El pasado 25 de enero, Grecia vivió uno de los procesos electorales con más expectación de los últimos años. Ha sido la primera de la larga lista de citas electorales que tendrán lugar en Europa en 2015, y lo hizo dándole el testigo del Gobierno a Alexis Tsipras, con un partido más a la izquierda […]
El pasado 25 de enero, Grecia vivió uno de los procesos electorales con más expectación de los últimos años. Ha sido la primera de la larga lista de citas electorales que tendrán lugar en Europa en 2015, y lo hizo dándole el testigo del Gobierno a Alexis Tsipras, con un partido más a la izquierda de la tradicional socialdemocracia helena y con unas promesas electorales que le generan una oposición frontal del resto de gobiernos europeos.
Desde 1974, con la caída de la Junta Militar Fascista, Grecia ha sido gobernada por partidos denominados de centro-izquierda y centro-derecha -PASOK y Nueva Democracia, respectivamente-, que coinciden con la dicotomía típica en los sistemas políticos europeos de socialdemocracia y democracia cristiana y encuadrados en el Partido Socialista Europeo y el Partido Popular Europeo.
Dentro de estos partidos existen familias que han dominado sus estructuras -Papandreu, Karamanlis, Mitsotakis…- y cuya influencia ha pasado a lo largo de generaciones hasta la actualidad. Estos partidos, aunque hayan modernizado Grecia repartiendodinero, distribuyendo favores, incluso llevando a cabo cambios históricos para el país, como la europeización, la democratización y la prosperidad económica, también han sentado las bases para la actual crisis económica, social y cultural. Específicamente, han generado un estado clientelista, una vasta red de corrupción, acuerdos bajo la mesa y unos políticos intocables idealizados (y apoyados) por la mayoría social griega. La situación comenzaría a revertirse con escándalos de la magnitud de la compra de escaños por parte de la multinacional alemana Siemens o los sobornos y las mordidas relacionadas con el tráfico de armas. La ciudadanía percibía con cierta normalidad la acumulación de riqueza, de patrimonio y de influencia; esta clase política comenzó a apropiarse el dinero de las subvenciones de la Unión Europea, generando innumerables conflictos internos.
Así, puede considerarse que es la primera vez que gobierna un partido de izquierdas en Grecia desde la caída de la dictadura. Derrota tras derrota, tras años de lucha, represión y terrorismo de estado, por fin la izquierda ha logrado alcanzar la mayoría de los votos y tiene una oportunidad de gobernar el país. Así, además de un momento histórico, para una gran parte de la sociedad griega se considera de trascendente relevancia emocional la victoria de Syriza en estas elecciones de principios de 2015.
Teniendo esto en cuenta, podemos poner de manifiesto que la llegada de Syriza es un cambio profundo al no pertenecer al binomio corrupto de PASOK/Nueva Democracia. Por otro lado, no hay garantías de que no vuelvan a incurrir en los mismos errores que los ya mencionados si fallan en el cambio sistémico -no hay que olvidar la coalición actual con Griegos Independientes (Anexártiti Éllines)-. Para evitar dicha situación, Syriza ha aglutinado gran parte de la ecléctica izquierda griega. La mayoría de los miembros de Syriza son intelectuales de izquierda, profesores universitarios de alto rango como Varoufakis, sindicalistas comunistas al estilo antiguo, como Lafazanis, Voutsis o Dragasakis, activistas antifascistas, como Katrivanou, importantes figuras de la izquierda, como Glezos o políticos ambiciosos de carrera, como Pappas o Douorou; y por supuesto, está Tsipras, líder primero del movimiento –Synaspismos– y luego del partido, muy joven, inteligente y astuto. Tsipras fue capaz de hacerse un hueco desde muy joven entre veteranos políticos de alto prestigio en Grecia, tomando poder de uno de los políticos de izquierda más influyente, como es Alekos Alavanos.
