Guadi Calvo

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A casi cuarenta días de iniciada la limpieza étnica en Gaza Israel ya ha ejecutado, mal contadas, a 15.000 personas, 5.000 de ellas menores, estableciendo un promedio de un niño muerto cada diez minutos. Al mismo tiempo, en la extinta Cisjordania se han registrado más de 230 ataques a civiles palestinos, por parte de la banda paramilitar los colonos, superando el centenar de muertos

El monumental desequilibrio que generó la abrupta retirada norteamericana de Afganistán, tras veinte años de una guerra en la que además de ser derrotado confirmó la legitimidad de los talibanes, pone en riesgo la vida de los casi 40 millones de afganos.

Después de tres meses de la interrupción de las conversaciones entre los dos bandos que se enfrentan en la guerra civil sudanesa, que se inició el pasado 15 de abril, ambos grupos han resuelto reiniciarlas este jueves 26 de octubre con la pretensión de establecer un alto el fuego humanitario, lo que no se había logrado en una media docena de acuerdos anteriores.

Desde los ataques del pasado 7 de octubre por parte del grupo Harakat al-Muqáwama al-Islamiya, (Movimiento de Resistencia Islámica) o Hamás (Fervor), contra diferentes sectores de los territorios ocupados ilegalmente desde 1947 por el régimen sionista, la comunidad internacional aplaude y alienta a Benjamín Netanyahu, que ha empezado lo que quizás sea la última fase del proceso de ocupación: limpieza étnica e incautación de los pocos kilómetros cuadrados que todavía permanecían bajó “control” palestino, tanto en Gaza como en Cisjordania. (Ver: La operación de Hamás y un error de cálculo)

Desde hace prácticamente dos semanas el régimen sionista, que desde 1947 empezó a ocupar ilegalmente Palestina, se encuentra desplegando sobre la población civil de Gaza, unos 2.300.000 habitantes, toda la semántica del exterminio. Desde entonces, resuenan de manera constante las alarmas que anuncian los inminentes e indiscriminados ataques aéreos contra viviendas, escuelas, centros de distribución de alimentos y hospitales, además de exigir el desplazamiento forzoso de un 1.100.000 personas del norte del enclave hacia el sur, por lo que las oleadas de gazatíes que han debido abandonarlo todo se exponen a ser objetivo propicio de la práctica del tiro al blanco de la aviación judía. Mientras, en Cisjordania las desapariciones forzadas, torturas y asesinatos de civiles se reiteran sin vista de ser detenidas.

El mundo, sin despeinarse, lleva observando, desde hace por los menos una semana, cómo Israel -una de las principales potencias militares del mundo- vuelve a asesinar una vez más, alegre y meticulosamente, a miles de palestinos que previamente fueron encerrados en una estrecha ratonera de 51 kilómetros de largo y entre 12 y nueve de ancho, limitada por el propio enclave sionista al este y al norte, Egipto al sur y el mar Mediterráneo al oeste. Ese minúsculo espacio donde se hacinan -o hacinaban- 2,3 millones personas, es uno de los lugares más densamente poblados del mundo, con 4.110 personas por kilómetro cuadrado.

Desde que los hombres comenzaron a entender que no quedaba del todo bien y que además podría acarrearles alguna consecuencia, el ancestral ejercicio de arrasar pueblos enteros por su etnia, religión, pensamiento político, intereses geográficos o económicos o algún que otro etcétera más, por lo general estas actividades se practican en frondosas tinieblas alejadas de la opinión pública.

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