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En Pakistán, de no mediar un suceso verdaderamente extraordinario como una guerra civil o la intervención divina, la carrera política del ex primer ministro de 71 años, Imran Khan, ha terminado dando la última puntada para retornar a las prácticas del pasado, manteniendo a la nación centroasiática sojuzgada al arbitrio de las fuerzas armadas, el poder omnímodo, desde la fundación de Pakistán en 1947.

Para las complejas relaciones entre Islamabad y Nueva Delhi, dos muertes oscuras, u oscurecidas, no es un elemento que alcance a dinamizar una de esas escaladas que aproximen a estas dos potencias nucleares a una nueva guerra, que ya han tenido innumerables “roces” fronterizos, con decenas de muertos, desde la partición de 1947. Comparten una frontera de casi tres mil kilómetros donde falta resolver la cuestión de Cachemira, una herida todavía abierta y sangrante.

La manipulación religiosa existe desde el principio de los tiempos. Y sin duda desde el primer dios, un todopoderoso que todo lo ve y todo lo puede, emergido de la necesidad de un grupo para someter a otro, lo que, muy posiblemente, precipitó la primera guerra religiosa exactamente el día que los sometidos se inventaron el propio, todavía más poderoso que el de sus enemigos. El resto está escrito.

En una región altamente conflictiva como Medio Oriente, la semana pasada pareció abrirse un nuevo frente que involucraba a Pakistán e Irán, lo que afortunadamente ha quedado desactivado.
Asistimos a un peligroso intercambio de cohetería entre Islamabad y Teherán que buscan destruir bases de los grupos extremistas que desde uno y otro lado de la frontera que divide el antiguo kanato de Baluchistán operan con frecuencia, causando importantes números de muertos no solo entre las fuerzas regulares, sino también en muchas oportunidades de civiles.

Cada vez parece más lejos de apaciguarse el conflicto en Gaza abierto tras la incursión armada de Hamás el pasado 7 de octubre, operación que torpemente dio excusas para la desbordada respuesta sionista.

Los Estados Unidos, junto al sionismo, han concretado en estos últimos años el holding criminal más siniestro de la historia. Con sus infinitos recursos militares, financieros y publicitarios, desde prácticamente el fin de la Segunda Guerra Mundial se han lanzado a apoderarse del mundo, lo que ya han logrado en una gran medida, por lo que ahora, al parecer, van por escriturarlo.

La Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD, por sus siglas en inglés) que se encuentra en las últimas fases de llenado y la puesta en marcha de sus once turbinas que estarán en pleno rendimiento en 2025, se convertirá en la mayor represa hidroeléctrica del continente, con cuya producción no solo abastecerá de electricidad a los 110 millones de etíopes, sino que su excedente podrá ser exportado a Sudán, Kenia y Djibouti, aliviando las siempre ajustadas cuentas de Addis-Abeba.