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Corrido por el avance de la ultraderecha de su país y de Europa y con la necesidad frente a sus votantes de mostrarse resolutivo, el pasado jueves 23 de mayo el presidente Emmanuel Macron, para contener los disturbios que amenazaban con incendiar la isla, (Ver: Nueva Caledonia, otro adieu à la France), junto a los Ministros del Interior y de las Fuerzas Armadas se vio obligado a recorrer los casi 18.000 kilómetros que separan París de Numea, la capital de Kanaki en pleno Indo-Pacífico, ocupada por Francia en 1853 cuando pasó a ser conocida en Occidente como: Nueva Caledonia.
A nadie puede sorprender que al mismo ritmo que los gobiernos revolucionarios del Sahel Central (Burkina Faso, Mali y Níger), cuyas juntas militares tras derrocar gobiernos procolonialistas han coincidido en expulsar de sus territorios las misiones militares de Francia, Estados Unidos y las Naciones Unidas, la actividad de las khatibas suscritas al Dáesh y al-Qaeda se incrementa mes tras mes.
Mientras el presidente francés hace calistenia y saca músculo frente a Rusia -la mayor potencia nuclear del planeta- intentando convertirse en el último escollo de la victoria del presidente Vladímir Putin en Ucrania, al parecer no se ha enterado de que desde 2021 ha perdido absoluta influencia en tres de los principales países que aseguraban su permanencia como potencia hegemónica en sus antiguas colonias africanas.
Aunque los resultados oficiales recién se conocerán el día 21, como se preveía, aunque en algún momento se creyó que podría ser distinto, el actual presidente del Chad, el general Mahamat Idriss Déby, se impuso en las elecciones del pasado 6 según lo anunció el día 9 la Agencia Nacional de Gestión de Elecciones (ANGE), por lo que se evitaría una segunda vuelta que había sido prevista para el 22 de junio.
Al mismo ritmo que se profundizan las crisis económicas, de seguridad y climáticas, en la mayoría de los países africanos se acelera el flujo migratorio hacia los diversos puertos del sur del Mediterráneo para posteriormente pasar a Europa.
A un año de comenzada la guerra civil sudanesa más cerca que de su resolución se encuentra una hambruna, que podría no tener precedentes, afectando a cerca de 30 millones personas ubicadas entre Sudán, Sudán del Sur y Chad, acorraladas por la falta de recursos y el conflicto que se extiende y exacerba cada día.
Desde el comienzo de la guerra civil, que acaba de cumplir un año, millones de sudaneses han debido abandonarlo todo en procura de escapar de las potentes batallas y las operaciones de exterminio que ejecutan tanto las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) como la organización paramilitar, conocida como Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).