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De los muchos grupos insurgentes que operan en África, quizás la mayoría, que dicen estar bajo tal o cual bandera o defender a un dios u otro, con el tiempo ha quedado demostrado que no son más que organizaciones criminales que bajo una fachada determinada defienden un solo interés: el propio.
Desde que los talibanes entraron victoriosos en Kabul en agosto del 2021, al mismo ritmo que las relaciones con Islamabad se fueron deteriorando Nueva Delhi ha ido estrechando los lazos con los mullahs.

La guerra civil sudanesa, que cumplirá dos años el próximo 15 de abril, además de haber devastado íntegramente al país demoliendo prácticamente toda su infraestructura, reduciendo a escombros sus ciudades con la mayoría de sus hospitales, e impidiendo que las áreas de producción agrícola pudieran seguir siendo explotadas, ha producido la mayor crisis humanitaria de la actualidad.

Bukavu, la capital de Kivu del Sur y la segunda ciudad más poblada del este de la República Democrática del Congo (RDC), ha caído el pasado domingo 16 bajo el control de los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo (M-23), a los que acechaban desde hace más de quince días, tras haber tomado Goma, la capital de Kivu del Norte, el pasado 27 de enero. (Ver R. D. Congo: Todos los caminos conducen a Goma).

No importa cuánto dure, ni cuántos muertos deje, tampoco las consecuencias que produzca, en esta nueva guerra en la República Democrática del Congo también todos sus muertos volverán a ser olvidados.

Cadáveres abandonados en las calles, el constante eco de los morteros y el repiqueteo de disparos desde y en todas direcciones son la nueva escenografía de la ciudad de Goma, la capital de la provincia de Kivu del Norte, al este de la República Democrática del Congo (RDC), que el pasado domingo 26, según se anunció, habría caído en manos del grupo rebelde M-23 después de una ofensiva que, si bien lleva casi tres años, se profundizó a comienzos de año. (Ver: R. D. Congo, todos los caminos conducen a Goma).