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Para los habitantes del sur de Líbano, el alto el fuego desde el 27 de noviembre es un espejismo. Es el caso de Kfar Kila, un pueblo libanés adosado al muro de separación y reducido a escombros por el Ejército israelí. El recrudecimiento de ataques, que alcanzó ayer Beirut, no invita al optimismo.