Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El corresponsal itinerante de Asia Times, Pepe Escobar, acaba de volver de un viaje de reportaje a la República Popular de Donéts (DPR), el enclave prorruso en la provincia Donéts Oblast de Ucrania oriental. El área ha sido la escena de duros combates entre rebeldes prorrusos y los militares ucranianos.
Acabo de estar en la República Popular de Donéts. Ahora estoy de vuelta en la espléndida arrogancia e insolencia de OTANstán.
Bastante gente -en Donbás, en Moscú y ahora en Europa- me ha preguntado lo que más me impresionó durante esta visita.
Podría comenzar parafraseando a Allen Ginsberg en Aullido, «Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura».
Pero eso fue en la Guerra Fría a mediados de los años 50. Ahora nos encontramos a principios del Siglo XXI en la 2ª Guerra Fría.
Por lo tanto lo que vi fueron los espantosos efectos colaterales de las peores mentes de mi generación -y una subsiguiente- corroídas por la locura (de la guerra).
Vi a refugiados al lado ruso de la frontera, en su mayoría familias europeas promedio de clase media cuyos hijos, al llegar al refugio, se ocultaban bajo mesas al oír un avión en el cielo.
Vi al Dylan de Donéts atrincherado en su habitación solitaria en un asilo de veteranos convertido en albergue de refugiados que combatían la tristeza y la desesperanza cantando canciones de amor y de heroísmo.
Vi familias enteras recluidas en refugios antiaéreos enteramente decorados de la era soviética, demasiado temerosas para salir incluso de día, traumatizadas por bombardeos orquestados por las «operaciones antiterroristas» de Kiev.
Vi una hacendosa ciudad industrial moderna, vacía por lo menos a medias y parcialmente destruida pero no doblegada, capaz de sobrevivir por su valor y su astucia con un poco de ayuda de convoyes humanitarios rusos.
Vi hermosas muchachas cerca de la estatua de Lenin en una plaza central lamentando que su único intento de divertirse era fiestas familiares de alguna de ellas porque la vida nocturna había desaparecido y «estamos en guerra».
Vi virtualmente todo el vecindario de Oktyabrski cerca del aeropuerto destruido por las bombas como Grozny y prácticamente abandonado con la excepción de algunas babushkas [abuelas] que no encontraban dónde ir y demasiado orgullosas como para renunciar a sus fotos de familia de héroes de la II Guerra Mundial.
Vi puestos de control como si estuviera de vuelta en Bagdad durante la «oleada»‘ de Petraeus.
Vi al principal traumatólogo en el hospital central de Donéts que confirmó que no ha habido ayuda humanitaria internacional o de la Cruz Roja para la gente de Donéts.
Vi a Stanislava, policía de la DPR y experta francotiradora, a cargo de nuestra seguridad, llorando mientras depositaba una flor en el terreno de una feroz batalla en la cual ella y su equipo fueron blanco de fuego intenso, veinte gravemente heridos y uno muerto, y ella fue herida por metralla y sobrevivió.
Vi iglesias ortodoxas completamente destruidas por los bombardeos de Kiev.
Vi la bandera rusa que seguía izada sobre el edificio opuesto a Maidan que es ahora la Casa de Gobierno de la DPR.
Vi la resplandeciente arena Donbás, la casa de Shaktar Donéts y un OVNI en una ciudad desgarrada por la guerra, desierta y sin un alma en la arena de espectadores.
Vi la estación de ferrocarril de Donéts bombardeada por los terroristas de Kiev.
Vi a un hombre sin hogar gritando «¡Robert Plant!» y «¡Jimmy Page!» cuando descubrí que seguía enamorado de Led Zeppelin y conservaba sus discos de vinilo.
Vi una hilera de libros que nunca se rindieron tras las ventanas resquebrajadas de Oktyabrski bombardeada.
Vi las tumbas frescas donde la DPR entierra a los héroes de su resistencia.
Vi la cima del monte en Saur-mogila que perdió y reconquistó la resistencia de la DPR, con una solitaria bandera roja-blanca y azul que ondea ahora.
Vi a Superman saliendo de la destrucción en Saur-mogila – la estatua caída en un monumento a los héroes de la II Guerra Mundial, quienes hace setenta años combatían el fascismo, y que ahora ha sido alcanzado, pero no destruido, por fascistas.
Vi a lo lejos Debatsevo y entonces pude apreciar, geográficamente, cómo la táctica de la DPR rodeó y expulsó a los desmoralizados combatientes de Kiev.
Vi a los militares de la DPR entrenándose al borde de la ruta de Donéts a Lugansk.
Vi al Ministro de Exteriores de la DPR esperanzado de que se encontraría una solución política en lugar de guerra, mientras admitía personalmente que sueña con la DPR como nación independiente.
Vi a dos agresivos comandantes de cosacos que me dijeron en una granja de cría de caballos en sagrada tierra cosaca que la verdadera guerra ni siquiera ha comenzado.
No vi el totalmente destruido aeropuerto de Donéts porque los militares de la DPR estaban demasiado preocupados por nuestra seguridad y no nos dieron permiso mientras el aeropuerto era atacado -en violación de Minsk 2: pero vi la destrucción y el montón de cuerpos del ejército ucraniano en el teléfono móvil de un combatiente serbio de la resistencia de la DPR.
No vi, como tampoco lo hicieron los observadores internacionales de la Organización por la Seguridad y Cooperación en Europa, las filas y filas de tanques y soldados rusos invadiendo Ucrania una y otra vez que el actual Dr. Strangelove a cargo de la OTAN, general Breedhate, ve cada día en sus exaltados sueños.
Y no vi la arrogancia, la ignorancia, la desvergüenza y las mentiras que deforman esas caras maquilladas en Kiev, Washington y Bruselas mientras insisten, una y otra vez, que toda la población de Donbás, incluyendo babushkas traumatizadas y niños de todas las edades, no son otra cosa que «terra-ristas«.
Después de todo, son cobardes empoderados por la «civilización» occidental, que nunca se atreverían a mostrar sus caras maquilladas a la gente de Donbás.
Por lo tanto este es mi regalo para ellos.
Solo un aullido de ira y de desprecio ilimitado.
Fuente: http://atimes.com/2015/03/pepe-escobar-in-eastern-ukraine-howling-in-donetsk/