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Ahora no sólo los habituales analistas del establishment y del Fondo Monetario Internacional (FMI) son quienes afirman que «si Argentina no acepta esto está fuera del planeta», sino que es el propio presidente Alberto Fernández, quien hasta muy poco tiempo atrás responsabilizaba al propio Fondo de “un préstamo incalificable”, quien afirma que “sin acuerdo, no teníamos un horizonte de futuro”.
“El principal error de los gobiernos progresistas, muchos de ellos asesorados por “expertos” de la decadente izquierda europea, fue mantener el modelo de crecimiento fundado en la explotación de recursos naturales que es precisamente el fundamento material del neoliberalismo”.

De ser aprobado el acuerdo con el FMI en el Congreso argentino -con la excusa que «no hay nada más que hacer»- a libro cerrado, se frustrará con mayores golpes a la condiciones de vida de las mayorías nacionales la sincera expectativa y la enorme esperanza original generada por el actual gobierno.

Los dirigentes progresistas nos están demostrando que la única izquierda que hoy existe en América Latina y el Caribe es la del pueblo en la calle, exigiendo, presionando, por los cambios estructurales de nuestras sociedades.

Sin mucha vergüenza, el gobierno difundió “Las 10 verdades del acuerdo con el Fondo”, donde da la sensación que el mismo fue redactado por los expertos comunicadores del mismo Fondo Monetario Internacional, con mucha experiencia en maquillar las consecuencias de sus “convenios” expoliatorios.

Decía Ryszard Kapuściński que cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.

Siempre, desde chiquito, me he preguntado por qué cambiamos de año si nuestra vida sigue siendo la misma. ¿Acaso se terminó la desigualdad y la injusticia y no pagaremos la deuda externa odiosa? ¿Acaso se acabó la explotación neoliberal y ahora defendemos al planeta y al clima? ¿O será que terminó la pandemia y los confinamientos? ¡Qué va!

El mundo alineado con Estados Unidos lidera en la actualidad el declive de un sistema que alguna vez se comprometió a promover “el consenso internacional sobre la democratización” y, en promedio, los países aliados vieron disminuir la calidad de sus democracias casi el doble que los no aliados.

El Grupo de Puebla nació para juntar líderes progresistas al momento del reflujo de la “primera ola” mientras algunos gobiernos de derecha (Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia) destruían la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y los cimientos de la integración regional.