Esta nueva entrega de la Pentágono Goldwyn Mayer Studios, coproducción anglo-estadounidense y estrenada el día 9 de agosto en los cines de todo el mundo, va a ser sin duda un éxito de taquilla como lo garantiza la amplísima cobertura que ha recibido en los medios de comunicación, pero no aporta a la historia del […]
Esta nueva entrega de la Pentágono Goldwyn Mayer Studios, coproducción anglo-estadounidense y estrenada el día 9 de agosto en los cines de todo el mundo, va a ser sin duda un éxito de taquilla como lo garantiza la amplísima cobertura que ha recibido en los medios de comunicación, pero no aporta a la historia del cine, a pesar de la costosa inversión, absolutamente nada que merezca la pena ser destacado.
Después del fracaso de público que supuso su anterior producción, «Al Qaeda en Miami Beach», insisten de nuevo en la misma fórmula a partir de un argumento pueril y repetido, en el que ni siquiera son rescatables los efectos especiales. En esta película, Scotland Yard sigue la pista a varias células terroristas árabes que se disponen a hacer volar por los aires diez aviones ingleses en ruta a Estados Unidos, todos repletos de pasajeros, en los que los terroristas van a colocar explosivos líquidos de terrible potencia, capaces de desintegrar las naves. El día de la operación, los agentes británicos entran en acción, detienen a los terroristas y frustran su atentado brutal, terminando la película.
Además de que el argumento vuelve a girar otra vez sobre los mismos y gastados tópicos, ni siquiera queda un buen sabor de boca con las actuaciones de los principales actores, muy flojas, muy poco convincentes. Blair, por ejemplo, en su papel de primer ministro británico, parecía la persona más indicada para haber dado a conocer la noticia de la detención de los terroristas, además de que ello le hubiera ayudado a llevar algunos votos a su deteriorado caudal de adhesiones antes de unas elecciones que ya están a la vista. No lo hace porque está de vacaciones, según se dice en la película, aunque semejante amenaza bien podría haber servido de motivo para interrumpirlas, error del guión que debió ser enmendado. A no ser que su credibilidad como actor esté tan en los suelos que se prefiriera al sub-jefe de Scotland Yard como el actor que haría la dramática revelación. La razón de que el jefe del organismo de inteligencia inglés tampoco aparezca en la película puede deberse a su también desacreditada imagen luego del impune asesinato de un ciudadano brasileño por sus policías.
Los actores que hacen de periodistas informando al mundo del diabólico plan puesto en escena, tampoco aportan en sus secundarios papeles mayor fuerza a la película, con actuaciones previsibles y reiterativas, poco creativas. Asombra, por ejemplo, la variada y rica gestualidad que esos mismos actores demostraban en películas como «Comienza la transición en Cuba», todavía en los cines, exhibiendo un rico surtido de muecas, sarcasmos y finas ironías, con el cretinismo que demuestran en «Ataque terrorista total», hasta el punto de que se pregunta uno si se les habrá olvidado actuar.
Sea como fuere, a la película también le falta un final que el argumento parecía pedirlo para que no se diluyera tanto la amenaza. Y me refiero a la presencia del actor Ben Laden, en un grabado mensaje desde algún remoto país, haciéndose responsable de la criminal conjura y amenazando con nuevos ataques terroristas. Cierto que desde su corta reaparición en la película «Bush cuatro años más», hace casi dos años, no ha vuelto a recibir ofertas para volver al mundo del cine y algunos dan ya su carrera por terminada, pero en películas como la que motiva esta crítica de cine, su concurso al final del film hubiera podido dar pie a giros más originales y a un final más convincente.
En definitiva, otro bodrio más de unos estudios cinematográficos que, incapaces de crear, insisten en la misma fórmula amparándose en el poder de la publicidad para que las taquillas no les vuelvan la espalda.
Mientras tanto, en las calles del Líbano y Palestina, que no en los cines, continúa el «ataque terrorista total», y no hay nadie que aparezca para detener a los terroristas ni subjefe de Policía que anuncie el fin del horror sionista.