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La vida, cualquier vida y todas las vidas son invaluables. La vida de las personas
tienen todas igual valor, han de mirarse y respetarse todas por igual.
La única manera de saltarse esos principios fundantes, el único escape para sortear
el principio de que todas las vidas tienen idéntico valor es deshumanizar arbitraria
y groseramente unas vidas humanas respecto a otras.
La verdad no es lo que aparece sino una vez que se establece como “cosa en sí”.
La verdad es al mismo tiempo los hechos y el contexto, la coyuntura y la estructura,
los episodios y los procesos históricos en los que se enmarcan.