Políticas de urgencia
Fundamentalmente, se puede decir que Syriza tiene tres políticas macro para el comienzo de su legislatura, que por orden de prioridad son:
- Desacelerar la ruina de la economía y la sociedad griegas (ya no se habla de revertir la situación). Desde Syriza no declaran que vayan a cambiar todo, quieren empezar por la ayuda básica a las capas más vulnerables de la sociedad. Esta ayuda se basa en programas especiales contra la hambruna que asola a una parte importante de la población griega, o subir modestamente tanto pensiones como salarios. La argumentación básica y sobre la que pivota una gran parte de los elementos discursivos de Syriza es que el pago de la deuda no es viable, no es posible. El crecimiento económico y el pago de la deuda al mismo tiempo son inabarcables para Grecia, por lo que su estrategia consiste básicamente en la reestructuración o reconsideración de la deuda contraída. En ningún caso se está planteando la salida del euro o la cancelación de la deuda, este discurso lo mantiene el partido comunista KKE (Kommounistikó Kómma Elládas), el cual no pactará ni se aliará, en principio, con Syriza (que en este aspecto no puede considerarse un partido radical). La solución de Syriza puede denominarse como intermedia, no quieren hacer más enemigos en Europa y tampoco quieren seguir con la deriva destructiva actual. Sus planes para encarar estas acciones están descritos en el Programa de Thessaloniki. Por lo que a la pregunta recurrente de cuál será el lugar de donde sacarán el dinero para sus promesas electorales, la respuesta, también recurrente, se basa en que la renegociación de los acuerdos ayudarán a Grecia a ponerse en pie y que si los acuerdos relacionados con la deuda siguen como están, levantarse será, simplemente, imposible. La realidad refleja que, a pesar de tímidas inversiones, la deuda griega sigue subiendo alarmantemente año tras año, lo que lleva a afirmar, desde reputados economistas como Stieglitz a una parte de la derecha también, que el experimento de la austeridad ha fracasado. El argumento contrario a esta tesis está casi en desuso en Grecia.
- Derribar el sistema corrupto que ha reinado en Grecia en los últimos 50 años . Al necesitar de un cambio social y cultural, esta tarea es imposible si no es a largo plazo, por definición. Aun así, ya han comenzado mediante una reorganización ministerial y la intención expresa del cambio estructural en el sector público, no mediante su reducción y despido de miles de personas, como ocurrió con PASOK y Nueva Democracia.
- Cambiar las políticas puestas en marcha en los últimos años por el partido heredero de la Junta Militar Fascista , como es el gobierno saliente de Nueva Democracia. Básicamente esto consistiría en políticas de inmigración más tolerantes, menos restricciones en la educación -se ha llegado a cerrar la universidad pública más importante de Atenas-, una Policía más humana -el uso de la violencia por parte de la Policía en Grecia es constante-, políticas menos lesivas para individuos deudores, como la prohibición de desahucios de primeras viviendas o impedir los cortes de electricidad, o la vuelta del acceso gratuito de la sanidad para la población más vulnerable. Son medidas básicas, enfocadas a generar unas políticas sociales más humanas y en ningún caso políticas sociales de izquierda radical. La necesidad de revertir las políticas sociales de Nueva Democracia se han convertido en prioridad, ahora, las políticas de izquierda real pueden esperar.
Lo crítico de la situación, la urgencia de la misma se une a la campaña del miedo contra Syriza y el propio giro autoritario y antidemocrático de Nueva Democracia, llegando a mantener conversaciones con Amanecer Dorado, partido abiertamente fascista y desde las elecciones de enero de 2015, tercera fuerza política en Grecia, como en el caso de Baltakos y Voridis a mediados de 2014. Así, en Grecia ha pasado lo que nadie esperaba que fuera a ocurrir. Tradicionalistas de derechas votando a los comunistas, una hipótesis impensable en 2010. La sensación general en Grecia es que Syriza será capaz de alcanzar solo algunos de sus objetivos, pero que los ataques desde todos los frentes -la derecha, los mercados, la troika, las organizaciones supranacionales…- imposibilitarán los cambios profundos, los radicales. Por otra parte, también se espera la aparición de algún aliado en el plano internacional, como podría ocurrir en España, y/o que Europa despierte y sea consciente que la democracia, en el verdadero/radical sentido del concepto, puede presionar e imponer sus políticas económicas a las instituciones financieras.
* S.M.P. coautor de este artículo, es antropólogo y ciudadano griego que ha preferido mantener su nombre bajo el anonimato.