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La violencia extremista hace tambalearse al gobierno de Burkina Faso, a la vez que una espiral de ataques se desencadena en Uganda. Al mismo tiempo, los y las sudanesas siguen defendiendo sus conquistas democráticas en la calle, sin desfallecer, y en Nigeria las pruebas dan la razón a la sociedad civil que había denunciado que el ejército disolvió sus manifestaciones con fuego real.
En los últimos días se ha demostrado que el rodillo de las autoridades ejerce una fuerte presión, pero que las sociedades civiles hacen todo lo posible por resistirse. Dos ejemplos lo hacen evidente: en Chad, el reclamo por una transición civil tras el golpe de Estado; y en Uganda, la denuncia de una ley que reduce los derechos sexuales en vez de luchar contra la violencia.
La muerte de Idriss Déby ha precipitado a Chad en la incertidumbre de la sucesión; en Burkina Faso, Blaise Compaoré será finalmente juzgado por el asesinato de Thomas Sankara.