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Cronopiando

Arde París

Fuentes: Rebelión

Pero ya no estamos en 1944 ni es Hitler el que amenaza incendiar la «ciudad de la luz». Sin embargo, en apenas diez días, dos incendios han costado la vida a alrededor de 25 personas en un refugio para niños africanos, y en un desvencijado edificio habitado también por africanos. Dos incendios, uno detrás del […]

Pero ya no estamos en 1944 ni es Hitler el que amenaza incendiar la «ciudad de la luz».

Sin embargo, en apenas diez días, dos incendios han costado la vida a alrededor de 25 personas en un refugio para niños africanos, y en un desvencijado edificio habitado también por africanos.

Dos incendios, uno detrás del otro, en la misma ciudad; dos incendios que tienen lugar de noche, casi a la misma hora; dos incendios que matan africanos.

Curiosamente, ni en el primer siniestro ni en el segundo, he escuchado, al menos de momento, los habituales comentarios en torno a la posibilidad de estar delante de un atentado terrorista. Tampoco he leído en los grandes medios crónica alguna donde se maneje la teoría del atentado, la misma que, cuando son blancos los muertos, es la primera en estudiarse y tenerse en cuenta.

Hasta el momento no ha habido ministro alguno del Interior que adelante como principal vía de investigación el atentado terrorista para explicar tanta sospechosa reincidencia.

Ni siquiera el hecho de que en este segundo incendio el fuego se iniciara, al parecer, en una escalera de acceso a las viviendas, mueve a suspicacia a los medios.

En cualquier caso, haya o no por el medio la mano criminal de un terrorista, que en este caso no supongo árabe, ni negro, ni latino, hay condiciones de vida tan miserables, tan terroríficas, que difícilmente admiten la teoría del «accidente» por más que nadie vaya nunca a responder por esos cargos.

Dentro de 50 años nadie habrá olvidado el 11 de septiembre del 2002 en Washington y Nueva York y los más de 3 mil muertos que provocaran aquellos atentados que al principio, tras el impacto del primer avión contra una de las torres, se creyeran accidentes.

Hoy nadie recuerda la noche del 2 de diciembre de 1984, cuando en Bhopal, India, la fábrica de pesticidas Unión Carbide dejó escapar 40 toneladas de gases porque no funcionaban ninguna de las seis medidas de seguridad que lo hubieran evitado, y algo más de 4 mil personas morían en las primeras horas a causa de los gases liberados al ambiente. Ni siquiera funcionó la sirena de alarma. Unión Carbide se fue poco después de la India, se fusionó con otra empresa estadounidense, Dow Chemical, y actualmente, esta empresa se niega a aceptar responsabilidades por aquel «accidente ajeno» que ya ha provocado más de 16 mil muertos y que todavía se cobra la vida, todos los meses, de 15 afectados. A razón de 370 dólares por cabeza le supuso a la empresa la indemnización por aquel «accidente» al que todavía nos resistimos a llamar atentado.

Detrás de algunos supuestos «accidentes», sea en Bhopal o en París, no importa que nadie reivindique el «atentado» también hay terrorismo, ese que nunca se investiga, que nunca se paga, que al día siguiente ya nadie recuerda.

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