Guadi Calvo

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Evidentemente, el edificio de la 405 East 42nd Street de New York, donde se apoltronan las Naciones Unidas, no tiene servicio de internet ni cuenta con presupuesto para servicio de cable ni para la compra de periódicos, y ni siquiera de baterías para la vieja radio del portero. Sospechamos que ni siquiera cuenta con fondos para pagar el servicio eléctrico, ya que solo con todos estos requisitos logró una vez más no enterarse de que una guerra que estaba por estallar… estalló.

Siria, desde la caída del presidente Bashar al Assad, en diciembre último, es un Estado en descomposición permanente, que lo único que produce son muertes.

Desde hace semanas, los medios occidentales advierten sobre la creciente tensión entre Tailandia y Camboya, dos naciones de mayoría budista, con una larga historia en común.

En medio de las cada vez más tensas relaciones entre Kabul, la capital política y “liberal” del país, y Khandahar, donde reside el omnímodo poder religioso (Ver: La grieta afgana.), la semana pasada Afganistán festejaba el reconocimiento diplomático por parte de Rusia, consiguiendo el primer éxito de la política exterior desde la caída de Kabul, en agosto del 2021.

La guerra civil de Sudán se inició en abril del 2023, tras la negativa de la organización paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) a la exigencia de las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) de incorporarse orgánicamente a sus diferentes cuerpos.

Con la caída en diciembre pasado del Gobierno del presidente Bashar al-Assad, después de haber resistido casi quince años a la entente occidental, en la que desde el inicio se sumaron las monarquías del golfo, Siria se ha convertido en la sumisa manceba de Israel.

Quizás sea adelantarse dos o tres jugadas, pero es muy difícil que, de incrementarse los ataques de los Estados Unidos a Irán, la nación persa pueda sobrevivir tal como la conocemos. De no suceder algún milagro, un verdadero milagro, aunque como sabemos el Gobierno chino no es muy dado a las supercherías, por lo que seguramente no sucederá.

A la hora que todos seguimos aturdidos por las primeras salvas del conflicto entre Irán e Israel y nos confunde la posibilidad, hasta ahora distópica, de una guerra civil en los Estados Unidos. Mientras que lejos están de callar los múltiples frentes cada vez más activos en África y en Asia, continúa la hoguera birmana al tiempo que sigue pendiente la cuestión por Cachemira, entre India y Pakistán, y los roces fronterizos entre Camboya y Tailandia van en creciente. En Europa no se extingue el ya aburrido juego del gato y el ratón en Ucrania.

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