Guadi Calvo

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La crítica situación económica e institucional de Pakistán obliga a considerar que, de profundizarse, podría arrastrar a los 232 millones de ciudadanos a una encrucijada que podría derivar hacia una guerra civil.

A una semana de las negociaciones que se desarrollan en la ciudad de Jeddah, Arabia Saudita, las dos partes involucradas en el conflicto armado de Sudán han alcanzado un primer acuerdo para permitir que todos los civiles abandonen el área de conflicto de manera segura y proteger los suministros civiles.

A tres semanas cumplidas del inicio del conflicto, tras haber fracasado prolijamente, uno tras otro, los altos el fuego acordados por las partes y sin que ninguna fuerza internacional o regional haya podido impulsar una propuesta que al menos detenga la muerte, los sudaneses se siguen matando con fervor en los diferentes focos de combate activos a lo largo del país.

Finalmente, después de muchos anuncios y alertas, abiertamente Togo se ha convertido en una nueva víctima de las khatibas wahabitas que, desde la descomposición del Estado libio -el único dique de contención al fundamentalismo que existía en el norte de África hace más de una década- comenzaron una gran ofensiva en el norte de Mali, pasado después a tener una presencia importante en Níger y a desbordarse de manera absoluta en Burkina Faso, desde donde se proyectaron al Golfo de Guinea como siguiendo la ruta de harmattan, el viento del Sahara que cada año viaja hacia el sur, hasta la costa, sofocándolo todo.

Absortos en el conflicto de Ucrania y siguiendo a la distancia la incipiente guerra civil de Sudán -que podría deparar un nuevo genocidio al país africano- prácticamente no se atiende la crítica situación de Burkina Faso.

A horas de que expire el alto el fuego en Sudán, acordado por tres días entre las partes a instancias de la Unión Africana (UA) y los Estados Unidos, se conoció la intención del jefe del ejército y virtual presidente del país, el general Abdel Fattah al-Burhan, de extender el acuerdo.

A más de una semana del estallido de los enfrentamientos armados tras una larga disputa política entre los dos hombres fuertes de Sudán, el general Abdel Fattah al-Burhan y el líder del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), Mohamed Handan Dagalo, conocido como Hemetti, el conflicto gana cada día más intensidad.

En Sudán, como era previsible, fracasó el intento de un alto el fuego entre las tropas del ejército regular del general Abdel Fattah al-Burhan, enfrentada desde el sábado a la banda paramilitar ahora llamada Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del general Mohamed Hamdan Daglo, conocido como Hemetti.

Desde el sábado 15 de abril Sudán vive un estallido de violencia en el que el ejército se enfrenta en las calles de Jartum con elementos catalogados como paramilitares que hasta hace pocas horas eran parte integral del Gobierno del general Abdel Fattah al-Burhan.

Tras los acuerdos de Pretoria (Sudáfrica), firmados en noviembre del año pasado entre las autoridades de la región rebelde de Tigray y el Gobierno central del Primer Ministro etíope, Abiy Ahmed, finalizó formalmente la guerra interna que durante dos años produjo miles de muertos, millones de desplazados y la destrucción de ciento de miles de viviendas, instalaciones gubernamentales e infraestructura básica para las poblaciones donde se desarrollaron los enfrentamientos, además de poner en riesgo la estabilidad de varios países de la región.

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