian , 16.11.12.
7 Eric Nepomuceno, O Masacre: el Dorado de Carajas: uma historia de impunidade, Pkanta, Sao Paulo, 2007.
8 www.vale.com/EN/Pages/default.aspx
9 Vale.com/EN/investors/Quarterly-results reports/20F/20Fdocs/20F_2011_i.pdf
10 United States Securities and Exchange Commission, Form 20-F, 31.12.11, Commission file, nº 001-15030.
11 www.vale.com/EN/Pages/default.aspx
12 Ibidem
13 Ibidem
14 Wikipedia, Vale de dos Rios.
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