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Un nuevo episodio que ha dejado cerca de 80 muertos se acaba de producir en la guerra intermitente que, por su independencia, libra Baluchistán, la provincia más grande de Pakistán, contra el Gobierno federal, desde 1948.

Entre 2016 y 2017 era casi imposible imaginar un peor contexto para la minoría musulmana de Birmania conocida como rohingya, una comunidad cercana al millón setecientas mil almas, cuyo origen es una mezcla de etnias: árabes, mogoles y bengalíes, que se ha concentrado en el estado de Rakhine, también conocido como Arakan.

Con más del sesenta por ciento del territorio tomado por la insurgencia, y tres millones de desplazados internos, la guerra civil de Birmania, a punto de cumplirse tres años de su inicio y habiéndose extendido a toda su geografía, parece alcanzar el punto culminante, en el que, para muchos analistas, se avizora la caída del Gobierno militar.

El reciente proceso de destitución de la Primera Ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, que a lo largo de un mes fue desde manifestaciones cada vez más numerosas y violentas -al punto que el 5 de agosto el ejército terminó de quitarle el respaldo- no puede leerse fuera del contexto de las operaciones que Estados Unidos está ejecutando en la región con un único objetivo: cercar y provocar una reacción violenta de China.

A medida que se fue conociendo el contenido del tan mentado “Proyecto de Ley de Finanzas” del gobierno de Kenia, presentado a fines de mayo, votado por la Asamblea Nacional el 20 de junio por 204 de los 349 miembros, y ya acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con quien el país mantiene una deuda cercana a los 80.000 millones de dólares, a mediados de junio miles de kenianos, llamado por el movimiento Occupy Parliament, salieron a manifestarse en contra del proyecto a las calles de Nairobi, la capital keniata. Protestas que rápidamente se extendieron a las principales ciudades del país.

En el tenso y peligroso equilibrio que India juega entre Rusia y Estados Unidos manteniendo la atención en los movimientos de China, una relación siempre tensa, son cada vez más evidentes las jugadas de Washington por atraer de manera definitiva a Narendra Modi a su lado.