Guadi Calvo

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Desde la intervención extranjera, el asesinato del coronel Muammar Gaddafi y la guerra civil que prácticamente continua hasta hoy, Libia sigue dividida en dos grandes bloques. Más allá de que en cada uno de ellos diferentes señores de la guerra, organizaciones mercenarias, ejércitos extranjeros y grupos terroristas -como en la ciudad de Derna, todavía controlada por grupos armados que en su momento juraron lealtad al Daesh pueden arrastrar, de un momento a otro a los casi siete millones de libios a un nuevo conflicto armado.

Sin tirarse de las barbas y ni siquiera ruborizarse como quinceañeras, las Naciones Unidas (UN), la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos junto a sus coreutas de siempre, que tanto se han indignado y preocupado por el golpe en Níger, nada han dicho respecto a la espiral antidemocrática de Pakistán.

En Abuja, la capital de Nigeria, el jueves día 10 se volvió a reunir la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) para discutir la cuestión de Níger donde, al parecer, se pusieron paños fríos a las afiebradas voluntades de personajes como el presidente nigeriano Bola Tinubu, fervoroso partidario de la resolución militar de la crisis abierta tras el golpe de Estado del pasado 26 de julio contra el expresidente Mohamed Bazoum.

Níger

Temprano el miércoles 26 de julio corrieron rumores en Niamey, la capital de Níger, acerca de que la guardia presidencial, un grupo de elite compuesto por 2.000 hombres, había retenido al presidente Mohamed Bazoum.

Cómo se viene anunciado desde hace varios años, las bandas terroristas vinculadas el Daesh y a al-Qaeda buscaban llegar a los países del litoral del golfo de Guinea y lo han logrado.

Frente a la parsimonia internacional, la guerra civil sudanesa, que estalló el pasado 15 de abril entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF, por sus siglas en inglés) bajo las órdenes del jefe del ejército, el general Abdel-Fattah Burhan y las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán (RSF, por sus siglas en inglés) lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemetti -un antiguo contrabandista y pastor de camellos reconvertido en general tras sus aberrantes servicios al dictador Omar al-Bashir en el genocidio de Darfur en la primera década de este siglo-.

La Unión Europea (UE) sigue intensificando sus operaciones en el Mediterráneo para evitar la llegada de más refugiados al continente, imprime mayor presión política y aporta millones de euros para que los países emisores contengan en sus territorios a los miles de desplazados que sueñan con la oportunidad de llegar finalmente a algún punto de la costa europea. Más allá de estos esfuerzos, que representan miles de millones de euros, el 2022 ha sido el año que mayor cantidad de migrantes llegaron desde 2016.

Túnez ha sustituido a Libia como la última vía de escape hacia Europa por los miles de desplazados, tanto de África como de Medio Oriente y en menor escala de Asía Central. Tras un peregrinaje de miles de kilómetros, que en muchos casos no logran terminar muriendo en las soledades del Sáhara, perdidos o abandonados en mitad del desierto por traficantes que optaron por no concluir su trabajo, los sobrevivientes pretender llegar a algún puerto del sur del Mediterráneo a riesgo de todo por llegar a la costa europea.

India

Tras el inicio de la violencia étnica-religiosa del pasado 3 de mayo en el estado indio de Manipur entre las tribus meiteis (hindúes) y los kukis y nagas (cristianos), que dejaron al menos 140 muertos, más de 500 heridos y cerca de 80.000 desplazados, además de la destrucción y el saqueo de miles de viviendas, locales comerciales y edificios públicos, así como la quema de cientos de vehículos particulares y oficiales, docenas de iglesias y madires o devasthana (templos hindúes) –lo que ratificó el carácter profundamente sectario de la crisis-, si bien parece que fue desactivada, permanece en un peligroso estado latente. El pasado domingo día 2 en una aldea kuki, en el distrito de Churachandpur, fue decapitado un hombre y otros tres ejecutados con disparos sin que hasta ahora se conozcan las consecuencias del hecho y si el crimen se enmarca en el contexto de la crisis reciente.

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