Guadi Calvo

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Oscar Wilde dijo una vez “Lo que el fuego no destruye, lo fortalece”, y si alguna estructura ha sido sometida al fuego, fue la de los talibanes afganos, que durante veinte años resistió al intento de Estados Unidos de aniquilarla, para lo que utilizó todo el armamento, no nuclear, del que dispone. Y eso es hablar de mucho fuego.

Despejadas todas las dudas sobre la muerte del histórico emir de al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, sorprendido por un misil norteamericano en un piso franco de la ciudad Kabul en julio pasado, algunas declaraciones y publicaciones de la organización permitieron sospechar que la información de la CIA no era correcta.

Después de que Alemania sufriera ese pequeño Stalingrado que significó que frente a las presiones de Estados Unidos tuviera que abdicar de su negativa a permitir la entrega de los tanques Leopard al Gobierno ucraniano, el canciller Olaf Scholtz finalmente ha encontrado su verdadera talla, que no es la de tu antecesora Angela Merkel y sí se parece mucho a la de un Pedro Sánchez, el Jefe de Gobierno español, o la del polaco Andrzej Duda.

Somalia, el epítome del “Estado fallido” y más allá de su paisaje inhóspito y seco, asolado por sequías y plagas, la ocupación norteamericana, un proceso de balcanización que cercena en grandes bloques su territorio, en este momento se libran encarnizados combates en la ciudad de Las Anod, disputada por las dos regiones semiautónomas del norte de Somalia, Somalilandia y Puntlandia. Combates en los que ya se han producido más de cien muertos y el desplazamiento de 60.000 personas.

Prácticamente sin trascendencia se suceden noticias como la emboscada en la que murieron diez soldados en el suroeste de Níger, en cercanías a las fronteras con Malí y Burkina Faso, el pasado viernes 10. Las autoridades temen que las bajas se incrementen, ya que otras 16 personas siguen desaparecidas y otros 13 soldados resultaron heridos, algunos de gravedad. En el comunicado también se señala que varios atacantes murieron durante los enfrentamientos, sin especificar la cantidad.

Mientras el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, se ilusiona con el probable préstamo de 3.000 millones de dólares que le otorgaría el FMI y se espera para mediados de marzo en el marco de la restructuración del canje de deuda, debería solucionar la situación de la deuda interna, incrementada tras atravesar el 2022 el año al que se ha considerado el peor de las últimas dos décadas.

Una vez más Burkina Faso ha sido golpeada por el terrorismo wahabita que desde 2015 ha causado la muerte de miles de civiles, efectivos del ejército y de la policía, además de haber provocado el desplazamiento de más de dos millones de personas. Burkina Faso es uno de los países más pobres del continente, con más de 22 millones de habitantes, de los que la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y casi 650.000 mil personas están al borde de la inanición.

El reciente ataque suicida del Tehreek-e Taliban-Pakistani, o TTP, contra una mezquita en el interior de la base policial de la ciudad de Peshawar, además de dejar un centenar de muertos y cerca de 250 heridos (Ver: Pakistán, bajo fuego), ha sacudido la estructura de establishment de la nación centroasiática, el mismo que en abril derrocó al Primer Ministro, Imran Khan, ha quedado cara a cara con el Golem que al mejor estilo del rabino Loew han “inventado” y que hace tiempo escapó de su control.

En las primeras horas de la mañana del lunes 30 de enero se conoció un nuevo atentado en Pakistán que se produjo en una mezquita sunita ubicada dentro del cuartel general de la policía de la ciudad de Peshawar, en el noroeste del país a unos 190 kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán, y apenas a 12 de la frontera con Afganistán. La operación produjo cerca de 50 muertos y más de 150 cincuenta heridos, entre ellos muchos policías que se encontraban en oficinas cercanas. Se estima que al momento de la explosión la dotación de esa fuerza era de 400 hombres.

Durante la noche del domingo al lunes 23 de enero se conocieron las fotografías de Iyad ag-Ghaly, el emir del Grupo de Apoyo al Islam y los musulmanes (JNIM) tributario de al-Qaeda global, en la región de Menaka, al este de Mali, en la frontera con Níger y a 1.500 kilómetros, al noreste de Bamako, la capital del país.

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