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La presentación de alianzas y candidaturas ya se ha cumplido; se abre el tiempo de la campaña que, al menos por ahora, se muestra vacía de contenidos.
Nuestra América ha ingresado a la tercera década del siglo XXI golpeada por una crisis que combina y potencia las dimensiones sanitaria, económica, social y ambiental. Se encuentra en un nuevo ciclo electoral sin tener definido como insertarse en el damero complejo dominado por las grandes potencias.
En el complicado panorama que se presenta por la pandemia de Covid-19, las negociaciones por la deuda con el FMI muestra un cambio de posicionamiento del gobierno.
Finalmente hubo sinceramiento, tal como están los vencimientos con el FMI no se pueden pagar ni en 10 años. ¿En 20 se podrá “honrar” esa deuda? ¿Y los bonos en manos de prestamistas privados? ¿Y el Club de París? Una nueva crisis de deuda está en el horizonte.
El ciclo de los commodities suele desatar tensiones sociales y políticas. Es el caso de la suspensión de las exportaciones de maíz, una confrontación menor que puso de relieve, una vez más, el peso de la renta agraria.
A propósito del conflicto por el precio del maíz.
El año de la peste finalmente terminó, nos deja tremendas
secuelas y una gran incertidumbre. El 2021 se inició con
la vacunación y las esperanzas depositadas en ella.
Mientras los EEUU resuelven su desordenada transición el resto del mundo se mueve. La República Popular China es el epicentro de esos movimientos.
Siempre se señaló que el acuerdo firmado con el FMI estaba viciado de nulidad y que el Fondo había burlado sus propios estatutos a sabiendas de lo que hacía.